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“Queríamos salir de ese infierno”: una oscura organización facilita huir de Gaza a través de Israel

Al Majd Europe encuentra clientes entre familias desesperadas y sin alternativas para abandonar la Franja. Su misión entronca con los objetivos del Gobierno de Netanyahu, que creó una Oficina de Migración Voluntaria a terceros países

La semana pasada, 153 gazatíes aterrizaron en Sudáfrica en circunstancias turbias. COGAT, el organismo del Ministerio de Defensa israelí que controla los pasos de la Franja, aseguró que les había permitido salir y despegar desde un aeropuerto israelí porque “un tercer país”, sin detallar cuál, se había comprometido a recibirlos. Pero cuando el avión llegó a la pista de aterrizaje en Johannesburgo, las autoridades sudafricanas y la Embajada palestina mostraron su desconcierto. Pasaron 10 horas a bordo, hasta recibir un visado de 90 días, por la confusión ante la llegada de pasajeros sin sello i...

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La semana pasada, 153 gazatíes aterrizaron en Sudáfrica en circunstancias turbias. COGAT, el organismo del Ministerio de Defensa israelí que controla los pasos de la Franja, aseguró que les había permitido salir y despegar desde un aeropuerto israelí porque “un tercer país”, sin detallar cuál, se había comprometido a recibirlos. Pero cuando el avión llegó a la pista de aterrizaje en Johannesburgo, las autoridades sudafricanas y la Embajada palestina mostraron su desconcierto. Pasaron 10 horas a bordo, hasta recibir un visado de 90 días, por la confusión ante la llegada de pasajeros sin sello israelí en el pasaporte.

La crisis puso en el foco internacional un proyecto que los palestinos conocen desde hace medio año. Era la última operación de Al Majd Europe, una opaca organización que defiende tener propósitos humanitarios y que ha sacado a centenares de personas de la devastada Franja en tres operaciones desde mayo. Las envía en vuelos chárter a Malasia, Indonesia, Kenia o Sudáfrica.

Solo queríamos salir de ese infierno”, justifica a este periódico una de ellos, que escapó a Sudáfrica. Los pasajeros pagaban entre 1.000 y 3.000 euros, desconocían a qué país llegaban, lo descubrían a medio vuelo o aterrizaban en uno distinto al que esperaban como destino, según sus relatos, difundidos tras la polémica.

Los ministerios de Asuntos Exteriores de Sudáfrica y de la Autoridad Nacional Palestina (ANP) han acusado a la entidad de instrumentalizar la desesperación de los gazatíes para impulsar su desplazamiento y limpieza étnica por la puerta trasera. Es un sueño nada secreto del Gobierno israelí, particularmente sus sectores más radicales, que aspiran a despoblar la zona de palestinos lo más posible y levantar allí asentamientos judíos.

Tras arrasar Gaza (más del 80% de los edificios están dañados, según la ONU), el Ejecutivo de Netanyahu ha sondeado desde hace meses a decenas de países para convencerles de acoger a sus habitantes. El Ministerio de Defensa creó una Oficina de Migración Voluntaria para preparar su “pasaje seguro y voluntario hacia terceros países” y, en febrero, puso el puerto de Ashdod y el aeropuerto de Ramon (ambos en Israel) a disposición de quienes “quieran abandonar voluntariamente” la Franja, donde la mayoría malvive en tiendas de campaña, la ONU ha declarado una hambruna en torno a la capital y un 7% de los niños sigue malnutridos tras el alto el fuego acordado en octubre, según datos difundidos este viernes por el representante en Palestina de la Organización Mundial de la Salud, Rik Peeperkorn.

Katz hizo el anuncio en pleno entusiasmo por la idea de Donald Trump de vaciar Gaza de población para convertirla en la Riviera de Oriente Próximo. El vigente acuerdo de alto el fuego la enterró el mes pasado, al menos sobre el papel, al especificar que nadie será obligado a dejarla ni se le impedirá regresar. Ramon, aquel aeropuerto a disposición del plan, es precisamente de donde han ido partiendo los vuelos de la polémica.

En conversación con EL PAÍS, familias de Gaza que han iniciado los trámites para salir mediante Al Majd Europe defienden su decisión. Los horrores acumulados de dos años de invasión y las veces que los Estados han rechazado sus solicitudes de evacuación les hacen verla como la única oportunidad para llegar a un lugar seguro. “Nadie en el mundo recibe a los gazatíes”, protesta bajo anonimato una palestina desde la Franja. Está dispuesta a pagar por cada familiar 2.350 euros —la suma que exige ahora mismo el grupo— para viajar “a donde sea”. “Ponen como excusa frenar la limpieza étnica. ¡Qué demonios! ¿Esperan que sigamos aquí sufriendo sin medios para sobrevivir?”, protesta.

“He intentado irme de todas las maneras”, dice otra persona en la lista de espera de Al Majd Europe. Las restricciones israelíes dejan en nada un documento firmado por la Organización Mundial de la Salud que certifica su necesidad de salir por razones médicas. “Quiero vivir y ver crecer a mi hijo”, concluye.

En realidad, la operación “escapar de Gaza” a cambio de dinero ya existía antes de la invasión. Y se disparó en los siete meses entre su inicio, en octubre de 2023, y la toma por las tropas israelíes del cruce de Rafah con Egipto, que cortó esa vía de escape. Más de 100.000 gazatíes abandonaron en ese periodo la Franja, según datos que el organismo oficial de estadística palestino reconoce no poder actualizar desde hace meses. Pagaban entre 5.000 y 10.000 euros a una controvertida intermediaria árabe.

