“Lo quiero, lo necesito, me lo pido”: así escapa un padre de la avalancha de peticiones de juguetes en Navidad

Los niños deben recordar que no todo se reduce a los catálogos, pueden pedir libros o experiencias. Si parte del espíritu navideño es pasar tiempo en familia, escribir juntos la carta hará que los progenitores, además, controlen lo que quieren

Si tus hijos quisieran o necesitaran algo de verdad, con todo el amor de su corazón, lo tendrían claro.Steven Robinson Pictures (Getty Images)

La Navidad se acerca y con ella otra carrera de obstáculos de la crianza: regalos a los profesores, conciliación durante las vacaciones escolares, celebración de comilonas y lo que les hace más ilusión a nuestros hijos: la petición de los regalos en La Carta, ese documento escrito que para ellos tiene más valor y poder que la Constitución española o la declaración de independencia de Estados Unidos. Con la misiva surgen los dilemas recurrentes: ¿qué tipo de regalos aconsejamos los padres que se pidan? ¿Y en qué número, viendo como están casi todos los armarios a rebosar? Y es que los niños piden con alegría y generosidad, porque el máximo esfuerzo que esto implica es escribirlo o marcar algo en un catálogo.

Ya sabemos que existe el peligro de que nos salgan niños hiperregalados (o sea, que reciban demasiados regalos de golpe, no que los vendan baratísimos en alguna gran superficie por la campaña navideña), pero eso es un problema para el futuro. Porque, de momento, los estímulos están por todas partes y nos quedan unas cuantas semanas hasta la mañana de Reyes. Entonces, ¿podemos exponerlos a la avalancha de novedades jugueteras que luchan por su atención? ¿O debemos mantenerlos puros lejos de todo comercio con luces y música? Porque si dejamos que un niño entre en una juguetería en fiestas navideñas se produce un fenómeno mucho más bestia que si cruza la misma puerta en marzo, por ejemplo. Sus energías se multiplican, su avidez también. Es más distraído y movido que seguir la Fórmula 1 en directo. Lo mira todo, lo toca todo, lo comenta todo. Y, sobre todo, dice cada tres segundos: “Lo quiero, lo necesito, me lo pido”. A ver, lo entiendo, porque yo en una librería o un bufé libre soy igual.

Es normal que los niños lo quieran y lo pidan todo, porque la magia no tiene límites. Pero no los tendrás encerrados en un sótano durante tres meses hasta mitad de enero, porque entonces las cartas las recibirás tú, pero de los asistentes sociales para quitarte la custodia.

Por un lado, piensas: ¿para qué darles más estímulos, si ya tienen juguetes de sobra para varios años? Si realmente tus hijos quisieran o necesitaran algo de verdad, con todo el amor de su corazón, lo tendrían bien claro y podrían hacer la carta de memoria, sin consultar ningún catálogo ni visitar ninguna tienda. De hecho, hay familias que hacen una lista abierta con todo lo que les gusta a los niños durante todo el año, para que pidan con esa base y no se dejen marear por publicidades de última hora.

Por otro lado, cuando se visitan jugueterías en invierno no siempre estamos fomentando el consumismo. A veces, simplemente, somos padres que ya han agotado todas las ideas de planes, desde los más comerciales hasta los más saludables. Hace frío y no siempre apetece ir a la naturaleza, participar en talleres constructivos o crear recuerdos emocionantes para el futuro y para Instagram. A veces simplemente necesitamos una manera barata y cercana de pasar el sábado. Y esto las jugueterías en Navidad te lo dan con todo el pack. Los niños corretean arriba y abajo felices y sobreestimulados. Y mientras los va siguiendo, vigilando que no rompan nada ni atropellen a otros niños felices y sobreestimulados, también avanzas el marcador para tus 10.000 pasos diarios. Cualquier médico lo recomendaría. Además, mirar no significa comprar. Que pidan verbalmente lo que quieran en el momento, que si no está escrito en el contrato vinculante que es La Carta, no vale. Y ya sabemos que la misiva puede tener siete kilómetros de largo, pero al final los Reyes traen lo que quieren, porque son sabios y saben lo que los niños necesitan de verdad. Y, a veces, son calcetines.

Si las peticiones no coinciden mucho con los regalos que acaban encontrando, siempre puedes culpar a los Reyes Magos.ArtMarie (Getty Images)

Eso sí, en estos tours jugueteros hay que ir con mucho cuidado, porque junto a las familias sin plan también coincidiréis con adultos comprando sin ningún disimulo. Y, por supuesto, hablarán en voz alta sin fijarse en que están rodeados de niños inocentes.

Busquemos la parte positiva de enseñarles a los hijos todo lo que les puede ofrecer el mercado sin que el capitalismo los convierta en esclavos. Esta experiencia te puede servir para fomentar el criterio propio de tus hijos, enseñándoles a aplicar razonamientos de selección como si se tratara de expertos en Recursos Humanos. En la vida siempre hay que elegir, así que cuanto antes empiecen a tener una mirada crítica para valorar lo que les gusta y encaja más, mejor para todos.

Tras el momento fugaz y voraz de corretear por todos los pasillos de las jugueterías y después en casa pasar las páginas del catálogo y marcarlo todo, puedes hacer con ellos el proceso de cribaje. Reuníos con calma, revisando los catálogos uno por uno, y escucha cómo te venden la moto explicando por qué necesitan de verdad cada juguete. Así anticipan cómo jugarían con él o se dan cuenta al momento de que tampoco les gusta tanto. De 50 peticiones, pasáis a 20, y de aquí a sus 10 preferidas. Valorando y razonando cada elección hasta tener los finalistas más deseados.

Y, de paso, recuérdales que no todo se reduce a los catálogos, que pueden pedir libros, experiencias, entradas de espectáculos, salidas en familia… Si parte del espíritu navideño es pasar tiempo juntos con amor y harmonía, escribir juntos estas semifinales de la Champions de los regalos os hace felices a todos. No sé si se le puede llamar Montessori, pero, a la práctica, tus hijos practican psicomotricidad, lectoescritura, memoria, organización, reflexión, debate… Y lo que es mejor, los tienes calentitos en casa alrededor de una mesa, en vez de estarte agobiando con multitudes y frío. Y oye, si después las peticiones no coinciden mucho con los paquetes envueltos que acabáis encontrando en casa, siempre puedes culpar a Papá Noel o a los Reyes Magos.

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