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El peor día para ser Andrés Roemer

El diplomático y presentador de TV Azteca, acusado de abusos sexuales, cubre su casa con un muro de madera para protegerse de las protestas feministas

Casa de Andrés Roemer
Un par de mujeres afuera de la casa de Andrés Roemer en Ciudad de México.
Jacobo García

El 8 de marzo fue el peor día para llamarse Andrés Roemer. Fue el lunes que la fachada de su casa tuvo más espectadores que su programa de televisión porque el domingo dejó de emitirse. Lo hizo sin comunicado, sin palabras de condena y sin necesidad de posicionarse. Los 61 testimonios en su contra –desde tocamientos hasta acoso, violación o privación de libertad– no existieron y, simplemente, el programa, De cabeza con Andrés Roemer, desapareció de la programación de ADN40 y ni el programa ni TV Azteca avisaron del cambio.

Pero el silencio corporativo no logró acallar ni la calle ni las redes y la reacción de Roemer fue como el panal para las abejas. Temiendo que la ira feminista se volviera contra su palaciega vivienda de la colonia Roma, el embajador oficioso de la cultura mexicana cubrió la fachada de su casa con grandes tablones de madera. Su esposa, Pamela Cortes-Roemer, dijo después sentirse “amenazada por el rumbo que toman los acontecimientos”.

Pero lejos de disuadir, la barda terminó siendo objetivo prioritario y un infame resumen de la historia reciente. El ‘triplay de la paz’, como alguien lo bautizó en referencia al muro de Andrés Manuel López Obrador frente a Palacio Nacional, se convirtió en menos de 12 horas en un repaso de los últimos años del país.

La primera pintada, solo unas horas después de su colocación, fue “cónsul abusador”. Un recordatorio al entorno de Enrique Peña Nieto que nombró cónsul en San Francisco a quien por entonces era un cultivado empresario formado en Berkeley y cercano al PRI, dueño una de las casas más elegantes y mejor decoradas de la capital, según todos los que han pasado por ahí, quisieran o no.

A un lado de esa frase, otra más, “Meade encubridor”, en referencia al excandidato presidencial del PRI y amigo personal de Roemer desde su época del ITAM, José Antonio Meade, quien fungió como testigo de boda y de su jefe durante su etapa en San Francisco. Indirectamente fue un recordatorio para quienes decidieron cesarlo en su cargo al frente de la Unesco por su postura pro Israel durante una votación, pero guardaron silencio sobre un comportamiento que era un secreto a gritos.

Junto a estas frases poco después, en spray verde, alguien escribió “Salinas Pliego encubridor”, en referencia al dueño del grupo multimedia TV Azteca y una de las fortunas más grandes del país. Hablando de gasolina y pirómanos, del magnate, por el momento, solo ha salido una frase sobre el tema Roemer y fue para defender a su amigo de quienes pedían su expulsión del canal. “No ceder jamás ante chantajes y mentiras”, escribió en Twitter el 21 de febrero cuando solo se conocían seis testimonios contra Roemer, una décima parte de los 61 recogidos hasta ahora.

A medida que pasaban las horas, el muro negro se fue llenando de nombres de mujeres. Junto a Rocío, Anna, Claudia, Ivett… alguien pintó ”guarida del abuso” y “te va a llegar la justicia” y un número escrito en todos lados: “61, 61, 61...”

Así, en menos de 12 horas, si a alguien le quedaba alguna duda de donde vivía Roemer, desde hoy cualquiera lo tiene claro. En caso de duda, hay media docena de huevos estampados, algunos de ellos alcanzaron la aristocrática piedra gris y cayeron cerca de la habitación/biblioteca/sala de cine donde se dieron muchos de los abusos denunciados por las mujeres y que el presentador y exembajador de la Unesco ha negado. Hasta el domingo, la Fiscalía de la Ciudad de México había recibido cuatro querellas formales contra Roemer por violencia sexual.

De los 61 testimonios recogidos de mujeres presuntamente abusadas por Roemer, el colectivo PUM (Periodistas Unidas Mexicanas) registró que 21 de las agresiones sucedieron en la casa protegida por maderas. Cuatro más en restaurantes, dos en un departamento de Santa Fe, una en su oficina de TV Azteca y otra en un cuarto de hotel.

A la misma hora que caían los últimos huevos sobre la fachada, en el Zócalo, la marcha feminista era disuelta con gases lacrimógenos por la policía después de que las mujeres tumbaran vallas más altas pesadas y contundentes que la de Roemer. Así que poco después, con unos golpes y patadas, un grupo de mujeres tumbó el triplay y rompió los cristales. Cerca de las ocho de la noche, un centenar de policías rodeó el lugar y contuvo el linchamiento del edificio. Su esposa, Pamela Cortes-Roemer describió al día siguiente lo sucedido como un “crimen desproporcionado”, en el que “grupos de mujeres” intentaron allanar por la fuerza la vivienda lanzando gas para prenderle fuego “con habitantes en su interior”, escribió el martes en redes sociales. A partir de ahora, si la justicia hace su trabajo, el peor día para Roemer, debería empezar mañana.

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Sobre la firma

Jacobo García
Antes de llegar a la redacción de EL PAÍS en Madrid fue corresponsal en México, Centroamérica y Caribe durante más de 20 años. Ha trabajado en El Mundo y la agencia Associated Press en Colombia. Editor Premio Gabo’17 en Innovación y Premio Gabo’21 a la mejor cobertura. Ganador True Story Award 20/21.

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