Cómo sanar nuestro ‘niño interior’ para ser mejores padres

Antes de poder ser buenos progenitores debemos autorregular nuestro mundo interior, de lo contrario proyectaremos en nuestros hijos lo que no hemos curado en nosotros

Un padre disfruta con su hija.Caroline Hernández

Es fácil enseñar a un hijo a atarse los cordones de los zapatos, a cepillarse los dientes, a hacer cosas rutinarias, pero ¿es fácil educar en una relación sana si nosotros no nos hemos curado de posibles heridas que tenemos en el pasado, es decir si no hemos curado a nuestro niño interior? Lo mejor, según todos los expertos, es no proyectar tus errores en tus hijos sin embargo, eso, ¿cómo se hace?

En el libro El niño emocional que habita en ti (Luciérnag...

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Es fácil enseñar a un hijo a atarse los cordones de los zapatos, a cepillarse los dientes, a hacer cosas rutinarias, pero ¿es fácil educar en una relación sana si nosotros no nos hemos curado de posibles heridas que tenemos en el pasado, es decir si no hemos curado a nuestro niño interior? Lo mejor, según todos los expertos, es no proyectar tus errores en tus hijos sin embargo, eso, ¿cómo se hace?

En el libro El niño emocional que habita en ti (Luciérnaga) la autora, conferenciante y psicoterapeuta canadiense Marie-Lise Labonté, creadora del Método de Liberación de las Corazas MLC © y de una técnica llamada Imágenes de transformación IT ©, explica en detalle qué es el niño interior herido y da soluciones prácticas para entablar este contacto con nosotros mismos, creando así unos padres positivos interiores convirtiéndonos en mejores para nuestros hijos.

“Atender al niño interior permite sanar la herida fundamental de nuestra personalidad y nos da una mayor capacidad y fuerza para amar”, explica Labonté. “Antes de poder ser buenos padres debemos autorregular nuestro mundo interior, de lo contrario proyectaremos en los hijos lo que no hemos sanado en nosotros”. “Por esto, es tan importante que los padres hagan su propio trabajo personal para poder acompañar a sus hijos acogiéndolos sin sentirse culpables, sin juzgarlos y con amor porque el amor sana”, explica.

En qué consiste el niño interior

La dimensión del niño interior es universal “ya que todos tenemos un aspecto infantil en nuestra mente inconsciente, una parte de nosotros que no ha crecido, que sigue siendo como un niño porque no ha seguido nuestro crecimiento de adulto con nuestras estructuras, misiones parentales; que se ha quedado pegado a su herida fundamental y espera que lo cuidemos”. El arquetipo, sostiene, Labonté, “es una representación en el universo de un modelo muy poderoso que influye a todos en nuestro inconsciente”. Por ejemplo, explica, “cuando un adulto que fue maltratado trabaja para una asociación de niños vejados seguramente sea porque eso le ayuda de forma inconsciente a sanar las heridas de su niño interior”.

El doctor Carl Jung, médico psiquiatra, psicólogo, ensayista suizo, figura clave en la etapa inicial del psicoanálisis y fundador de la escuela de psicología analítica, fue uno de los primeros en identificar el arquetipo del «Niño Interior», definiéndolo como “el símbolo de la parte de la personalidad que quiere desarrollarse y llegar a ser todo. El niño interior en nosotros es la suma de todas las representaciones agradables y desagradables”. Para Jung, este arquetipo es ante todo uno de sanación, que nos pone en relación con nuestra alma, que nos va a guiar, que curará al adulto dentro de nosotros, haciendo don de su juventud, su capacidad de alegría, de espontaneidad, como la naturaleza mágica divina de un niño. Y dentro del niño interior, Jung también identifica un Niño Interior Divino a la vez que un Niño Herido.

