María Llopis: “Criar es enseñar a otro ser humano a cuidar de sí mismo y a cuidar de los otros”

A través de conversaciones en las que se dibujan diversos “modelos” de maternidad y crianza, la autora nos invita en ‘La revolución de los cuidados‘ a reflexionar acerca de cómo maternamos hoy

María Llopis (1975) nos invita en 'La revolución de los cuidados' (txalaparta) a reflexionar acerca de cómo maternamos hoy. Ismael Llopis

A través de interesantes conversaciones en las que se dibujan diversos “modelos” de maternidad y crianza, María Llopis (1975) nos invita en La revolución de los cuidados (txalaparta) a reflexionar acerca de cómo maternamos hoy, que aparentemente tenemos mejores condiciones sociales y económicas que nunca. En ese “aparentemente” habita la duda de s...

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A través de interesantes conversaciones en las que se dibujan diversos “modelos” de maternidad y crianza, María Llopis (1975) nos invita en La revolución de los cuidados (txalaparta) a reflexionar acerca de cómo maternamos hoy, que aparentemente tenemos mejores condiciones sociales y económicas que nunca. En ese “aparentemente” habita la duda de si realmente se puede cuidar de forma saludable en un sistema capitalista en el que lo productivo prima sobre lo reproductivo. “Vivimos en una sociedad en la que los cuidados están devaluados a todos los niveles”, dice Llopis. También nos muestra esas realidades situadas en los flancos del concepto de lo materno que nuestra sociedad ha construido y que nos acercan a cuestiones como el poliamor, los centros de acogidas de menores, la prostitución, el negocio de la reproducción o el racismo. Una polifonía de sentires y vivencias que reclaman su espacio y demuestran que eso de cuidar(nos) es un acto revolucionario.

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PREGUNTA: ¿Por qué cuidarnos es un acto profundamente revolucionario?

RESPUESTA: Porque vivimos en una sociedad en la que los cuidados están devaluados a todos los niveles. Como dice la abogada Marta Busquets en una de las entrevistas, se habla de la romantización de la maternidad, pero lo que realmente está romantizado es el mercado laboral. Si te coges un año o dos de excedencia para criar a tus hijos, para poder cuidarles y poder pasar tiempo con ellos en los primeros años de su vida, la sociedad te penaliza y te señala porque se supone que hay que volver a trabajar lo antes posible. Como si el único lugar de realización fuera el mercado laboral. Como si la realidad no fuera que la mayoría de personas tienen trabajos precarios que no les realizan en absoluto.

Te diré una frase de abuela: crecen muy rápido. No siempre van a necesitar tantos cuidados. De hecho, más pronto que tarde no necesitarán ninguno. Y tendremos que aprender a soltar, a permitir que sean independientes y a que tomen sus propias decisiones.

P. Dices en el libro que la sociedad en la que vivimos ha considerado tanto a las criaturas como a las madres como seres sin autonomía ni poder de decisión. ¿Somos libres para elegir en un sistema en el que los cuidados son constantemente devaluados?

R. No, por eso hay que conquistar esa libertad, porque esa libertad para elegir es nuestro derecho. Por eso es revolucionario cuidar, porque supone una conquista de nuestros derechos. Hay una infantilización de las mujeres y de las personas embarazadas, como si por el hecho de estar gestando una vida te hiciera menos responsable. Yo creo que es misoginia y machismo endémico. Pero soy consciente también de que cuando digo “infantilización” estoy errando porque infantilizar no tendría que ser un término peyorativo. Hay una actitud de esta sociedad hacia las criaturas que implica no tenerles en cuenta. Y me parece similar a actitudes contra las que se lucha dentro del feminismo y del movimiento antiracista.

P. Escribía Carmen Riera en Tiempo de espera (1998) que el feminismo con el que estaba de acuerdo era con aquel que reivindicaba nuestra capacidad creadora, pero que también reivindicaba nuestra capacidad reproductora. “Es necesario buscar fórmulas para que nuestra condición de dadoras de vida llegue a ser un estímulo, un aliciente. Es necesario que el sufrimiento y la carga sean superados por el gozo y el placer de la maternidad”. ¿Necesitamos reorientar las luchas feministas para que tenga cabida esa capacidad reproductora?

R. No tiene sentido que la capacidad reproductora de los cuerpos con útero no tenga cabida en el feminismo. ¡Es una incongruencia que pueda existir una sociedad sin reproducción! Y por lo tanto, tampoco puede existir una sociedad sin cuidados. Todos tenemos responsabilidades de cuidados, y si tú no las tienes, es que alguien está cargando con tu responsabilidad de cuidados por ti y por lo tanto sobrecargándose de trabajo. O estás en una situación de vulnerabilidad y por lo tanto necesitas cuidados. O eres una criatura y te están criando. Criar es enseñar a otro ser humano a cuidar de sí mismo y consecuentemente a cuidar de los otros.

