Los niños y adolescentes sufren más problemas de conducta en verano que en invierno
La pérdida de rutinas y el exceso de tiempo libre tienen parte de la culpa de estos comportamientos. Mantener ciertas normas y límites por parte de los padres ayuda a hacer frente a posibles conflictos
Es habitual que a lo largo del verano los conflictos familiares con niños y adolescentes vayan siendo cada vez más frecuentes e intensos. Una de las razones tiene que ver con que han de enfrentarse a un problema que no siempre es sencillo de gestionar: el exceso de tiempo. Pasan de tener unos calendarios muy apretados entre las actividades académicas y las extraescolares a tener todo el día libre sin apenas obligaciones.
El conflicto puede surgir porque quieran pa...
Es habitual que a lo largo del verano los conflictos familiares con niños y adolescentes vayan siendo cada vez más frecuentes e intensos. Una de las razones tiene que ver con que han de enfrentarse a un problema que no siempre es sencillo de gestionar: el exceso de tiempo. Pasan de tener unos calendarios muy apretados entre las actividades académicas y las extraescolares a tener todo el día libre sin apenas obligaciones.
El conflicto puede surgir porque quieran pasar la mayor parte del día fuera de casa y con amigos; pero también puede que no quieran salir de sus habitaciones, donde se encierran a pasar horas delante de pantallas sin control parental. Ambas situaciones, aseguran algunos estudios de expertos en salud mental, pueden llegar a provocar problemas de conducta.
La realidad es que “el período vacacional de padres e hijos no coincide, siendo mucho más largo el de los menores, especialmente en España, en comparación con otros países europeos que tienen las vacaciones más repartidas”, señala Rosa Domínguez, psicóloga del Hospital HM Nens de Barcelona. Y añade: “Esto supone que los progenitores deben enfrentarse a una logística diferente y más complicada. Además, muchas familias no pueden abordar el coste de la variada oferta de ocio existente para paliar estas dificultades”.
Perdidos, aburridos, irritables
Por eso, a menudo los menores llegan a sentirse perdidos, aburridos e incluso irritables. Especialmente, según Domínguez, “los niños que ya de por sí son muy movidos o tienen dificultades comportamentales. Para ellos, pasar tantas horas en casa, sin unos hábitos que les ayuden a organizarse y regularse, puede conllevar un aumento de los trastornos de conducta”. La psicóloga se refiere con ello a la “pérdida de buenos hábitos, aumento de uso de pantallas (con la consiguiente reacción agresiva cuando se intenta limitar el tiempo de uso), conductas disruptivas para huir del aburrimiento, desobediencia... Y en adolescentes, aislamiento, discusiones con los horarios de entrada y salida, pérdida del ciclo vigilia/sueño, abandono de tareas de responsabilidad, aumento del uso de tóxicos...”.
También influye en el aumento de estos problemas de conducta el hecho de que las vacaciones de verano se asocien en muchos casos con la ausencia de normas y límites, a pesar de que “son muy necesarios, siempre y cuando se marquen de forma razonable y argumentada. Aunque nuestros hijos no lo sepan o no lo quieran ver, con estas normas les estamos cuidando”, añade la especialista del Hospital HM Nens.
Estrella González, especialista en psicología infantojuvenil en la Clínica López Ibor de Madrid, insiste en la importancia de las normas: “Niños y adolescentes necesitan pautas concretas para sentir seguridad y autorregularse. Sin embargo, es muy importante que antes de aplicar consecuencias por mal comportamiento se les haya comunicado cuáles son estas normas y cuáles van a ser las consecuencias por incumplirlas”. La impulsividad no es buen consejero en este caso.
Negociación, contención y constancia
Esas consecuencias, además, deben formar parte de una negociación “sobre todo cuando existe algún problema de conducta”. En ese momento es beneficioso que los hijos sientan que han sido escuchados: “Así conseguimos que entiendan las pautas como un sistema necesario y útil para ellos y no como una lucha de intereses contra las figuras de referencia”, afirma González.
Para la psicóloga también es relevante no pasarse a la hora de ofrecer consecuencias positivas o premios cuando los hijos consiguen cumplir con lo pactado. Para ello, por un lado recomienda la contención. “Y por otro, la constancia y la firmeza al aplicar las consecuencias negativas que ya se habían preestablecido cuando se produzca un comportamiento indeseado”. Y añade: “Bajo mi punto de vista, es mucho más efectivo reforzar conductas que queremos instaurar en los hijos que castigar comportamientos”.
Evitar este tipo de conductas no es sencillo, reconoce Rosa Domínguez, quien recomienda planificar junto a los niños y los adolescentes cómo se va a organizar todo ese tiempo libre. “Relajar los horarios, las tareas y obligaciones es necesario, pero sin confundirlo con la ausencia de un cierto ritmo vital”, explica. Si, a pesar de todo, la convivencia se complica, la psicóloga recomienda “sentarse en familia y hablar de lo que está sucediendo. La tensión que se genera en estos casos no es buena para nadie, y entre todos se deben aportar ideas, soluciones, criterios y normas a seguir”. Además, recuerda que los padres deben quitarse el complejo de monitores de tiempo libre. Nada de angustiarse ante la posibilidad de que se puedan aburrir: “Aburrirse es también necesario para que surja la creatividad y pongan en marcha otros recursos por ellos mismos”, explica.
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