El primero, según el psiquiatra “es la suma de las experiencias de nuestra infancia y también es el vínculo con nuestra alma, con toda su sensibilidad y riqueza, el que nos ayuda a relacionarnos con nuestro potencial de sanación y el segundo (herido) es la suma de las heridas sufridas en la infancia que como adultos podemos expresar sin reconocerlas”. Por ejemplo: enfurruñarse, aislarse, esconderse, ser duro, ser mezquino, ser tiránico... “Estas son características del niño interior herido”, continúa Labonté, “que no está sanado, que no ha crecido, que no ha transmutado, que ha permanecido como un niño pequeño en nosotros, que se esconde en lugares de nuestro cuerpo y nos manipula a nuestro pesar expresándose de forma emocional de modo que nos sorprende como adulto, hasta decir: nunca pensé tener una reacción tan infantil, e incluso las personas alrededor me comentarán: “Dios mío, reaccionaste como un niño, ¿qué te pasa?’”.

Cómo se expresa el Niño Interior

“En general, no solemos hacerle mucho caso”, sostiene Labonté. “Pero él sigue hablándonos de muchas maneras a través de síntomas físicos, emocionales, mentales e incluso espirituales. A nivel físico el adulto, por ejemplo, puede sufrir enfermedades autoinmunes entre otras”, sostiene la terapeuta. “Se expresa a través de las emociones: hipersensibilidad emocional, pobreza emocional, extremos, manipulación emocional… Por ejemplo: alguien que está constantemente dirigido por una cólera, una agresividad a menudo es una expresión del niño emocional herido”. El niño intenta expresar sus necesidades emocionales no obstante, recuerda Labonté, “el adulto las juzga, no quiere reconocerlas porque quiere depender del otro; el adulto, como cuando era joven, siempre espera a que el otro satisfaga sus necesidades emocionales, el otro pueden ser sus hijos, sus abuelos, sus padres si todavía están vivos, o su cónyuge, sus amigos, esperar a que el otro satisfaga nuestras necesidades emocionales es un sinfín”.

¿Qué hacer?

  • Escucharnos. “Si no estoy en una relación de escucha con la parte dentro de mí que grita, el niño emocional que chilla, que ha perdido la confianza, que incluso tiene miedo de que yo siendo adulto lo traicione, ya que fue traicionado; hay que entablar una relación con él, escucharlo, e ir a su encuentro progresivamente, es todo un proceso”, advierte Labonté.
  • Observarnos. “En nuestra vida podemos ver nuestras reacciones infantiles, o si cuando hay algún acontecimiento o palabra de alguien me enfado, indago en qué áreas de mi vida reacciono de manera infantil: ¿Amo de forma infantil? ¿Acaso estoy enfurruñado o entro en estado de mutismo?”, añade.

Labonté sostiene que el problema de “las repeticiones de la herida, el hecho de que inconscientemente me haya separado de mi niño interior herido, me aleja de mi herida fundamental creando falsas personalidades para adaptarme y sobrevivir, he escondido en mi inconsciente lo que duele, y sigue allí… Este es el rol del niño interior: hacernos volver a contactar nuestra herida y por esto mismo nos da tanto miedo ir a contactarlo”.

Existen varios tipos de Heridas Fundamentales.

“La herida es lo que recibimos a través de lo transgeneracional y nos afecta en nuestra relación, con nuestros padres, con la vida, implican unas necesidades afectivas a las cuales uno mismo debe responder”, explica la terapeuta.

