El ‘America First’ de Trump coloniza la ONU
Los ataques y contradicciones del discurso del presidente de EE UU a la Asamblea General reflejan el intento de Washington de ahormar la organización a sus intereses nacionales
Para unos, la ONU es una organización en caída libre. Otros creen que este año, gracias a la oleada de reconocimientos de Palestina como Estado que se ha escenificado en la Asamblea General, ha cobrado una relevancia casi primigenia como impulsora de la paz y el diálogo. Pero a...
Para unos, la ONU es una organización en caída libre. Otros creen que este año, gracias a la oleada de reconocimientos de Palestina como Estado que se ha escenificado en la Asamblea General, ha cobrado una relevancia casi primigenia como impulsora de la paz y el diálogo. Pero a la vez, el bloqueo derivado del derecho de veto en el Consejo de Seguridad, que impide la adopción de medidas ejecutivas en las guerras de Ucrania y Gaza, sigue lastrando su reputación. Por culpa del sistema de veto, pareciera, recuerdan muchos expertos, que la organización sigue anclada en la bipolaridad en ruinas que siguió a la II Guerra Mundial, cuando se fundó, hace 80 años.
¿Mantiene o no su vigencia la ONU en el siglo XXI? A juzgar por el discurso demoledor de Donald Trump, es poco más que una reliquia. El ataque del republicano a la organización fue una enmienda a su totalidad, aunque a renglón seguido, en su encuentro bilateral con António Guterres, secretario general, mostró un tono radicalmente distinto, conciliador e incluso proactivo: “Nuestro país está con la ONU al 100%”, aseguró el republicano. ¿Cuál es la verdadera versión? ¿O lo son ambas?
“Su discurso fue una oportunidad para exponer algunas verdades muy duras para la ONU”, matiza Mignon T. Houston, portavoz adjunta del Departamento de Estado, en una entrevista el jueves en Nueva York. “EE UU ayudó a fundar la ONU. Pero hay guerras que se suceden, algunas durante 30 años, y el presidente fue muy claro en que necesitamos más de la ONU. Necesitamos algo más que palabras y retórica vacías. Necesitamos una acción decisiva”.
Los estadounidenses tienen una visión ambivalente de la organización: el 60% respalda su existencia, porque la ve “necesaria, pero ineficaz”, según un sondeo de Gallup publicado esta semana. Es una muestra de apoyo notable, pero 25 puntos menor que en 1997. El 38% de los encuestados rechaza su papel. Ese creciente desinterés se traslada a los principales medios de comunicación de EE UU, que solo informan de la organización en citas como la de esta semana y siempre circunscritos a los principales discursos, es decir, los de Trump y el del primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, este viernes. Ni una palabra sobre el resto de debates o los mensajes de los alrededor de 150 mandatarios internacionales participantes.
Washington, que en vísperas de la apertura de la 80ª Asamblea vetó en el Consejo de Seguridad la enésima resolución en demanda de alto el fuego en Gaza, asegura que no solo no abomina de la ONU, sino que quiere más y mejor ONU, además de “desempeñar un papel en el esfuerzo” que solicita a la organización. Pero quiere poner siempre “los intereses de EE UU por delante”, subraya Houston. El “fantástico” discurso de Trump, asegura esta portavoz, resume lo que la Administración quiere lograr en el mundo y cómo la ONU puede contribuir. Porque además, recuerda, las palabras de Trump en la Asamblea General no son ninguna novedad, sino su programa electoral. “Su agenda estaba clara antes de ser elegido y ha sido muy claro ahora”.
La complicada relación de la Administración republicana con la ONU se sustancia, más que en recelos o intereses contrapuestos, en el grifo de la financiación, ya que es el mayor donante de la organización. EE UU y China sostienen el 40% del presupuesto de la ONU. Mientras China no está al corriente de pago, EE UU ha retirado desde enero cientos de millones de dólares a agencias como la de los refugiados palestinos (UNRWA) y la UNFPA, de la Unesco, la Organización Mundial de la Salud (OMS) o el Consejo de Derechos Humanos de la ONU.
Para alivio de muchos no hubo tal anuncio y, según la portavoz adjunta del Departamento de Estado, la participación de EE UU en el organismo solo está siendo revisada para ajustarla al America First. “El presidente emitió una orden ejecutiva para revisar nuestra posición en varias organizaciones internacionales y garantizar que lo que hacen esté en línea con los intereses estadounidenses. EE UU se asegurará de que, ya sea nuestra asistencia exterior o nuestras acciones diplomáticas, y las relacionadas con la seguridad de nuestras fronteras, concuerden con nuestra política exterior”.
“Seguiremos siendo el mayor contribuyente de asistencia humanitaria para salvar vidas en zonas de conflicto, crisis y desastres naturales, y tomando decisiones sobre políticas que reflejan un énfasis en las oportunidades que esto supone para EE UU”, afirma Houston. Pero ¿cómo aumentar la ayuda humanitaria si Washington ha recortado fondos a las agencias de la ONU a través del desmantelamiento de su propia agencia de desarrollo, USAID? “Estamos realineando nuestra asistencia para garantizar que apoye directamente la política exterior de EE UU, nuestros intereses. [Para] Asegurarnos de que el dinero de los contribuyentes estadounidenses se gaste y se contabilice bien. La ayuda exterior no debería consistir en fondos indefinidos, sino en hacerlo tan bien que en algún momento el país beneficiario no necesite esa ayuda”.
Como ejemplo, la portavoz adjunta del Departamento de Estado cita la Política de Salud Global ‘America First’, una hoja de ruta para los países que reciben ayuda exterior estadounidense. “En muchos países hemos creado una estructura paralela: el país con su sistema sanitario nacional y local [inexistentes en muchas naciones en vías de desarrollo], y una estructura paralela con organizaciones de la ONU y ONG. Vamos a cambiar esto, dando fondos directamente al país para no gastar en entidades separadas cuando el propio país ya tiene su sistema.”
La pervivencia de la ONU, su vigencia como interlocutor global y eje de la diplomacia internacional, no pasa desapercibida a Washington, dijo este martes en un debate virtual Esther Brimmer, del Council on Foreign Relations. “Nueva York es un microcosmos esta semana, no solo hay discursos formales sino bilaterales por la presencia de tantos líderes mundiales. De hecho, hace años, el Departamento de Estado también se preguntó si tenía sentido que muchos funcionarios suyos fueran a Nueva York [para la Asamblea General] y se dio cuenta de que se ahorran enormes cantidades de dinero gracias a todas las bilaterales que se celebran allí”. De la atracción que la semana grande de la ONU tiene para la Administración republicana como zoco de contactos, dan prueba las numerosas, casi frenéticas, reuniones bilaterales que Trump mantuvo en unas pocas horas, de Guterres a su homólogo ucranio Volodímir Zelenski o Javier Milei, presidente de Argentina, con lanzamiento de salvavidas incluido, además de un grupo de países del Golfo: fueron mucho más sustanciosas y resolutivas —ahí está el caso argentino— que su tonante discurso en la Asamblea.
“Todo el mundo estará escuchando para ver si el presidente Trump ofrece algunas ramas de olivo, si dice que cree que la ONU sigue siendo útil, o si deja muy claro que, en realidad, en la cosmovisión del America first, la ONU es lo último", pronosticaba en vísperas del discurso Richard Gowan, experto en la ONU de la ONG International Crisis Group. A juzgar por el contenido al peso de su discurso, hubo un poco de todo: bastantes palos, un par de zanahorias y muchos más minutos de gloria, es decir, de titulares.