La Conquista en el arte, 500 años para pintar la historia
El libro ‘La Conquista de México en el arte’ hace un recorrido de cinco siglos, desde los códices del siglo XVI a la fotografía del siglo XXI, para mostrar cómo la caída de Tenochtitlán ha marcado la identidad cultural del país
Asomarse al pasado a través del arte es un privilegio que solamente tienen reservados algunos momentos en la historia. La caída de Tenochtitlan y el colapso de una de las civilizaciones más importantes de mitad del siglo XVI fue, sin duda, uno de ellos. Así lo atestigua la profusa producción artística que se creó en torno a la Conquista de México y que recoge el libro 1521. La Conquista de México en el arte, editado por la UNAM y ediciones El Equilibrista, y que formará parte de una serie de coloquios organizados por el Colegio de ...
Asomarse al pasado a través del arte es un privilegio que solamente tienen reservados algunos momentos en la historia. La caída de Tenochtitlan y el colapso de una de las civilizaciones más importantes de mitad del siglo XVI fue, sin duda, uno de ellos. Así lo atestigua la profusa producción artística que se creó en torno a la Conquista de México y que recoge el libro 1521. La Conquista de México en el arte, editado por la UNAM y ediciones El Equilibrista, y que formará parte de una serie de coloquios organizados por el Colegio de San Ildefonso durante la conmemoración de los 500 años de estos hechos.
Se trata de una obra coral que muestra a través de códices, óleos, murales, pinturas y fotografías cómo la invasión de Mesoamérica fue un tema medular en el arte a lo largo de los siglos e influyó no solo en los pueblos que protagonizaron este largo y complejo proceso histórico, sino en los siglos siguientes. La nueva República mexicana recuperó la cultura prehispánica como la semilla desde la que construyó un nuevo país y una nueva identidad como nación que todavía hoy perdura. Entre el Lienzo de Tlaxcala (siglo XVI) y La masacre en el Templo Mayor de Jean Charlot (1922), se abre esta ventana al pasado que revisa, narra, reflexiona, inventa y repiensa una y otra vez la historia de una nación tan compleja como México.
“El análisis de las obras artísticas como fuentes históricas nos da las claves fundamentales de las formas en que el cataclismo del siglo XVI en Mesoamérica fue narrado por todas las sociedades que sintieron que aquel evento les concernía y les concierne todavía de una u otra manera”, señala el coordinador del proyecto, el antropólogo Alejandro Salafranca.
En un rápido recorrido por algunas de las obras más emblemáticas que muestran la evolución del pensamiento, Salafranca explica con lujo de detalles lo que las convierte en especiales. “Comenzaría por destacar el esfuerzo de las naciones indígenas mesoamericanas durante gran parte del virreinato por relatar en códices, murales y pinturas al óleo su papel destacado en aquel episodio”, señala el antropólogo. Algunas naciones como texcocanos, tlaxcaltecas o quauhquecholtecas lo hicieron como conquistadores y vencedores, y otras como tenochcas o tlatelolcas como orgullosos resistentes ante la invasión española.
“En ambos casos las obras pictóricas que crearon nos ofrecen la visión de futuro de estos pueblos que en los siglos XVI, XVII y XVIII voltearon la mirada hacia la guerra mesoamericana que inició en 1519 en clave de esperanza, unos para afianzar sus privilegios como indígenas conquistadores de Tenochtitlan, Michoacán o Guatemala y otros por haberse defendido con gallardía contra españoles y sus aliados. Y tras la honorable derrota y su entrada al cristianismo, sentirse ellos también pueblos elegidos por el nuevo dios para protagonizar esta nueva época”, apunta el experto. El Códice Florentino, el Lienzo de Tlaxcala o el Lienzo de Quauquecholan, son algunos maravillosos ejemplos.
Durante la época del virreinato de la Nueva España fueron los mecenas criollos y mestizos, élites de las grandes ciudades, los que encargaron trabajos sobre la Conquista. Entre ellas destaca el arte de Juan Correa o el de José Vivar y Valderrama que plasman en óleos, biombos y enconchados (trabajos cubiertos de concha nácar) el orgulloso origen bélico del reino novohispano. En las obras se refleja la Conquista como una hazaña épica de dos grandes civilizaciones en disputa, parecidas a las batallas de Alejandro Magno. El encuentro de Cortés y Moctezuma de Correa (1684), actualmente en la colección Banamex, es un ejemplo de este arte.
La independencia de México y la construcción de un nuevo Estado cambian la imagen de la Conquista radicalmente. El discurso republicano y liberal construirá una narrativa histórica que denosta el pasado hispánico “que se ve como atrasado e ignominioso” y a la Conquista “como un acto de barbarie”, refiere Salafranca. México abjura de su pasado español y se centra en el origen clásico del nuevo país. En pleno siglo XIX la influencia del romanticismo y el clasicismo impregnan el arte y el Estado encarga muchos de los pasajes históricos que considera centrales para la creación del nuevo Estado. Entre ellos destaca El Senado de Tlaxcala de Rodrigo Gutiérrez (1875) o La matanza de Cholula de Félix Parra (1877). Este último cuenta la masacre de 6.000 cholultecas a manos del ejército de Hernán Cortés en 1519. “El cuadro muestra la prepotencia occidental, rodeada de buitres, avasallando a esa cultura ideal, pacífica y esplendorosa”, señala Salafranca.
La mirada liberal del México de Benito Juárez se enriquece después de la Revolución con el indigenismo expresado en los murales de Diego Rivera, José Clemente Orozco o Louis Henri Jean Charlot en pleno movimiento vanguardista. En esta época los pueblos originarios se convierten en “la esencia del país”. Ya no se evoca una cultura pasada, mesoamericana, sino que se reivindica la identidad indígena del México actual. “Los murales de San Ildefonso tales como La masacre del Templo Mayor de Jean Charlot (1922) donde los invasores son retratados con lanzas arransando a mujeres y niños; o La colonización o la llegada de Hernán Cortés a Veracruz de Diego Rivera en Palacio Nacional, son reflejo de ello”, menciona Salafranca.
El movimiento zapatista a finales del siglo XX y principios del XXI representa la aparición de los pueblos originarios con voz propia “ya no son los criollos o los mestizos mexicanos los que representan a los indígenas, desde una mirada ajena, sino que exigen espacios propios para la reflexión por y desde las naciones originarias del territorio mexicano sobre su propio pasado”, señala el antropólogo. El libro cierra su recorrido con un potente mensaje próximo a los movimientos anticoloniales cada vez más numerosos en el mundo con la poderosa fotografía de Antonio Turok sobre la destrucción a martillazos de la estatua del conquistador Diego de Mazariegos en San Cristóbal de las Casas (Chiapas) en 1992.
Aunque haya cientos de libros que recojan los 500 años de la caída de Tenochtitlan, La Conquista de México en el arte merece una mención especial por el trabajo minucioso de las personas que han trabajado en él para observar la historia por un recoveco tan interesante como es el arte. De una manera bella y original. “Siempre miramos al pasado pensando en el presente. Buscando respuestas para las inquietudes que tenemos hoy”, concluye Alejandro Salafranca.
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