  1. El abandono. Aunque los padres estén presentes en realidad están ausentes, y el niño deberá desarrollarse sin modelo familiar, sin modelo con un vacío interior que más adelante puede llevarlo a compulsiones en la vida adulta. El antídoto para esto es “darme, procurarme seguridad”.
  2. El rechazo. Los padres están presentes, pero por algún motivo lo rechazan. Por ejemplo querían un niño o una niña y tienen un hijo del sexo contrario o simplemente no quieren al hijo que han traído al mundo. O bien otro ejemplo muy duro para un niño una de las figuras parentales rechaza al hijo: un niño no reconocido por su valor, a quien solo se le reconocerá cuando se parezca a otro hermano, o cuando estudie tal o tal cosa. El antídoto aquí sería la acogida.
  3. Maltrato/Abuso/Humillación. Se da cuando se aplasta, se anula al niño, se le trata como un cero a la izquierda, se le dice que no vale nada. El antídoto sería la benevolencia.
  4. Traición. El niño en toda su inocencia y belleza se confía a sus padres y ellos a sus espaldas expresan lo contrario de lo que le dicen a él. El antídoto sería el de la confianza.
  5. Injusticia. Ocurre cuando en una familia se prefiere a uno o dos hijos y el tercero se convierte en víctima o chivo expiatorio, y le dicen “es por culpa tuya que todo va mal” una pura injusticia. El antídoto sería la equidad.
  6. No reconocimiento. Cuando el niño no se siente reconocido, querido, importante en su familia. El antídoto sería el reconocimiento.
  7. Tipos de niños interiores que pueden aparecer en un adulto
  8. El que manipula. Ocupa mucho espacio en la vida de los otros expresándose a través de conductas infantiles que es incapaz de manejar.
  9. El que no habla. Ha cerrado toda comunicación verbal. Se expresa a través de un mutismo, parece enfadado y el silencio es su forma de expresarse, se calla. Incluso a veces el adulto que tiene un niño mudo reaccionará en su vida adulta como este niño interior que expresa su herida estando en silencio.
  10. El niño rey. El que lo domina todo, mimado, que va a pedirlo todo, manipulador. Su herida se expresa por la omnipotencia: soy yo quien domina, es su modo de expresar su sufrimiento.
  11. El indiferente. Cuando vais a vuestro mundo interior a conocerlo, él os da la espalda, no quiere saber nada de vosotros porque ha perdido la confianza, es un niño que ha sido traicionado en su infancia, ha sufrido heridas de traición, de pérdida de confianza.
  12. El muerto. Es el que ha sufrido tanto que simplemente ha muerto; y el amor le ayudará a renacer por lo que dependerá del proceso de cada uno pero puede renacer.
  13. El que está en una jaula, encarcelado. A menudo este niño está acompañado por otro niño que lo mantiene encarcelado por temor a que le maltraten aún más. En realidad son reacciones muy primitivas.

¿Cómo establecer una relación con este niño?

El encuentro con el niño interior, sostiene la terapeuta, “ocurre a partir del dialogo con el inconsciente, sea cual sea el método escogido, mientras permita contactar el Inconsciente será bueno; los que no permitan este diálogo con el Inconsciente serán puramente un ejercicio mental. Mi método, el Método de Liberación de las Corazas MLC © -es psicocorporal, utiliza el cuerpo para entrar en contacto con la psique y las emociones”. “El cuerpo no miente, es la sede del Inconsciente. A menudo con el MLC© la gente puede de forma espontánea encontrarse con su Niño Interior porque está allí escondido detrás de sus caparazones, las protecciones que el adulto ha erigido para no sentir el dolor….Y en MLC© aflojamos dichas protecciones, les damos una respiración y de pronto el niño aparece porque quiere ser reconocido por el adulto que lo lleva dentro. Lo va a ayudar a que no use los síntomas como forma de expresión, lo va a ayudar a sanarse”, explica Labonté.

El adulto que se ha sanado 

La neurociencia ha explicado siempre “la importancia de los primeros años del cerebro para un correcto desarrollo en todos los niveles: cognitivo, lenguaje, motor, etc.”, explica Labonté. Pero, continúa, “hay una parte fundamental que son las emociones: un bebé que no es querido sufrirá de tal manera que será un adulto problemático. Se manifestará con ira, cólera, manipulación, incluso de manera inconsciente”. 
 
Así funciona la proyección: los padres van a proyectar sobre sus hijos sus heridas, inconscientemente los van a crear a su imagen; por eso siempre recuerdo en mis seminarios: “Empieza por sanarte a ti mismo y luego tus relaciones con tus hijos cambiarán y mejorarán”, sostiene. 
 
“Nuestra sanación depende de nuestra capacidad a ser buenos padres para nosotros mismos. A menudo arrastramos la influencia de nuestros padres, en las dificultades que nos han transmitido, sus condicionamientos, su mirada sobre la vida y utilizamos los padres negativos, o como lo ha llamado el doctor Carl Jung el complejo parental negativo interior”, concluye. 
 

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