Silvia Zamorano, neuropedagoga: “Los cuidados más importantes en la primera infancia son una adecuada alimentación, presencia real y estimulación”

Los primeros tres años de vida son cruciales en la vida de un niño, ya que durante este período se establecen las bases del desarrollo neurológico, motor y cognitivo a través de la interacción con el entorno y la estimulación sensorial. Consciente de ello, la neuropedagoga Silvia Zamorano Gallego (Madrid, 50 años), doctora en Pedagogía con más de 20 años de experiencia en el ámbito educativo, publica su primer libro, Cimientos invisibles de la primera infancia (Cuatro Hojas,2024); una obra que ayuda a comprender cómo las experiencias tempranas moldean el futuro y qué se puede hacer para acompañar mejor a la infancia.

Zamorano, también experta colaboradora en la Universidad Internacional de La Rioja y directora pedagógica del Centro de Aprendizaje Avanzado Educa Qualit@s —gabinete de neuropedagogia, asentado en Valdemoro (Madrid)—, destaca que el ser humano se hace gracias a la interacción con el entorno y enfatiza la importancia de la estimulación desde el útero y la integración de los reflejos primitivos para un desarrollo sano: “Sin una estimulación adecuada, los niños pueden experimentar torpeza, conductas inapropiadas, dificultades en el aprendizaje o frustración…”. Con este libro, invita a descubrir esos cimientos invisibles que fundamentan el crecimiento y el bienestar de los más pequeños: “Conocerlos nos permitirá entender determinadas conductas y disponer de los recursos necesarios para acompañar a los más pequeños”.

PREGUNTA. ¿De dónde partió la necesidad de escribir este libro?

RESPUESTA. Son muchos los desafíos actuales a los que se enfrentan las familias y los educadores en la crianza. Infinidad de mensajes y mandatos sociales, donde la tecnología juega un papel importante ofreciendo muchísima información que también es necesaria filtrar. Vivimos en una sociedad con multitud de estímulos donde se prima el aquí y ahora, con tendencia al disfrute y la dopamina, sin valorar el esfuerzo, los procesos y el presente. Nuestras necesidades como adultos no son las de la primera infancia. Durante los más de 20 años al servicio de la educación y sin dejar de investigar, me he dado cuenta de que el adulto que acompaña el crecimiento de una persona es su arquitecto y, cuando esa persona se encuentra en sus tres primeros años de vida, el impacto de lo que hace o dice es crucial.

P. ¿Cómo resumiría por qué son tan importantes los tres primeros años en la vida de un niño?

R. El ser humano se desarrolla a través de la interacción con su entorno desde el útero, donde recibe estímulos esenciales para su maduración neurológica. Al nacer, activa reflejos primitivos que facilitan su supervivencia y desarrollo. La estimulación sensorial, como el contacto físico y el movimiento libre, es clave para la formación de sinapsis y la mielinización. La falta de estímulo puede generar dificultades motoras y cognitivas, creando un círculo vicioso. Durante los primeros tres años, la integración de reflejos primitivos sienta las bases para el desarrollo cognitivo y motor superior.

P. ¿Qué son los reflejos primitivos y cuál es su relación con los trastornos del neurodesarrollo?

R. Los reflejos primitivos son movimientos automáticos presentes en la primera infancia que favorecen el desarrollo del sistema nervioso central. Se integran antes de los 3 años, dando paso a reflejos posturales. Su adecuada evolución es clave para el desarrollo motor, sensorial, emocional y cognitivo. Los problemas en estas áreas pueden estar ligados a alteraciones en la integración de reflejos primitivos. En trastornos del neurodesarrollo, como el TDAH, es común la persistencia de reflejos primitivos, lo que afecta la postura, atención y control de impulsos. Su presencia interfiere en la correcta recepción e interpretación de estímulos sensoriales.

P. ¿Se pueden prevenir estos problemas?

R. Hablar de prevención total es valiente porque, como se ha mencionado, no podemos indicar un origen exclusivo del trastorno. Lo que sí podemos confirmar es que la nueva mirada en atención temprana se dirige a entender los trastornos no como enfermedad, sino como diferencias en el modo de interpretar y procesar el entorno. Si entendemos así las dificultades y nos enfocamos en sus potencialidades más que en sus barreras, e intervenimos como profesionales de forma holística, seremos capaces de optimizar su calidad de vida. En nuestras manos como progenitores responsables está el minimizar el impacto de la falta de estimulación sensorial y privación de experiencias, formándonos y capacitándolos junto a profesionales cualificados. Siempre he pensado que nunca dudamos a la hora de estudiar las instrucciones de ese móvil o esa televisión nueva que hemos comprado para que su funcionalidad sea máxima, pero cuando decidimos “crear vida” no nos preparan lo suficiente. Incluso incluir formaciones sobre neurodesarrollo y crianza en el transcurso del embarazo sería de gran ayuda para empoderar a las familias y conectar desde el primer instante.

P. ¿Qué cuidados necesita la primera infancia para un desarrollo saludable?

R. Los cuidados más importantes que necesita la primera infancia son la adecuada alimentación, presencia real y consciente del adulto que acompaña, con respeto y amor, y, finalmente, la estimulación. Si estas tres variables se dan, el ser humano tendrá su necesidad básica de supervivencia —alimento— cubierta, sentirá que está seguro, protegido, que pertenece a la tribu como ser social y podrá interactuar y comunicarse con el entorno o contexto que le rodea al recibir información del exterior mediante la estimulación.

P. En el momento actual se observa un aumento de niños con problemas de aprendizaje, ¿a qué cree que se debe?

R. Mi opinión al respecto es radical: los trastornos son la inmadurez del sistema nervioso central. El origen es muy diverso y abarca desde circunstancias médicas, como prematuridad, síndromes genéticos o lesiones cerebrales, hasta factores ambientales en los que se ha demostrado una falta de estimulación de determinadas áreas del cerebro. Niños prematuros y de bajo peso, niños sin estimulación o con privación de movimiento libre (abuso de hamacas, sillas de paseo, andadores) o porteos (abuso de mochila o pañuelo). Abuso de dispositivos tecnológicos o tecnología inalámbrica (exposición continuada de radiación electromagnética que agrede al cerebro) y niños con cuadros de trastornos metabólicos. Todas estas son las principales historias clínicas que presencio en el gabinete. El desarrollo cognitivo, que es la punta del iceberg que podemos observar a través de las respuestas y conductas del niño, depende del desarrollo emocional y sensoriomotriz previo, que no existe si se priva al niño de estimulación y experiencias.

P. Hay una tendencia a pensar que es una ventaja que los niños pasen rápido por las etapas del desarrollo motor, ¿esto es un error?

R. Efectivamente, es la tendencia y también uno de los errores más perjudiciales que como adultos responsables podemos cometer. Ponerse en pie sin haber experimentado el suelo, no estar tumbado y levantar la cabeza, no llevarse cosas a la boca, no haber reptado o gateado, entre otras, son habilidades motoras que van a influir en las habilidades visuales y, por tanto, será muy común encontrar dificultades en lectura, escritura o en comprensión lectora a partir de los 7 años. Los niños que no aprenden a coger las cosas y llevárselas a la boca no tendrán la oportunidad de practicar la coordinación mano-ojo y no ejercitarán la visión binocular o fusión; los niños que no gatean no practican la habilidad de mover los ojos desde diferentes distancias (lejos si levanto la cabeza, cerca si la agacho) y, por tanto, podrían desarrollar problemas en la acomodación.