Chupetes digitales o los riesgos dar a tu hijo el móvil para calmar una rabieta
Lo que necesitan los niños para aprender a regular sus emociones, sobre todo las negativas, no es una pantalla, sino alguien con calma que les contenga y les sostenga. Además, acostumbrarles a los dispositivos no ataja su frustración, a largo plazo no funciona y puede hacerles adictos
En su último libro, Cerebro y pantallas (Destino, 2024), la pedagoga experta en neuroeducación María Couso escribe que debido al uso abusivo de las pantallas “estamos creando analfabetos emocionales desde la cuna”. “Siempre digo que para ser adultos funcionales tenemos que ser capaces de reconocer emociones y de regularlas. Estas capacidades se gestan en la infancia. Si lo que hacemos, en lugar de aprovechar las experiencias vitales del día a día para entrenar estas capacidades, es poner pantallas, estamos poniendo trabas para que estos niños sean adultos funcionales el día de mañana”, afirmaba en una entrevista reciente con EL PAÍS. Su opinión la corrobora cada vez más la evidencia científica. Un estudio publicado en junio de 2024 en la revista Frontiers in Child and Adolescent Psychiatry [¿Cura para las rabietas? Asociaciones longitudinales entre la regulación de las emociones digitales de los padres y las habilidades de autorregulación de los niños, por su traducción al español] concluía que el hecho de ofrecer a los niños la pantalla de un smartphone o una tableta como chupete digital para evitar o controlar las rabietas afectaba a las habilidades posteriores de esos menores para controlar la ira. Y cuanto más rutinaria era esa estrategia para apagar las pataletas, más dificultades presentaban para regular sus emociones.
“Nuestro estudio demuestra que si siempre se le da al niño un teléfono móvil cuando está enfadado o frustrado para distraer su atención este no aprenderá a gestionar sus emociones negativas por sí mismo, con un mecanismo de regulación interno, sino que siempre dependerá de un objeto externo para regularlas. Esto, además de debilitar sus habilidades de autorregulación, puede incluso llevar a la adicción al móvil”, explica en declaraciones a este periódico la doctora Veronica Konok, primera autora del estudio e investigadora de la Universidad Eötvös Loránd en Budapest (Hungría). La experta pone el énfasis en la regularidad con la que se utilizan las pantallas como chupete digital: “Lo que está claro es que no debería ser nuestro método habitual para frenar las rabietas”.
Su opinión la comparte Raquel Huéscar, psicóloga perinatal y miembro del Colegio Oficial de la Psicología de Madrid, para quien el estudio demuestra que la del chupete digital es una estrategia “cortoplacista y de pseudorregulación”. “A corto plazo se quedan quietos y, a priori, se calman. A largo plazo, sin embargo, si esto es lo que hacemos habitualmente, se genera un estilo de relación padres-hijos que no va a resolver el problema y que agravará las consecuencias: mayores serán las rabietas, el móvil dejará de funcionar…”, explica.
Huéscar añade que lo que ha demostrado de forma fehaciente la evidencia científica es que lo que necesitan los niños para aprender a regularse emocionalmente no es una pantalla: “Necesitan a alguien que les contenga, que les dé palabras, que les acoja y les sostenga… Un ser humano”. Una reflexión que secunda también Lefa Eddy, del Comité de Promoción de la Salud de la Asociación Española de Pediatría (AEP): “Está claro que es a través de la interacción entre padres e hijos como se va educando al niño ante situaciones frustrantes del día a día. Es a través de la dura labor de los padres como los niños aprenden de qué va la vida, de las dificultades, que no se puede tener todo… Está claro que hay niños que son más difíciles que otros, pero hay que buscar otras maneras para educarlos, porque con el móvil no les enseñamos a lidiar con las frustraciones”.
Para Huéscar, uno de los aspectos más destacables del estudio de Konok es la bidireccionalidad en la regulación emocional que demuestra. “Se observa que en el caso de los menores con un temperamento más complicado es más probable el uso de este tipo de estrategias para intentar regular a los niños —y también para intentar regularse los padres—, y esto hace que, a largo plazo, estos pequeños vayan a peor en este aspecto”, subraya.
Según Konok, este mecanismo de respuesta ante las rabietas provoca que muchas familias entren en una especie de círculo vicioso: más rabietas, más pantallas, peor gestión emocional. “No queremos culpar en absoluto a los progenitores que recurren a este método. Sabemos que hay niños con temperamento difícil (o incluso con trastornos del desarrollo) cuyo comportamiento es muy difícil de gestionar, así que a veces es totalmente comprensible que estos se queden sin ideas, herramientas, y recurran al teléfono o la tableta”. Al respecto, la investigadora reivindica la necesidad de ayuda y apoyo para estas madres y padres: “Hay que enseñarles otros métodos que puedan utilizar para tratar las rabietas del niño y que también sean beneficiosos a largo plazo. En esto, por ejemplo, tendrían un papel importante los psicólogos infantiles”.
En ese sentido, y aun reconociendo que cada niño y situación es diferente, un consejo general para Konok pasaría por no evitar las situaciones que podrían resultar frustrantes para el menor. “En lugar de ello, lo aconsejable sería guiar al niño en las situaciones difíciles, ayudarlo a reconocer sus emociones y enseñarle a manejarlas”, sostiene. Un consejo que comparte Huéscar, que considera que detrás de este recurso rápido al chupete digital está también “la idea latente y errónea” de que hay que erradicar lo antes posible las emociones negativas. “Es todo lo contrario: lo que sería interesante es aprender a convivir con ellas, porque la vida es muy jodida, muy dura, y convivir con las emociones negativas forma parte del aprendizaje y del desarrollo de niños y adultos”, subraya.
Para la psicóloga, lo más difícil para cambiar las dinámicas cuando una familia está metida de lleno en la vorágine rabieta-pantalla es “darse cuenta”: “Cuando uno es consciente de la situación es cuando, de forma creativa y basándonos en las posibilidades de cada cual, será posible encontrar una respuesta, porque no existe una píldora mágica. En todo caso, una cosa está clara: nunca es tarde para cambiar este asunto, nunca”, afirma Huéscar. Según esta experta perinatal, lo único que hace falta es la seguridad y el aplomo para aguantar estoicamente el chaparrón, para estar tranquilos y sostener lo que se viene encima. “Para contener las emociones y que no se desborden hace falta alguien que mantenga la calma en casa. Si alguien es capaz de hacerlo, aunque el otro esté muy nervioso, es una primera manera de decir yo estoy aquí, incluso cuando te pones muy difícil, no es algo inmediato, pero con el tiempo se puede construir algo distinto”.