Si no tenemos en cuenta los trabajos de cuidados como lo que son –la base fundamental de una sociedad– entonces ese trabajo se transforma en una carga de sufrimiento. Y ahí hay una perversión con respecto a la sociedad, esto tendríamos que hacérnoslo mirar.

P. ¿Cómo afecta la ausencia de políticas enfocadas a los cuidados a nuestras maternidades?

R. Precarizándolas y convirtiendo algo que debería ser placentero en un infierno. Desconectándonos de nuestra verdadera naturaleza amorosa y gozosa.

P. La precariedad tiene muchas caras y afecta en gran medida a las madres, y más aún a aquellas maternidades situadas en los márgenes de lo que se considera normativo. ¿Somos las madres que queremos o las madres que podemos ser?

R. Somos las madres que luchamos ser. Se trata de pelear para poder vivir tu maternidad como sientas. Es decir, para ser libres. No hay una forma de maternar mejor que otra, dar la teta, no darla, darla 5 años o darla 5 meses, cada elección tiene que ser tuya. Nadie puede elegir por ti. Y sugerir que tu leche ya no alimenta es no dejarte elegir libremente. Para elegir libremente necesitamos información. Como la entrevista de Rosario Hernández Catalán, en la que habla de la bajada de dopamina que supone la lactancia y las dificultades que conlleva si tienes que incorporarte a determinados trabajos.

Por otra parte, nadie puede dictar las necesidades de las criaturas. Hay un momento en la crianza en el que necesitas que te preparen la comida y te la lleven al sofá mientras le das la teta a tu bebé. Pero hay otro en el que necesitas que se queden con la criatura para poder irte a comer tú sola. La díada madre-bebé nace en la fusión absoluta para ir poco a poco separándose hasta alcanzar la autonomía total. Y ese proceso debe estar marcado por ti y por tu criatura, por nadie más, pero en realidad no somos capaces de respetar los procesos vitales de las criaturas con naturalidad. Por eso la crianza está siendo para mí un auténtico trabajo de empoderamiento en mi autocuidado. Por eso este libro.

P. ¿Cuáles dirías que son la mayor dificultad que nos encontramos hoy para maternar?

R. Que los cuidados son considerados un trabajo sin importancia. Que no tienen retribución económica ni soporte de ningún tipo. Que nos quedamos solas cuidando a nuestros hijos, a nuestros mayores, a nuestros enfermos, a las personas dependientes. Y existe una dificultad añadida que señala la cinematógrafa Sairica Rose en una de las entrevistas: hay un negocio de la reproducción que está arrebatándonos la soberanía de nuestros cuerpos. Cada vez hay más clínicas de fertilidad. Vamos hacia una sociedad en la que la reproducción será gestionada en clínicas médicas a golpe de talonario. Se nos critica y se nos penaliza si somos madres jóvenes para más tarde vendernos tratamientos de fertilidad cuando queremos ser madres en las últimas fases de nuestros ciclos reproductivos. Hay algo muy perverso en esta rueda.

P. ¿Se puede maternar de forma saludable hoy?

R: Sí, pero supone un esfuerzo. Rut Muñoz dice en la última entrevista del libro: “El patriarcado somos niños y niñas jugando a papás y mamás”. Se trata de aprovechar la oportunidad que nos da convertirnos en madres y padres para ocupar un lugar en el que ya no estoy preocupada de lo que me van a dar desde el exterior, sino en lo que voy a dar yo al otro y a mí mismo. Es un cambio de paradigma para el que casi nadie está preparado.

P. Me ha gustado mucho la entrevista a Silvia Agüero. Muestra como la violencia obstétrica se multiplica en el caso de una mujer gitana por el hecho de ser gitana, pero también habláis del papel del Estado en los cuidados y de la necesidad de repensar desde el feminismo cómo queremos maternar. ¿Es real la posibilidad de encontrar el equilibrio entre el trabajo y la vida familiar?

R. Encontrar el equilibro entre todos los aspectos de nuestra vida en una sociedad tan neurótica como la nuestra es una verdadera revolución de los cuidados. Para encontrar ese equilibrio debemos “gitanizar” un poco nuestro mundo. Agüero habla de que el postulado feminista de reivindicar la crianza en tribu es racista, porque las familias gitanas siempre han criado en tribu. Así que las alternativas al sistema no están tan lejos, están justo al lado nuestro.

P. Por último, ¿por qué dirías que son importantes relatos sobre maternidades como los que recoges en el libro?

R. La revolución de los cuidados es la segunda parte de Maternidades subversivas. En Maternidades subversivas me centraba más en gestación, parto y en entender la maternidad de forma plural: la maternidad como estadio sexual, ma-paternidad trans, intersexualidad, sociedades matriarcales, maternidad ecofeminista, etc. Pero después de siete años de crianza de mi hijo necesito habar de lo que ha supuesto para mí cuidar de mi hijo durante este tiempo. De como me ha hecho entender que los cuidados son todo, y de que no es posible cuidar del otro sin cuidar de mi misma. Esta yo creo que es la gran enseñanza que me ha dado mi maternidad: he aprendido el autocuidado.

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