Un vídeo viral compara la educación de antes con la de ahora: los expertos contestan
La ‘tiktoker’ Nuria Casas confronta con humor cómo se corregía a los alumnos hace 30 años y en la actualidad. Psicólogos y educadores debaten sobre la utilidad de los exámenes y si estos determinan o no el desarrollo educativo de niños y adolescentes
Que el mundo ha cambiado en los últimos 30 años es una obviedad. Lo ha hecho en muchos aspectos y, entre ellos, si hay algo que no escapa a esta evolución es la educación. ¿Cómo ha cambiado en estas décadas? Y lo más importante: ¿en qué cuestiones? Recientemente, un vídeo elaborado por la tiktoker Nuria Casas —que tiene 1,2 millones de seguidores en esta plataforma y otros ...
Que el mundo ha cambiado en los últimos 30 años es una obviedad. Lo ha hecho en muchos aspectos y, entre ellos, si hay algo que no escapa a esta evolución es la educación. ¿Cómo ha cambiado en estas décadas? Y lo más importante: ¿en qué cuestiones? Recientemente, un vídeo elaborado por la tiktoker Nuria Casas —que tiene 1,2 millones de seguidores en esta plataforma y otros 430.000 en Instagram— se hizo viral por su parodia sobre una de las cuestiones que más afecta a padres, profesores y alumnos: las evaluaciones.
Como en cualquier caricatura, la influencer, que también es madre y antes trabajó como educadora infantil, exageró ambas posturas. En su papel de profesora de antaño suspendía a los alumnos por todo. Por ejemplo, medio punto menos por cada falta de ortografía, incluidas las tildes. En cambio, en su rol de maestra de hoy empezaba a dudar hasta sobre el color que debía utilizar para corregir, descartando, por ejemplo, el rojo por ser demasiado agresivo y ofensivo y llegando a poner un 10 a un alumno por dejar el folio en blanco, algo con lo que, según ella, “ha querido expresar así su disconformidad con el mundo”.
Con estas situaciones hilarantes, Casas pretendía, desde el humor, llamar la atención sobre el exceso de permisividad que existe en la actualidad, según ella, en la enseñanza. El vídeo se publicó el 27 de octubre y tuvo miles de comentarios y más de tres millones de visualizaciones. Tras esa entrega, ha seguido con el tema. Por ejemplo, en una publicación del 11 de noviembre se centra en las excusas que los alumnos ponían antes y ponen ahora cuando no se hace un trabajo de clase.
La psicóloga infantil Carmen Romero opina que estas parodias ensalzan con humor los dos extremos en la educación: “Está claro que es importante encontrar un equilibrio donde se combine el respeto por el alumno y, al mismo tiempo, se puedan identificar sus carencias para impulsar su desarrollo”. La experta hace hincapié en que no tiene ningún sentido humillar a un niño pequeño esperando que así aprenda y evolucione. Pero “es imposible que avance si no identificamos las dificultades y acompañamos hacia la mejoría”, añade.
Para Romero, lo que consigue el vídeo sobre el profesorado es hacer reflexionar al adulto sobre lo que pasaba antes y lo que se puede dar en la actualidad en las escuelas: “Sin embargo, lo que realmente nos interesa es poder llegar a un equilibrio que nos permita potenciar el desarrollo del menor, mejorar su autoestima, mientras vaya adquiriendo conocimientos y desarrollándose a nivel cognitivo de una manera más completa”.
Mercedes Gil, directora del colegio British Montessori de Murcia, es de la opinión que en el vídeo los dos enfoques, cómo se evalúa ahora y antes, hablan de lo mismo: “La necesidad de puntuar al alumno frente a unos estándares como si de un producto industrial se tratase. Una labor de juez que premia y castiga. En el fondo, que alguien continúe corrigiendo exámenes así en pleno siglo XXI es bastante triste”.
Para la educadora, esta forma de evaluar sirve solamente para clasificar en un esquema competitivo y seleccionar a los que mejor realizan una tarea predeterminada. “Premios y castigos consiguen de forma temporal controlar la conducta, pero sin una reflexión, sin explicación, sin entender por qué hemos fallado y cómo hacerlo mejor, nunca se producirá un aprendizaje productivo”, asegura. “Durante el Imperio Británico, las colonias de ultramar debían recaudar los impuestos y organizar las importaciones para enviarlos a Londres”, prosigue Gil. “La Corona se ocupó de formar a sus funcionarios, cuya educación básica era en las cuatro operaciones aritméticas (libros de contabilidad), lectura y escritura (informes y censos), a las que luego se irían añadiendo otras asignaturas como Geografía e Historia (para moverse por el mundo físico y mental), lenguas... De esa época hemos heredado el tipo de colegio que aún hoy pervive”.
Sin embargo, y según relata, “a poco que te muevas por el entorno profesional actual, resulta evidente que lo que se necesita son competencias muy diferentes: las llamadas soft skills (trabajo en equipo, resiliencia, flexibilidad, liderazgo…), capacidades comunicativas, resolución de problemas, iniciativa… Es decir, diametralmente opuesto a la clase de sanción de la evaluación tradicional, que reduce a las personas a un número en una lista”. “Tenemos exámenes oficiales que otorgan un título y preparamos muy concienzudamente para ellos, pero no son el centro del aprendizaje”. Gil asegura que se podrían hacer otras cosas que educan para la vida en el aula, y señala por ejemplo debatir, investigar o resolver problemas colaborando. “Otro ejemplo: los alumnos pueden evaluarse entre ellos y, haciéndolo, aprenden muchísimo, no solo sobre la materia, sino también sobre cómo tratar a otras personas. Cómo no etiquetarlas. Cómo respetarlas”.
Alberto Royo, profesor de Música en un instituto de Estella (Navarra) y autor de libros como Contra la nueva educación, cree que, de modo general, si se piensa en la etimología la palabra examen hacía referencia a la aguja de una balanza: “Examinarse sería, pues, algo similar a pesarse o medirse. Si esto se hace con los niños de seis años, no veo el problema en medir su evolución, no solo física sino también intelectual. Obviamente, se ha de tener en cuenta la edad. Pero cualquier actividad que se hace en clase puede servir para examinar, analizar, indagar u observar al alumno, tenga este seis años o 30″.
Entrando en la cuestión de los exámenes de ayer y hoy, continúa Royo, lo primero que se debería hacer es dejar de considerar las estrategias, medidas educativas o herramientas pedagógicas según sean antiguas o recientes: “Debemos buscar la eficacia respecto a lo que queremos lograr. Así como hay libros, películas o canciones que soportan mal el paso del tiempo hay otras que se han convertido en clásicos. Y esto ha ocurrido porque resultan apreciables en cualquier contexto. En la enseñanza, esta ha de ser la premisa”. Para el experto, el examen nunca ha dejado de ser un medio magnífico: “Sirve para valorar el nivel de conocimientos adquiridos por un alumno; para detectar sus dificultades, paso previo a la búsqueda de soluciones a las mismas; para contribuir a su formación a través del análisis de los errores cometidos o favorecer su motivación”, analiza. Además, prosigue, “hay evidencias que demuestran que esta está vinculada con el logro, con ejercitarse intelectualmente”.
Royo añade que si existe un examen mal planteado o diseñado, que no se ajuste a los contenidos trabajados o al nivel, no será eficaz, como no lo suele ser si el alumno se encuentra en una situación de estrés: “Pero en este caso, lo que se ha de solucionar es la situación y no eliminar la prueba que lo evalúa”.
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