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Las corridas de toros tienen dada la puntilla y México no es la excepción

El Congreso de Ciudad de México aprueba en comisión cerrar la Monumental entre aplausos y pitos, pero el asunto está lejos de salir a flote en el Pleno de la Cámara

Vista de la Plaza de Toros en la Ciudad de México el 10 de dic. de 2021.
Vista de la Plaza de Toros en la Ciudad de México el 10 de dic. de 2021.David Polo / CUARTOSCURO
Carmen Morán Breña

La tradición taurina tiene siglos y avanzado el XXI, los contrarios a ella sienten que el tiempo pasa muy lento para extinguirla. El enésimo envite surge ahora en Ciudad de México. No es nuevo, pero es la primera vez que en la capital una votación en el Congreso resulta a favor de cerrar para siempre la plaza de toros más grande del mundo. Cerca de 50.000 aficionados pueden reunirse en este emblemático coso de la tauromaquia, pero los tiempos han hablado, y la plaza no alcanza la bandera. Esas son las cifras, aunque, como la botella, el medio aforo unos lo ven tirando a vacío y otros a lleno. La fiesta se muere de tarde en tarde, todos los saben, pero unos piden muerte natural y otros, ahora sí, reclaman la puntilla.

Cinco votos a favor y cuatro ausencias decidieron esta semana el cierre de la Monumental de México. En una comisión. El asunto debe llegar a Pleno y ahí las fuerzas serán otras. Para empezar, el mundo al revés: formaciones de izquierdas, como Morena, con mayoría en la Cámara estatal, no acudieron a la sesión; las de derechas, como el PAN, en la oposición, sumaron su mano alzada a las del PRD, el PRI y los Verdes para eliminar una costumbre, tradición, espectáculo sangriento, tortura o cultura. Cada quien le pone su adjetivo al debate recurrente.

Hay ocho países taurinos en el mundo: España, Portugal y Francia por el lado europeo; México, Colombia, Perú, Ecuador y Venezuela en la otra orilla del océano. Y todos han seguido la misma senda, la que marca la época. No hay mayor matarife de las tradiciones que el tiempo. Y el actual dicta que lo que antes era espectáculo hoy es maltrato animal. Una teoría que arraiga en las nuevas generaciones, desacostumbradas a la sangre y la muerte. Mejor el fútbol, los conciertos multitudinarios, el cine o el teatro, los encuentros de videojuego o cualquier otra animación de los miles de ellas que hay ahora. Aunque sea matar marcianitos.

Un toro yace en el suelo tras la corrida del domingo 7 de octubre de 2007 en la Plaza México.
Un toro yace en el suelo tras la corrida del domingo 7 de octubre de 2007 en la Plaza México. Alexandre Meneghini (ASSOCIATED PRESS)

Las encuestas, pocas y antiguas para el ritmo en que se mueven las conciencias, dicen que en México, el 59% de la población está a favor de prohibir lo que aquí se llama fiesta brava. Eso recogían los periódicos en 2019. Otra de la empresa Mitofski, señalaba en 2011 un 51,3% contrarios a esta actividad. Cansados de los números, los antitaurinos dicen que ya es el momento, que ya basta, que México no puede tolerar tanto maltrato animal, toros, peleas de gallos legales y un sinfín de barbaridades que enumeran. Pero enfrente tienen a los aficionados, que no están escasos de argumentos y sitúan en la arena el arte. Dos ejemplos en esta lucha. Dice Alma Rosa Vázquez Gómez, miembro del Primer Plantón por la Abolición de la Tauromaquia en México, que así se llama su organización: “El país está preparado para dejar las corridas de toros, es maltrato de animales, los otros argumentos ya no son válidos. Podrá haber artistas taurinos, pero no arte taurino, que haya un cuadro con toros no quiere decir que las corridas sean arte”, dice esta mujer, durante años activista, una de las caras que puede verse frente a la plaza, con su megáfono y sus pancartas en contra de cualquier cartel. Y le responde Maru Saavedra, media vida acudiendo a la fiesta: “El ser humano ha establecido un pacto con los animales, con los domésticos, a los que da cobijo y cuidados y mata para comer: con los salvajes, para no destruir su hábitat. Y el toro es distinto, no entra en esa categoría, ni es mascota, ni está en la selva ni en la granja. Enfrenta el peligro de frente, está hecho para eso”. Contraataca Vázquez: “Ellos lo hicieron así, todos nacemos mansos”. Y así sigue un debate irreconciliable. Sigue Saavedra: “No vamos a la plaza a ver morir a un animal, sino una lucha que hunde profundo sus raíces. Es algo filosófico, místico. Hay quien piensa que las hamburguesas se hacen en el restaurante”.

