¿Cuántas posibilidades tiene de sobrevivir la paz de Trump?
El camino de un plan muy gaseoso está lleno de riesgos pero los cálculos de Trump, el consenso en la región y la debilidad y el aislamiento de Hamás dan esperanzas
El primer paso, complicadísimo y fundamental, está dado. Representantes de Israel y Hamás han sellado un acuerdo alrededor de la iniciativa diplomática de Donald Trump para parar la violencia en Gaza y se espera que el Ejecutivo de Netanyahu lo apruebe hoy mismo. La perspectiva de su implementación representa un alivio indescriptible pa...
El primer paso, complicadísimo y fundamental, está dado. Representantes de Israel y Hamás han sellado un acuerdo alrededor de la iniciativa diplomática de Donald Trump para parar la violencia en Gaza y se espera que el Ejecutivo de Netanyahu lo apruebe hoy mismo. La perspectiva de su implementación representa un alivio indescriptible para los civiles gazatíes azotados por Israel que debe ser celebrado. Enseguida después, aflora un inmenso interrogante: ¿podrá durar?
Poderosas corrientes empujan en direcciones contrapuestas. Especular sobre el resultado final no tiene sentido, pero es posible analizarlas.
La premisa es que el primer paso era extremadamente complejo por las resistencias de las dos partes a aceptar algunos elementos del plan. En el caso de Hamás, entregar los rehenes, su único activo negociador. En el caso de Israel, parar una ofensiva de represalia que representa un activo político y personal muy grande para Netanyahu -sometido a graves acusaciones de corrupción y que está en racha de mejora en los sondeos-, y de paso renunciar a perspectivas de ocupación, anexión o limpieza étnica de la Franja.
Solo la fuerte presión que ha aplicado Trump ha podido desbloquear esa parálisis, a lomos de los errores de Netanyahu, que cometió un garrafal fallo al bombardear en territorio de Qatar generando la ira de los países suníes de la región y otro en llevar su ofensiva hasta el punto de generar una ola de indignación internacional insostenible. Esos fallos facilitaron la acción de Trump.
Pero si el primer paso era extremadamente complejo, los pasos posteriores son, si cabe, aún más difíciles.
Hamás debería renunciar a las armas, a participar en la política. De facto, se le exige una completa capitulación mientras en paralelo las garantías de cumplimiento de los derechos de los palestinos son inexistentes. El plan de paz de Trump es en realidad un diktat de capitulación.
Netanyahu, por su parte, quiere asegurarse la permanencia en el poder con una panda de radicales difícilmente descriptible y que no perderá ocasión para volver a plantear sus objetivos maximalistas frente a un plan que mantiene el objetivo de los dos Estados que ya casi nadie apoya en Israel. Bezalel Smotrich, ministro de Finanzas de Israel extremista, ha dicho enseguida que Hamás debe ser aniquilado después de la entrega de los rehenes, anunciando su voto en contra del plan en el consejo de ministros.
Todo ello discurrirá bajo la gestión de un Trump notoriamente volátil. Ya facilitó un alto el fuego antes de asumir el cargo, para luego desentenderse de él durante meses cuando fracasó y dio paso a una violencia indescriptible. ¿Seguirá implicado si no consigue el Premio Nobel de la Paz? ¿O si no lo consigue, se frustra, y otra cosa le distrae? ¿O si una mínima provocación de un segmento descontrolado agita las aguas?
No obstante, frente a estas dificultades, hay fuerzas que empujan con vigor en la dirección de mantener encarrilado el plan.
En primer lugar, hay que reconocer que esta vez Trump está aplicando un grado de fuerza política desconocido. Varios objetivos se solapan. Uno de corte personalista, ya mencionado: ganar el Nobel de la Paz, pasar a la historia como gran pacificador. Otro, de corte económico: hay claras perspectivas de negocios para su familia en el proceso de reconstrucción, un perspectiva con aroma a corruptelas que, paradójicamente, puede producir el activo de un persistente interés en la paz. Otro más, de corte geopolítico: los regímenes suníes estaban furiosos con el ataque de Israel en Qatar, y Trump tiene un interés en no desguazar del todo unas alianzas que, entre otras cosas, tienen un retorno económico con la compra de armamento. Otro más, de corte político interno e internacional: los sondeos muestran que se está deteriorando mucho el apoyo a Israel en la sociedad estadounidense, y en el resto del mundo EE UU ha sido percibido de forma cada vez más amplia como un infame cómplice necesario de un genocidio.
En segundo lugar, el contexto de la región empuja también en dirección favorable. Hamás está no solo destrozado, sino muy aislado. El eje de resistencia ha quedado muy debilitado en estos dos años, con Hezbolá decapitado, El Asad caído y exiliado, Irán humillado. Y los regímenes suníes árabes así como Turquía se han involucrado en este plan y lo han respaldado, lo que deja intuir que lo seguirán apoyando.
En tercer lugar, la extenuación de la población gazatí sin duda ejercerá una presión enorme sobre todos aquellos que, en Hamás, tienen algún poder de decisión. Ser percibidos como los precipitadores de otro estallido de violencia tendría un precio político descomunal. Por el lado israelí también es probable que el cansancio de la sociedad actúe como un freno sobre posibles decisiones de reactivar la violencia a gran escala.
Pero, como decíamos, el camino está lleno de obstáculos desequilibrantes, y la historia del conflicto israelo-palestino muestra una pauta constante de llamaradas, momentos de calma, y nuevos choques. ¿Cómo se realizará el desarme de Hamás y quién lo verificará? ¿Cómo se realizará la retirada israelí? ¿Cómo se compondrá el Ejecutivo técnico local y en qué términos estará sometido a la supervisión del panel internacional? ¿Cómo y cuándo se conformará y desplegará la denominada como Fuerza de Estabilización Internacional? El plan es absolutamente gaseoso en aspectos fundamentales, y en ambos lados -como hemos tenido que comprobar- hay radicales desatados y actores que persiguen sus intereses sin escrúpulos.
En definitiva, el factor crucial es el grado de presión que aplicará Trump sobre Israel. El Gobierno israelí sabe que el país está más aislado que nunca y no puede permitirse quedarse sin el respaldo de Washington. Biden pasará a la historia como el líder que facilitó una infame operación de rasgos genocidas. Trump es un peligro existencial para la democracia y en muchos sentidos una auténtica desgracia para el devenir del mundo, pero en este caso parece -sean cuales sean sus motivaciones- haber decidido aplicar presión en la dirección correcta como no se había hecho antes. Ojalá la mantenga, y ojalá la aplique también sobre otro líder buscado por la justicia internacional al igual que Netanyahu: Vladímir Putin.