“Papá, mamá, ¿cuándo llegamos?”: seis sencillos consejos para viajar con niños
La psicóloga Aroa Ruiz señala que hacer actividades amenas y participativas en familia y trabajar la imaginación durante el trayecto son claves para que el recorrido hasta el destino sea más ameno
Quien es padre lo sabe. Es arrancar el coche, no terminar de salir del barrio y escuchar: “¿Cuándo llegamos?”. Y eso que hay por delante unas cuantas horas de viaje. Ni todos los niños son iguales ni todos los viajes duran lo mismo. Hay padres que se las apañan mejor que otros, hay niños más inquietos y hay muchas variables, pero en general desplazarse con menores suele tener algún que otro inconveniente. Y esto se da también en tren, avión o barco.
Aroa Ruiz, ps...
Quien es padre lo sabe. Es arrancar el coche, no terminar de salir del barrio y escuchar: “¿Cuándo llegamos?”. Y eso que hay por delante unas cuantas horas de viaje. Ni todos los niños son iguales ni todos los viajes duran lo mismo. Hay padres que se las apañan mejor que otros, hay niños más inquietos y hay muchas variables, pero en general desplazarse con menores suele tener algún que otro inconveniente. Y esto se da también en tren, avión o barco.
Aroa Ruiz, psicóloga experta en Inteligencia Emocional en el Instituto Europeo de Psicología Positiva, con sede en Madrid, aporta algunas claves. En primer lugar, para que los padres recuerden cuando eran niños y cómo entendían ellos los tiempos. En segundo, para poder llevar el viaje de la mejor manera posible. “Las vacaciones son una época cargada de emociones positivas”, explica, “pero la realidad es que el inicio, ese viaje con los niños, puede hacerse eterno hasta llegar a destino si no ponemos en marcha algunos trucos. Si no planificamos bien el trayecto podemos llegar a sentir bastante frustración”.
Durante la infancia tiene lugar el desarrollo madurativo del cerebro y de determinadas áreas involucradas en la percepción del tiempo (corteza cerebral, los ganglios basales y el cerebelo), según Ruiz. “Por esta razón, los niños tienen un concepto del tiempo muy diferente a cómo lo entendemos los adultos”, incide. “Hacia los cinco años empiezan a distinguir el antes y el después, la mañana y la tarde, el ayer y el hoy”, prosigue, “pero no es hasta los siete cuando aparece el pensamiento lógico y ya tienen consciencia de la temporalidad. Esto podría estar directamente relacionado con el famoso “¿Falta mucho?” o “Me aburro”.
Según argumenta la psicóloga, los niños viven en el presente, por tanto, la clave a la hora de viajar es utilizar precisamente el momento presente a nuestro favor: “El primer paso es cambiar nuestra perspectiva y hacerles ver que el tiempo del viaje no es un mero trámite, sino una parte de las vacaciones que podemos aprovechar para disfrutar todos juntos”. Además, no se debe perder de vista que “son niños, anclados en una silla, sin poder desplazarse durante un tiempo más o menos prolongado”.
“Pretender que las horas que dure el viaje todo sea calma y armonía puede resultar algo utópico”, señala. Para Ruiz es posible conseguir que la experiencia sea más amena con estas seis recomendaciones:
- Organizar el viaje juntos. Si los niños sienten que han tenido poder de decisión es más fácil que vayan motivados. Para ello se puede hacer previamente una lista de actividades para realizar durante el trayecto. Por ejemplo, buscar una lista de reproducción con sus canciones favoritas, organizar un concurso de karaoke, juegos clásicos como el veo-veo o las palabras encadenadas. Se pueden vincular estos juegos con minipuntos de viaje como concurso para hacerlo más ameno.
- Las pantallas son un recurso más que se puede utilizar durante algunos momentos. Es importante colocarlas en un soporte firme y separado a unos 50 centímetros de sus ojos. Puede que a muchos padres les suene aquello de: “Les pongo la tablet hasta que lleguemos, así no molestan en todo el viaje”. Es recomendable limitar el uso de la tecnología para fomentar la interacción y la creatividad. Aprender a gestionar desde pequeños el aburrimiento, en un espacio de tiempo limitado, no es malo para ellos, sino todo lo contrario.
- El poder de las emociones positivas. Los padres pueden fomentar la experimentación de emociones agradables, rememorando momentos divertidos a nivel individual o en familia, o imaginando situaciones que les gustaría hacer cuando lleguen al destino.
- Atención plena. Esto significa que se pueden practicar técnicas de respiración, de relajación e intentar focalizar la atención en elementos del momento presente, como el paisaje de la ventana. Puede que no se esté familiarizado con ellas, pero siempre es un buen momento para probar cosas novedosas y así hacer que el viaje sea más ameno o incluso divertido.
- Ser asertivos o expresar lo que se siente de forma amable, poniendo límites con firmeza, pero utilizando las palabras y el tono adecuados. Encontrar el equilibrio es lo más complejo. Muchos conocerán ese: “Al final me tengo que enfadar para que empieces a portarte bien”. El enojo de los progenitores, en ocasiones, es una ventaja competitiva, pero no se recomienda para potenciar el crecimiento y desarrollo emocional de los niños.
- Y lo más importante de todo es que está bien recordar que las vacaciones no son perfectas, que son una parte más de la vida, en la que ocurren tanto momentos preciosos como otros más cotidianos. Si grandes y pequeños aceptan y normalizan los menos agradables, que son inevitables, la familia las vivirá con una sensación interna de mayor armonía y plenitud.
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