En esta pelea, unos confían en la ayuda del gobierno. Y los otros, también. Los taurinos de México han encontrado una frase fetiche estos días: “Prohibido prohibir”, que la repite el presidente del Gobierno a todas horas. Y los antitaurinos les acusan de no posicionarse cuando toca, es decir, de lanzar proclamas animalistas en la oposición y callar cuando gobiernan. Alma Vázquez es de Morena, el partido de Andrés Manuel López Obrador, y de Claudia Sheinbaum, que manda en la capital. “Que cumplan lo que prometieron”. Pero todos saben que la política en México es… distinta. “Esto lo van a arreglar con dinero”, aseguran todos. Cada uno piensa que el arreglo será contrario a sus intereses.

Activistas por los derechos de los animales exigen la prohibición de las corridas de toros en la Ciudad de México, el domingo 7 de febrero de 2016.
Activistas por los derechos de los animales exigen la prohibición de las corridas de toros en la Ciudad de México, el domingo 7 de febrero de 2016. Marco Ugarte (AP)

El asunto está parado. Se aprobó el cierre de la plaza de toros en la comisión de Bienestar Animal. Pero los partidos acordaron que hasta que no hablen con todas las partes implicadas no lo registrarán para que pase al Pleno, la hora definitiva. El diputado que llevó la voz cantante es Jesús Sesma, del grupo Verde, y los otros cuatro diputados que lo secundaron, repitieron que son sensibles al temor de miles de familias que encuentran su sustento alrededor de esta actividad. De ahí el freno. La Asociación Tauromaquia Mexicana habla de un flujo económico de 6.900 millones de pesos relacionados con esta actividad , más de 80.000 empleos directos y 146.000 indirectos, 800 millones en impuestos. Muchas familias en un país que acaba de pasar por una crisis pandémica que ha agudizado los tramos de pobreza extrema.

Es media tarde alrededor de la Monumental mexicana. Las calles todas parecen estar en tendido de sol. Y pica. Los negocios que circundan la plaza dormitan en miércoles. El domingo se celebra una de las grandes corridas, la guadalupana. Si hay un día grande, será este. Pero todavía no están tendidas las decenas de puestos que rodearán el coso con comidas y refrescos, con recuerdos de toda clase. A escaso metros, el estadio de fútbol Azul, otro foro masivo que también está en silencio a esta hora. ¿Qué pasará si la plaza cierra? “No es el fin del mundo, la temporada es corta, no afectará tanto”, dice Per Holmsand, un camarero danés de 56 años que lleva tiempo en México y trabaja en la fonda Sol y Sombra. Tampoco le va a afectar Érika González, que trapea el suelo de su pastelería: “Es peor cuando hay fútbol porque cierran los accesos y los clientes no llegan. Pero ni unos ni otros compran aquí. Aunque es verdad que hay más gente cuando hay fútbol que toros”. A Jaime López, que trabaja en la marisquería La Cigala sí le perjudicaría que cerrara el coso. Lo mide en empleo y poco más: “Yo no me decanto por unos ni por otros, solo me preocupo por sobrevivir”. Lleva 16 años al lado de esa Monumental que no tiene de monumento más que el nombre. Emblemática sí, fea también. Inacabada por falta de dinero, la plaza luce esquelética y brutalista. “He entrado alguna vez, pero no me llama la atención, pero si nos quitan el espectáculo, perdemos”, asegura. Y unos metros más allá, Efraín González, el encargado del restaurante El Huequito, dice que llega mucha gente a las corridas. No tanta como en el fútbol, pero deja más dinero. Los del balón se comen unos tacos en el estadio, unas botanas, pero los de los toros son gente de más postín. “Hasta 5.000 pesos en la comida, son gente rica, vienen en buenos coches y con guardaespaldas algunos. Clase alta o muy alta”.

Un torero sostiene un cuerno de toro durante una corrida en la Plaza de Toros de la Ciudad de México, el sábado 6 de octubre de 2007.
Un torero sostiene un cuerno de toro durante una corrida en la Plaza de Toros de la Ciudad de México, el sábado 6 de octubre de 2007. Alexandre Meneghini (ASSOCIATED PRESS)

El perfil de los taurinos es más definido que el del fútbol. Muchos coinciden en que se trata de gente con dinero, mayores de 40 desde luego, más hombres que mujeres. La encuesta de Mitofski avala algunos de esos datos, preguntados los que irían a una corrida si les invitaran: el 50% tiene estudios superiores, el 51% son hombres, de 30 años en adelante engloban a más del 80%. Pero si esto se compara con otros espectáculos, los toros vuelven a tener las de perder. Desde el fútbol hasta las peleas de gallos o la lucha libre o el boxeo tienen mayor aceptación. También hay sangre, mucha. Difícil explicar estas contradicciones. Un 16,7% dijo haber asistido a una corrida de toros. México sí aporta una diferencia respecto a otros países, sin embargo: la gente joven no es ajena del todo a la llamada fiesta brava. O Fiesta, al modo Hemingway. Los hay el miércoles esperando a comprar un boleto. Y quienes llevan a sus sobrinos, y a sus hijos de corta edad, por más que se desgañite Alma Rosa López con su megáfono: “Niños, no hagan caso de sus padres, esto es un espectáculo cruel”.

