Padres sobreprotectores o el riesgo de criar hijos inseguros, miedosos y dependientes
Las consecuencias de atar en corto a los niños es que no reconozcan sus emociones o que les cueste asumir el fracaso. Los progenitores deben fomentar su autonomía de forma que sean personas capaces
Una de las cosas más difíciles en la educación de los hijos es educarlos sin sobreprotegerles. Encontrar el equilibrio perfecto entre el control y la libertad a la hora de acompañarles en su crecimiento. A nadie le gusta ver sufrir a un hijo, por eso muchas veces no se les deja que se frustren, estén tristes o hagan frente a las dificultades sin ayuda. En muchas ocasiones, se les protege cuando no lo necesitan sin dejarles tomar sus decisione...
Una de las cosas más difíciles en la educación de los hijos es educarlos sin sobreprotegerles. Encontrar el equilibrio perfecto entre el control y la libertad a la hora de acompañarles en su crecimiento. A nadie le gusta ver sufrir a un hijo, por eso muchas veces no se les deja que se frustren, estén tristes o hagan frente a las dificultades sin ayuda. En muchas ocasiones, se les protege cuando no lo necesitan sin dejarles tomar sus decisiones con libertad o hacer las cosas a su manera. ¿Cuántas veces los padres y madres han hecho algo por ellos que eran totalmente capaces de hacer sin supervisión? El día a día está lleno de situaciones en las que se puede observar que cuesta mucho fomentar la autonomía y confiar en ellos para que actúen con libertad.
Recuerdo que mi hijo mayor empezó a caminar a los 13 meses. Ahora soy consciente que no lo hizo antes porque allí estaba mamá para ofrecerle su mano constantemente, evitando que se tropezase con algún escalón, resbalase o chocase con algún mueble. Él estaba preparado para andar mucho antes, pero mi excesiva vigilancia no se lo permitió. Seguramente también estaba preparado para comer solo, hacerse responsable del orden de su habitación o controlar su agenda de las tareas del colegio sin que mamá o papá tuviesen que ayudarle.
Los padres con tendencia a sobreproteger sufren con cada nuevo paso que da su hijo a medida que va creciendo. Para ellos, el primer día de la escuela infantil, las primeras convivencias del colegio o un mal resultado académico pueden convertirse en situaciones muy complicadas de gestionar.
Educan acompañados por la culpa y el miedo, una culpabilidad que, a menudo, va acompañada de pensamientos alarmistas y que no da respuesta a las necesidades reales de cada momento. Con la mejor intención de cuidar y proteger, ejercen una atención desorbitada sobre sus hijos y no les dejan que vayan construyendo su propio camino por miedo a que las cosas no les salgan bien. Necesitan tenerlo todo controlado y acostumbran a exagerar los riesgos y a infravalorar las capacidades de sus hijos para actuar con independencia, a veces condicionados por las experiencias vividas por ellos mismos.
Tienden a educar con pocas normas y límites que a menudo se saltan, ceden a las demandas y exigencias de forma inmediata, dan muchas recompensas y solucionan los problemas de sus hijos, evitando que se frustren creyendo que así estos serán mucho más felices. No permiten que piensen, actúen o decidan con libertad, temerosos de que sus elecciones no sean las adecuadas. Esta sobreprotección puede fomentar que los niños se conviertan en personas inseguras, muy dependientes y miedosas, con pocas habilidades para hacer frente a las adversidades que les regalará la vida a diario, para confiar en ellos mismos y construir una fuerte autoestima y una relación positiva con los demás. Serán niños perezosos a la hora de esforzarse, ya que estarán acostumbrados a que les den todo aquello que desean, con poca creatividad y enormemente críticos y exigentes con los demás.
Sobreproteger a un niño es desprotegerlo, impedir que desarrolle las habilidades y haga uso de los recursos necesarios para hacer frente a los infortunios y situaciones diarias. Supone un ataque a su capacidad de aprender, hacerse independiente y desarrollar su autonomía y autorregulación. Privarle de la experimentación libre, de probar las cosas mediante ensayo y error, de ir consiguiendo pequeños logros habiendo tropezado en numerosas ocasiones.
Hay que dejar que los niños prueben, se sientan libres y aprendan de sus propias experiencias. Que se equivoquen y vivan el error de forma natural y como algo imprescindible para avanzar. Contagiándoles a diario una visión positiva del intento y el esfuerzo, entrenándoles a ser flexibles ante los imprevistos, encorajándoles a ser cada día un poquito mejor y regalándoles la libertad que tanto necesitan. Fomentando el diálogo, el sentido de la responsabilidad y ofreciéndoles todo el nuestro apoyo sin condición. Dejándoles ser tal y como son, facilitándoles crecer, eligiendo con autodeterminación sus gustos y aficiones, caer y levantarse sin ayuda. Empoderándoles, dejándoles que se desenvuelvan solos, generando oportunidades para entrenar la valentía y acompañándoles con grandes dosis de afecto, paciencia y respeto. Los besos, abrazos y palabras que les animen serán esenciales para poder crear un buen autoconcepto.
¿Por qué no se debe sobreproteger en la crianza?
1. Si se sobreprotege a los hijos estos sentirán que no son capaces de hacer o de conseguir aquello que se proponen. Que no se confía en sus habilidades y capacidades, que no van a alcanzar aquello que se propongan sin ayuda. Dañando seriamente su autoestima y haciéndoles sentir pequeños y débiles.
2. Los padres harán que vean los tropiezos y los errores como un gran drama, como algo que deben esconder o disimular. Como amenazas y no como ocasiones para mejorar, para avanzar y aprender.
3. Serán personas dependientes, insatisfechas y miedosas que no serán capaces de gestionar su propia vida, marcarse objetivos ambiciosos ni resolver sus problemas, ya que siempre habrá alguien que lo hará por ellos. Con una nula autonomía que no les permitirá desarrollarse de forma armónica y completa.
4. Los niños sobreprotegidos mostrarán muchas dificultades para identificar sus emociones, gestionarlas y expresarlas correctamente y tendrán una dependencia emocional de sus padres. No sabrán cómo hacer frente a la tristeza, la desilusión o la frustración y, a menudo, se mostrarán ansiosos, desafiantes e irritables.
Paulo Freire, pedagogo y filósofo brasileño, afirmaba: “La educación es libertad”. Así que alentemos a los niños a explorar, a ir construyendo su espíritu crítico, a aceptar los errores como grandes maestros. A tomar decisiones y responsabilizarse de todo aquello que deciden.
*Sonia López es maestra, psicopedagoga y divulgadora educativa. Madre de dos adolescentes.
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