Disciplina positiva: cuando alejarse de los castigos y los gritos cría a un hijo mejor
Este método requiere esfuerzo, tiempo y dedicación y sus efectos son a largo plazo. No se limita solo a la educación de los niños, también mejora la convivencia familiar
Si existe un flechazo a primera vista es el que sienten los padres y madres al ver por primera vez a su bebé. En el momento en el que le cogen en brazos se establece entre ellos una conexión única y aparece el deseo de protegerle y quererle con locura para siempre. Un bebé al que poco a poco van conociendo, a cuyas necesidades se van adaptando y que crece a pasos agigantados. Y, de repente, se convierte en un niño o niña que ...
Si existe un flechazo a primera vista es el que sienten los padres y madres al ver por primera vez a su bebé. En el momento en el que le cogen en brazos se establece entre ellos una conexión única y aparece el deseo de protegerle y quererle con locura para siempre. Un bebé al que poco a poco van conociendo, a cuyas necesidades se van adaptando y que crece a pasos agigantados. Y, de repente, se convierte en un niño o niña que empieza a querer hacer las cosas a su manera, a explorar el entorno, tiene sus berrinches y llegan así los primeros problemas.
Los progenitores deben tener muy presente que a medida que su hijo crece sus necesidades irán cambiando. Aunque vaya a seguir precisando cuidados y amor como cuando era un recién nacido, también requerirá que se le ayude a entender el mundo que le rodea, a adquirir rutinas y responsabilidades y a respetar las normas y los límites que se establezcan. Y es en ese preciso momento en el que las familias empiezan a plantearse cómo quieren educar a su hijo, la forma en la que desean dar respuesta a sus emociones o hacer frente a los conflictos.
Elegir el método de crianza basado en la disciplina positiva permite a los niños sentirse seguros acerca de cómo actuar y hace que se sientan acompañados. Además, consigue que los padres no les juzguen por sus comportamientos desafiantes y desajustados, conductas que, en ocasiones, les llevan a perder los nervios. Una educación consciente que ayude al niño a reducir la frecuencia e intensidad de las rabietas, gestionar de forma correcta las desavenencias y poder hacer frente a emociones tan complejas como la rabia, el miedo o la frustración sin castigos ni gritos.
La disciplina positiva es un estilo educativo que ayuda a criar desde una perspectiva firme y tranquila al mismo tiempo. Teniendo en cuenta las necesidades del menor en cada momento evolutivo, sus capacidades y dificultades. Un acompañamiento educativo centrado en la comprensión y el respeto mutuo que asegura un desarrollo físico, emocional y social adecuado. Educar en positivo no significa que el niño pueda hacer lo que le apetezca en cada momento o que no tenga responsabilidades. Cuando se habla de este método se habla de amor y respeto, pero también de orden y disciplina. De unos límites y unas normas bien establecidos y consensuados y unas consecuencias lógicas y naturales cuando estos no se cumplan. Mostrando desaprobación cuando el comportamiento no sea acertado pero sin dejarse llevar por el impulso de amenazar o etiquetar.
Un método que requiere esfuerzo, tiempo y dedicación en el que se obtienen resultados a largo plazo y que no se limita únicamente a la educación de los niños, sino que mejora también la convivencia familiar.
¿Por qué debemos educar en positivo?
- Ayudará a los niños a que se sientan queridos, valorados e importantes dentro de su núcleo familiar percibiendo que se tienen en cuenta sus necesidades, gustos, inquietudes o deseos. Este sentido de pertenencia le permitirá construir una autoestima sana y robusta y sentir que crece en un lugar seguro.
- Este es un método que fomenta la conexión y empatía entre padres e hijos y que permite educar desde la calma y la comprensión sin juicios de valor o etiquetas que dañen la relación, reduciendo así los niveles de estrés y el número de conflictos.
- Este tipo de educación ayuda a los niños a desarrollar un mayor autocontrol de sus conductas, previniendo así posibles problemas de comportamiento. Aprendiendo habilidades sociales y de vida que les ayuden a dar respuesta a los desafíos que les regalará a diario la vida y a considerar el error como parte imprescindible del aprendizaje.
- Favorecerá, además, una comunicación afectiva y una escucha activa. Un lenguaje positivo y respetuoso que facilite establecer conversaciones fluidas donde todos los miembros de la familia puedan expresar con libertad aquello que sienten o necesitan. Buscar soluciones conjuntas a los conflictos de forma pacífica y con cordialidad y premiar el esfuerzo que hacen para poder conseguir lo que desean.
- Una educación que permitirá a los padres y madres estar presentes y disponibles, regalándoles todas las muestras de afecto que necesitan para sentir que sus hijos crecen felices. Una relación basada en el amor incondicional repleta de besos, abrazos, miradas cómplices y palabras que alienten a ser cada día un poco mejor.
Educar en positivo significa educar sin tener que recurrir a los gritos, las humillaciones y las amenazas. Conociendo y entendiendo cómo se sienten, piensan y reaccionan los niños teniendo en cuenta la etapa evolutiva por la que transitan. Con amabilidad y firmeza, ofreciendo la estabilidad y la seguridad que necesitan para crecer seguros. Como afirmaba psicóloga y educadora Jane Nelsen: “Los niños están más dispuestos a seguir las reglas que ellos mismos han ayudado a establecer”.
*Sonia López es maestra, psicopedagoga y divulgadora educativa. Madre de dos adolescentes.
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