El malo es el parque infantil
Hemos vuelto a la casilla de salida de la primera ola: el ayuntamiento de Vitoria ha suspendido su parque de Navidad para controlar la transmisión de covid
Hemos vuelto a la casilla de salida de la primera ola: el ayuntamiento de Vitoria ha suspendido el Parque Infantil de Navidad para controlar la transmisión de covid. De nuevo, los espacios infantiles están en el punto de mira. Porque no vayamos a tocar un estadio de fútbol, un concierto multitudinario o las compras navideñas… Resulta que el bicho prefiere lugares de juego infantil.
Entiendo que, además del parque infantil,...
Hemos vuelto a la casilla de salida de la primera ola: el ayuntamiento de Vitoria ha suspendido el Parque Infantil de Navidad para controlar la transmisión de covid. De nuevo, los espacios infantiles están en el punto de mira. Porque no vayamos a tocar un estadio de fútbol, un concierto multitudinario o las compras navideñas… Resulta que el bicho prefiere lugares de juego infantil.
Entiendo que, además del parque infantil, cerrarán los bares de copas y el ocio nocturno y, por supuesto, no podremos estar en un centro comercial o de tiendas. Entiendo, también, que como ya no se puede ir a un parque infantil, tampoco se volverá al cole en enero, no se podrá ir a una fiesta de cumpleaños, a cenar a un restaurante ni llenar cines y teatros… Salvo que, en el fondo, solo sigamos prohibiendo lo que no interesa, o lo que menos dinero genera: porque al parque infantil no, pero al fútbol sí, o a los toros, o a pegar saltos en un concierto rodeado de gente. Al parecer, cuando pagas entrada el peligro disminuye
Prohibieron los parques infantiles cuando todo era nuevo, incierto, sin vacunas ni suficientes barreras para todos, cuando los recursos escaseaban en general y muchas decisiones se improvisaban. Y luego, cuando la supuesta normalidad se instauró, fueron los espacios donde más se retrasó la reapertura, como si generasen mayor desconfianza que otros.
Y así llegamos hasta la sexta ola y nos encontramos con un deja vú en el que vuelven a prohibir su uso justo cuando comienza la vacunación infantil. ¿Poner límites, aforo u horarios? No ¿Hacer un aforo limitado y ampliarlo según avanza la vacunación infantil? Tampoco. En vez de eso, de esforzarnos para que se pueda asistir aunque sea con restricciones, se vetan sin más.
De nuevo, la infancia y sus intereses quedan relegados. Mientras que los adultos podemos quitarnos la mascarilla para cenar en un local cerrado, nuestros infantes no pueden ir a jugar o tirarse por un tobogán. ¿Será porque no tienen pasaporte covid?
Veamos datos sobre confinamientos en centros educativos del País Vasco: según los últimos publicados, a 16 de diciembre, se ha pasado de 307 aulas confinadas a 277, lo que equivale a 1,5% del total. Pero el parque se cierra.
¿Y qué pasa con los contagios por grupos de edad? Es cierto y preocupante, y una mala noticia, que los niños y niñas de cero a nueve años acumulan una incidencia superior a 1.700 casos por 100.000 habitantes de su rango de edad. Pero las cifras tampoco son boyantes para el resto; el grupo de 40 a 49 años acumula una incidencia de 1.494 casos, y se ha disparado la incidencia en el grupo de 20 a 29 con más de 1.600 casos. Debe ser que sus quejas se oyen mucho más que el llanto o las pataletas de niños y niñas que se quedan sin lugares de ocio. Al fin y al cabo, no hacen huelgas, no pueden votar y no tienen Twitter.
Un parque infantil es un sitio donde la infancia se siente infancia, donde además se puede tener espacio para jugar con seguridad tanto solo, como con otros niños y niñas, y, sobre todo, donde la infancia se desarrolla de forma global a nivel social cognitivo y afectivo.
Pero este desarrollo parece que importa menos que otros, volviendo a la casilla de salida ante el pensamiento de algunos adultos que deben creer que “los menores”, son esos seres irresponsables que lo primero que harán en un parque infantil será quitarse la mascarilla y babearse todo lo que puedan, sin ningún control. O, quién sabe, a lo mejor se tiran unos encima de otros desoyendo a sus padres porque como son niños todo vale.
Y después de pensar en todo esto, te das cuentas de que los espacios infantiles han sido fundamentales en la pandemia, que los colegios y escuelas han sido fundamentales en la pandemia, y que los niños y niñas de este país empezaron con restricciones, sin vacunas, asistiendo al colegio, asumiendo su rol y tirando para adelante. Pero, sin embargo, ¿cómo les recompensamos? Dándoles un portazo en las narices.
¿Os imagináis que hubiese sido al revés y que hubieran prohibido ir al fútbol y a un concierto y hubieran abierto el parque infantil? No, seguro que no. Quizás ese es el problema.
*César de la Hoz es experto en modificación de conducta, acompañamiento terapéutico, mediación y resolución de conflictos.
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