Chistes de mal gusto, fotos comprometedoras y el dibujo de una mujer desnuda atribuido a Trump: qué hay en el libro de cumpleaños de Epstein
Para celebrar los 50 años del millonario pederasta, su cómplice, Ghislaine Maxwell, encuadernó 238 páginas de dedicatorias de amigos famosos, como el presidente de EE UU, que insiste en que el documento es falso
En el libro que Ghislaine Maxwell preparó en 2003 con la contribución de decenas de conocidos y familiares como regalo del 50 cumpleaños de su amigo/amante/cómplice, el pedófilo Jeffrey Epstein, hay abundantes chistes sobre la afición ...
En el libro que Ghislaine Maxwell preparó en 2003 con la contribución de decenas de conocidos y familiares como regalo del 50 cumpleaños de su amigo/amante/cómplice, el pedófilo Jeffrey Epstein, hay abundantes chistes sobre la afición de este a las mujeres, cuanto más jóvenes, mejor; desnudos femeninos; fotos comprometedoras y fórmulas matemáticas; imágenes de leones y cebras copulando; el certificado de nacimiento del homenajeado y un dibujo sin firmar con una sola explicación posible: su autor tenía que estar al tanto de los crímenes de Epstein. A la izquierda, se ve a unas niñas a las que agasaja con unos globos. A la derecha, unas jóvenes que podrían ser menores le dan un masaje con los pechos al descubierto. Debajo, pone: “¡Qué gran país!“.
Dieciséis años después de aquel homenaje colectivo, el millonario pederasta moriría en una celda de Nueva York mientras esperaba en 2019 ser juzgado por tráfico sexual tras abusar durante décadas de centenares de menores con la complicidad de Maxwell, que cumple una condena de 20 años en una prisión de Texas.
También hay muchos retratos de Epstein de las diferentes épocas de su vida, en los que aparece vestido −de traje o listo para esquiar− y, en unos cuantos, semidesnudo, así como cartas y dedicatorias cariñosas de decenas de amigos, hombres, en su mayoría. Y eso incluye una que ha conquistado los titulares esta semana, después de que el Congreso de Estados Unidos, que recibió de sus herederos un lote de documentos de Epstein tras un requerimiento judicial, la atribuyera al presidente estadounidense, Donald Trump. Trump niega que sea el autor de esas líneas, llenas de complicidad, así como del dibujo de la silueta de una mujer desnuda que, a la altura de donde se situaría el vello púbico, tiene una firma picuda que dice, simplemente, “Donald”.
La existencia de esa felicitación la desveló el pasado mes de julio el diario conservador The Wall Street Journal, al que Trump demandó, junto a su propietario, Rupert Murdoch, por difamación y libelo. El presidente de Estados Unidos les pide más de 10.000 millones de dólares a modo de compensación, porque asegura que él nunca le felicitó el medio siglo a su entonces amigo. Este lunes, el mundo pudo ver por fin la felicitación en cuestión después de que los demócratas del Comité de Supervisión de la Cámara de Representantes la divulgaran. Desde entonces, Trump, su entorno y los republicanos del Congreso insisten en que él no la escribió, y que la rúbrica es falsa.
La supuesta aportación de Trump está en la página 165 del libro, al que ha tenido acceso EL PAÍS. Se trata de un regalo que Maxwell se tomó ciertamente en serio: el volumen tiene 238 páginas y fue encuadernado “a mano” y con “piel de becerro” en un refinado comercio especializado de Nueva York.
Hay otra aparición del republicano en el libro conmemorativo: es en la página 156, y en ella se ve a Epstein junto a un tipo, “un miembro de vieja data del club Mar-a-Lago”, según los demócratas del Comité de Supervisión, y una joven cuya cara aparece borrada. Sostienen un cheque de esos que uno recibe cuando gana un concurso de la tele, firmado “DTrump”, aunque la letra no parece la suya. En el texto que lo acompaña, se dice que el entonces magnate inmobiliario se lo extendió a su amigo, el financiero pederasta, para comprar “una mujer totalmente devaluada” por 22.500 dólares. Parece tan evidente que se trata de una broma como que el chiste es de pésimo gusto. Es también la clase de humor machista que impregna todo el libro, una cápsula de otro tiempo, una colección de gracias hoy ciertamente menos común (y más impensable) que hace 21 años.
El futuro presidente de Estados Unidos, al que le unió una relación de amistad con Epstein de 15 años antes de que esta se rompiera en torno a 2004 −es decir, antes del primer juicio por abuso de menores del pederasta−, sale en el apartado de los “Amigos” junto a otros famosos. Ahí aparecen los nombres de otro inquilino de la Casa Blanca, Bill Clinton (que elogia la “curiosidad infantil” del homenajeado); Alan Dershowitz, que fue durante décadas abogado defensor de Epstein; Peter Mandelson, actual embajador del Reino Unido en Washington; el agente de modelos Jean Luc Brunel (que se suicidó en prisión en Francia antes de ser juzgado por violación); o el pionero de la inteligencia artificial Marvin Minsky, que diseñó para la ocasión un complejo diagrama sobre la personalidad de Epstein (Jeffrey E.) y escribió: “Hay 6.000 millones de intelectos en el mundo, y este es el más rápido que he conocido (si exceptuamos a [el escritor de ciencia ficción] Isaac Asimov); ve las cosas distintas que los demás, hace las preguntas que nadie hace y sugiere respuestas inesperadas”.