En su página web, creada en febrero, Al Majd Europe asegura asistir a comunidades musulmanas en zonas de conflicto y tener experiencia ―que no demuestra― en Turquía y Siria. El diario israelí Haaretz señaló el domingo que la Oficina “derivó” a Al Majd Europe a coordinar la salida de palestinos con COGAT y señala como su impulsor a Tomer Janar Lind, un israelí que no ha negado organizar salidas desde Gaza. La organización defiende que Israel no está entre sus fundadores, sino “refugiados” y voluntarios.

Muayad Saidum, líder operativo en Gaza según la web del grupo, afirma a este periódico que la cooperación con Israel se limita a un control de seguridad “carente de dimensión política”. “Todos los palestinos, incluso el presidente [de la ANP] Mahmud Abás, deben coordinar su salida con Israel para viajar desde Gaza y Cisjordania”, justifica. Expolicía del Gobierno de Hamás en Gaza y campeón palestino de culturismo, Saidum define su labor como “humanitaria”. “Puedo demostrar que cada usuario nos pide viajar”, escribe, asegurando que las salidas continuarán, pese a la polémica: “Algunos nos imploran que los rescatemos”.

En un comunicado difundido en su perfil de Facebook, argumenta además que la entidad no anuncia el destino a los usuarios “por seguridad”, para que ni Hamás ni la ANP pudieran intentar frenarlos, y que estos podrán “regresar cuando quieran”, aunque en realidad es Israel (que controla las fronteras palestinas) quien aceptará o no eventualmente su regreso.

Para quienes buscan escapar de Gaza, contactar con Saidum es un triunfo. “Él escribe a aquellos que Israel aprueba para viajar”, dice una usuaria. Antes, los candidatos se dirigen a otro agente. Una respuesta automática pide fotos del pasaporte para el control de seguridad y avanza que el precio cubre “todos los gastos hasta el país de destino”.

Hecho el pago, el usuario se mantiene alerta. Una comunicación de Saidum con pocas horas de antelación en un grupo de WhatsApp creado ex profeso convoca a los viajeros a un punto de la Franja, al que deben llegar como puedan, pese a las circunstancias sobre el terreno. Se les conmina a responder que participan en una evacuación organizada por Francia si alguien les pregunta adónde se dirigen.

Con las cortinas corridas, los autobuses avanzan hasta Kerem Shalom, un paso entre Israel y Rafah. Algunos pasajeros recuerdan encontrar el lado palestino del cruce desierto. Les obligan a abandonar el equipaje y los trasladan más de 200 kilómetros hasta el aeropuerto Ramón, cerca de la ciudad de Eilat, en el extremo sur de Israel.

Gazatíes que antes desconfiaban de pagar el billete ahora quieren hacerlo. “Sabemos que Israel está detrás de esto y que impedirá nuestro retorno, pero merecemos la oportunidad de escapar de aquí”, dice una mujer.

La primera operación del grupo, en mayo, fue gratuita y expatrió a 57 pasajeros, entre ellos a Saidum, según afirma. El avión llegó a Budapest y algunos siguieron hacia Indonesia o Malasia. Una segunda, el 27 de octubre, trasladó a 150 palestinos. Pararon en Kenia y la mayoría siguió hasta Sudáfrica, donde entraron sin problemas.

Las aerolíneas implicadas en los trayectos niegan haber contactado con Al Majd Europe ni incurrido en prácticas dudosas. A bordo, sin embargo, se dieron escenas atípicas. Los pasajeros del segundo vuelo descubrieron que se dirigían hacia Nairobi cuando el comandante lo anunció por megafonía.

La tercera operación, la que desató la crisis, terminó con 130 palestinos en Sudáfrica, decenas más rebotados hacia otros países y el malestar de las autoridades. Fuentes gubernamentales citadas por la prensa local explican las 10 horas de espera en la necesidad de asegurarse de que no hubiese a bordo líderes de Hamás. La autoridad de control de fronteras señaló públicamente que el lapso estuvo motivado por la exigencia de controles sanitarios y migratorios. En este último caso, los requerimientos estándar no se cumplían. Pero finalmente decidieron dejarlos pasar por motivos de “empatía y compasión”, según declaró el presidente del país, Cyril Ramaphosa.

El ministro de Asuntos Exteriores, Ronald Lamola, ha dejado claro que no permitirá episodios similares. “No queremos más vuelos de este tipo con destino a nuestro territorio, porque se trata de un plan manifiesto con el objetivo de expulsar a los palestinos de Gaza”, declaró el pasado lunes durante un briefing a la prensa de cara a la cumbre del G-20 prevista este fin de semana en Johannesburgo. “Esto parece enmarcarse en un plan más amplio dirigido a expulsar a los palestinos de Palestina hacia diferentes regiones del mundo. Se trata de una operación manifiestamente orquestada”.

El Gobierno sudafricano ha mantenido un perfil protagónico en la crítica a las operaciones bélicas de Israel en Gaza, presentando la denuncia por presunto genocidio contra Israel que analiza el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya desde finales de 2023. Debido a su historia, es además un emblema global de la lucha contra los procesos de colonización.

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