En este país de brechas sociales enormes, el boleto para sentarse en esa plaza cómoda, de amplios asientos, va de los 60 pesos (apenas cuatro euros) en tendido de sol en las gradas del pueblo, por así decir, hasta los 1.300 y cacho. Nada que no sea impagable. Pero no hay muchas corridas. Eso es un hecho incontestable, y la pandemia no sirve de excusa. Las amenazas de extinción que vive el mundo taurino en las últimas décadas les obliga a hablar de unidad en busca de la fuerza. Pero precisamente la pandemia ha traído menos de eso, a decir de algunos. Muy crítico al respecto se muestra el ganadero Antonio de Haro, que embiste directamente contra los empresarios, porque “son los que mandan, imponen sus paquetes, su ganado y sus toreros, es un coto de poder”. Más contundente aún: “Las empresas están matando la fiesta, aunque es verdad que hay un declive, que la pandemia no ha hecho mas que agravar. ¿Cuántos festejos hay? ¿Cuántas ganaderías participan? La pandemia les ha caído como anillo al dedo para decir que hay menos corridas, pero se están repartiendo el pastel unos pocos. Hay 260 ganaderías aproximadamente, ¿y cuántas participan?”. “No veo más salida a esto si no lo apoya el Gobierno”, dice.

Así que la unidad que reclama Paco Doddoli está muy en entredicho. Maestro con la coleta aún en su sitio y presidente de la Asociación Nacional de Matadores Rejoneadores y Similares, sabe que la tauromaquia es hoy en día una minoría, pero le parece injusto que unos quieran suprimir a otros. “Las plazas ya no están como en los sesentas y ochentas, el fútbol nos ha ganado espacio, no hay mucha gente joven, en mi propia familia hay gente que no va a los toros, el mundo ha cambiado, hay otras distracciones que están inclinados por lo que llaman no violencia, y hay que reconocer que este espectáculo es fuerte. Ellos tienen inclinación por algo más light. Pero extinguirlo no será tarea fácil para los no animalistas. Casi todas las capitales tienen su plaza, y están las de segunda y las de tercera y las portátiles.

El torero mexicano Sergio Flores lidia su primer toro de la tarde, 'Comadroso', de 508 kilogramos, durante la corrida número 15 de la temporada grande en la Plaza de Toros de México. El pasado 30 de septiembre de 2019.
El torero mexicano Sergio Flores lidia su primer toro de la tarde, 'Comadroso', de 508 kilogramos, durante la corrida número 15 de la temporada grande en la Plaza de Toros de México. El pasado 30 de septiembre de 2019.Mario Guzmán (EFE)

No, no será fácil extinguir la fiesta de los toros, o las torturas animales, según quien las mencione. La comisión en la que se aprobó la abolición, seguida con aplausos en el Congreso de la Ciudad de México entre un puñado de antitaurinos, tienen luces y sombras en el ánimo. El parón legislativo que allí se anunció, no pasará a Pleno hasta que no se hable con todas las partes implicadas y/o afectadas, sonó en lo oídos de los taurinos a otro aplazamiento sine die. Los abolicionistas, con dolor, lo tomaron igual: “Estamos contentos, sus argumentos ya no son válidos, que no tienen trabajo, pues que busquen otro, no? Ya es hora de acabar con esto. Pero ya llevamos años de que los partidos meten iniciativas en contra de las corridas, pero esto acabará en un arreglo. El presidente nos ha fallado. Y no sé por qué, porque yo no creo que perdieran votos con esto”, dice esta militante de Morena. Por ahora se empeñan en hacer ruido por fuera de una plaza también ruidosa.

Bailleres, Alberto. Ese es el apellido en México. Es el presidente de la Monumental mexicana. El Gerente, Mario Zulaica, que da voz al empresariado, habla de raza, de tradición de 500 años, de plazas llenas, de perfiles de aficionados diversos, de miles de trabajos directos e indirectos y del turismo que proporciona el ruedo. Y no habla, ni pensarlo, en el declive de la fiesta. “En México, no”. Pero las críticas a los empresarios y su poder omnímodo en las tardes de sol y sombra, contradice sus palabras. La fiesta brava no solo depende de los tiempos y las nuevas generaciones, del fútbol y los videojuegos. Ella misma se desintegra entre intereses económicos y peleas internas. Y el tiempo, que corre en contra del tiempo. Las tradiciones son cambiantes. Están al borde de la puntilla.

Corrida de toros en la Plaza Mexico, el 30 de diciembre de 1899.
Corrida de toros en la Plaza Mexico, el 30 de diciembre de 1899. Paolo KOCH (Gamma-Rapho via Getty Images)

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Sobre la firma

Carmen Morán Breña
Trabaja en EL PAÍS desde 1997 donde ha sido jefa de sección en Sociedad, Nacional y Cultura. Ha tratado a fondo temas de educación, asuntos sociales e igualdad. Ahora se desempeña como reportera en México.

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