En un poema sin firmar, se puede leer (con cierta incomodidad, a la luz del siniestro porvenir de impunidad judicial que aguardaba al homenajeado): “Jeffrey, a su medio siglo / con credenciales plenipotenciarias, / aunque tramando cosas sin fundamento /siempre que ha podido, ha evitado la penitenciaría”. Y por todas partes hay dedicatorias con referencias sexuales. En una, se bromea con la posibilidad de que Epstein viaje con una “escort” a Iowa. En otra, Les Wexner, principal accionista de la firma de lencería Victoria’s Secret y uno de los primeros orígenes de su riqueza, dibuja los senos de una mujer bajo un texto que dice que su intención solo es darle lo que busca. “Pues aquí lo tienes”, añade.
En su introducción al volumen, titulado Los primeros 50 años Maxwell escribe que la idea era “simplemente reunir historias y viejas fotografías para refrescar” la memoria del cumpleañero “sobre lugares, gente y diferentes eventos”. “Algunas cartas lograrán definitivamente su propio objetivo, otras, bueno...”, continúa Maxwell, que incluyó un buen puñado de fotografías con Epstein, entre ellas, unas cuantas mostrando sus pechos, que aparecen tapados para su difusión, y otra, de su “primera cita”, en 1991.
Si algo demuestran esas 238 páginas (levemente censuradas y divididas en apartados como “Familia”, “Hijos”, “Brooklyn”, barrio neoyorquino en que nació y creció el pedófilo,“Ciencia”, “Negocios” o, en dos partes distintas", “Novias”) es lo extraordinariamente bien conectado que estaba Epstein en diferentes mundos: de la filantropía a la política, y de la academia a las finanzas.
Su copiosa nómina de amigos influyentes es uno de los motivos por los que las teorías de la conspiración han proliferado a lo largo de los años tanto en torno a su figura como a la sospecha de que muchos de esos hombres participaron de sus delitos y de que por eso las autoridades no han difundido aún la supuesta “lista Epstein” que dejaría todos esos terribles manejos al descubierto. También se han arrojado sombras de duda sobre su muerte: el forense concluyó que se suicidó, pero las extrañas circunstancias de aquella noche de agosto, los flagrantes fallos en la custodia del reo y sus conexiones con el poder han hecho volar la imaginación de los conspiranoicos.
Figurar en las agendas de teléfonos del pederasta, haberse montado en sus tres aviones privados (como hizo Clinton en al menos 26 ocasiones entre 2002 y 2003, según los registros de vuelo) o haberlo felicitado por su 50 cumpleaños no prueba la comisión o la complicidad en ningún delito. Tampoco hay indicios de que Trump, que este martes dijo a NBC News que no pensaba comentar “algo que es un tema zanjado”, supiera nada sobre los crímenes del que en otro tiempo fue su amigo.
La portavoz de la Casa Blanca Karoline Leavitt, evitó, por su parte, entrar a primera hora de la tarde en detalles ante las preguntas de los reporteros sobre el asunto: insistió en que la firma es falsa −“como han dicho tres grafólogos en un un artículo de [el digital de ultraderecha] Daily Signal”− y anunció que su jefe piensa seguir litigando “agresivamente” contra el Journal por la publicación del artículo que originó la demanda.
Su relación con Epstein persigue a Trump desde hace años, pero este verano ha resucitado con fuerza. Fue a principios de julio, cuando un comunicado conjunto del FBI y el Departamento de Justicia anunció que las autoridades estadounidenses no tenían prevista, en contra de lo que habían venido prometiendo durante los meses previos, la publicación de nuevos documentos sobre el pederasta. Desde entonces, el mandatario republicano ha intentado por todos los medios desviar la atención del caso, que ha provocado su primera gran crisis de cara al movimiento MAGA, que lleva años elucubrando sobre lo que las autoridades ocultan al no hacer público el sumario del proceso contra el “depredador sexual más peligroso de la historia de Estados Unidos”.
La publicación del libro de cumpleaños de su viejo amigo promete seguir poniéndole difícil esa tarea a su líder. Aunque los suyos han cerrado filas tras la versión de que todo es un montaje, y de que la firma es falsa, entre otros motivos, porque solo es con su nombre de pila, y no con nombre y apellido, que es la que acostumbra a estampar en los decretos que rubrica cada día en la Casa Blanca. En las últimas horas han resucitado, con todo, ejemplos de cartas de la época en la que Epstein cumplió medio siglo en las que Trump firmaba como “Donald” a secas.