Indignación y miedo en Zambujal, el barrio donde vivía el vecino tiroteado por la policía portuguesa

El distrito, que ha registrado disturbios desde el suceso, acumula problemas de integración y una sensación de que la justicia no es igual para todos

Un mural artístico en el barrio de Zambujal, donde residía el caboverdiano que murió tiroteado por la policía.Tereixa Constenla

Hay mucha información soterrada en el hecho de que los oficios religiosos en el barrio de Zambujal, donde vivía Odair Moniz, el caboverdiano que murió tiroteado por la policía portuguesa en Cova da Moura el pasado lunes, sean conducidos por un misionero y no por un párroco. Zambujal, uno de los epicentros de los disturbios nocturnos desatados en el área metropolitana de Lisboa en respuesta al fallecimiento, es un...

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Hay mucha información soterrada en el hecho de que los oficios religiosos en el barrio de Zambujal, donde vivía Odair Moniz, el caboverdiano que murió tiroteado por la policía portuguesa en Cova da Moura el pasado lunes, sean conducidos por un misionero y no por un párroco. Zambujal, uno de los epicentros de los disturbios nocturnos desatados en el área metropolitana de Lisboa en respuesta al fallecimiento, es un barrio de viviendas sociales construido en el municipio de Amadora tras la Revolución de los Claveles para alojar a personas que malvivían en chabolas. En esta comunidad, donde abundan los caboverdianos, el padre Matías se siente como en África, donde pasó muchos años como misionero de la Consolata.

A Zambujal llegó en 2003, después de que su comunidad religiosa concluyera que ciertos barrios europeos tenían “tantas necesidades” como en otros países del sur. Así, el padre José Tavares Matías investigó por los alrededores de la capital portuguesa sin acabar de elegir un destino hasta que el cardenal patriarca de Lisboa le dijo: “Si quiere un sitio difícil, vaya a Zambujal”. El padre Matías ocupó el lugar que dejaba libre el sacerdote de la parroquia, que evitaba desplazarse al barrio, hecho que delata el estigma que rodea a sus habitantes. El misionero organizó un centro social que cuenta con una sala donde lo mismo se imparten cursos de costura que eucaristías.

El padre José Tavares Matías, en el barrio de Zambujal, en Amadora (Portugal), donde gestiona un centro social y religioso.Tereixa Constenla

Desde la muerte de Odair Moniz, de 43 años, el barrio tiene una vida diurna y otra nocturna. Mientras en las horas de luz la gente sale a comprar y a trabajar, al caer la noche, cuando comienzan los incendios de contenedores y coches, se encierran en casa. El gran despliegue policial de los últimos días rebajó la violencia durante la madrugada del jueves, pero el barrio sigue perturbado. Los espacios públicos donde cada tarde se concentraban decenas de niños y jóvenes aparecen ahora vacíos. Y, ante el miedo de que los vehículos acaben calcinados, sobran las plazas para estacionar en calles donde antes resultaba misión imposible encontrar aparcamiento.

El gimnasio que impulsó la asociación CAZAmbujal, que dirige el caboverdiano Vítor Monteiro con el objetivo de “transformar el mundo”, se ha cerrado desde el lunes. Monteiro fue uno de los primeros alojados en los setenta en Zambujal. Tenía apenas tres años cuando a su familia le dieron un piso en el barrio construido por el Instituto de Vivienda y Rehabilitación Urbana. “Fue una idea mal pensada, crear barrio sociales implicó meter los problemas bajo las alfombras”, sostiene.

A sus 50 años, Monteiro es una de las almas del movimiento asociativo que lucha por mejorar la vida de una comunidad de unos 5.000 vecinos, donde conviven caboverdianos, gitanos, portugueses pobres e inmigrantes asiáticos y latinos llegados en los últimos años. Un vecindario multicultural, que no ha recibido la inversión pública necesaria para favorecer la integración. “La gran revuelta de estos días viene del sentimiento de discriminación. Tiene que ver con la sociedad y no solo con el barrio, tiene que ver con el hecho de que la justicia acabe por no ser igual para todos”, reflexiona. “La policía tiene su papel, pero tiene que ser igual para todos”, añade.

Odair Moniz había abierto un café en el barrio en los últimos tiempos. Trapicheó con drogas y cometió varios delitos que le llevaron a la cárcel, pero había zanjado sus cuentas con la justicia. En el barrio destacan que se había reinsertado. La noche de su muerte regresaba de una fiesta con amigos. La policía dice que pisó una línea continua y que le dio el alto. Moniz huyó, golpeó varios vehículos y finalmente salió del suyo. En el comunicado inicial de la policía se afirma que blandió un cuchillo, pero los agentes implicados en el suceso lo han negado, así como otros testigos. Hay versiones contradictorias sobre si hubo enfrentamiento físico entre ellos. Lo cierto es que un policía disparó primero al aire y luego al cuerpo del caboverdiano, que murió horas después en el hospital San Francisco Javier, de Lisboa, y que será enterrado este domingo.

La muerte caldeó el ambiente. No era la primera vez que un vecino fallecía por un exceso por parte de la policía. El padre Matías, que condena la acción policial y también los actos vandálicos de esta semana, cree que la justicia “funciona de una manera si eres blanco y de otra manera si eres negro”. Los vecinos sienten que viven bajo el síndrome del sospechoso, que les relega a la hora de conseguir empleo o les convierte en candidatos a sufrir abusos de fuerzas de seguridad.

Desde 1988, Rosa Correia dirige el centro de actividades de tiempo libre de Zambujal en los bajos de uno de los edificios. Una de sus misiones es combatir el absentismo y el abandono escolar, que ha aumentado tras la pandemia. “Es una comunidad poco alfabetizada y los niños viven en familias donde lo importante es el día a día. Muchas chicas se casan jóvenes, con 15 o 16 años, y ni siquiera concluyen la enseñanza obligatoria (hasta los 18)″, comenta. “Los jóvenes sienten que no tienen oportunidades y están desenraizados”, agrega.

Un autobús y un coche incendiados en Loures, durante los disturbios ocurridos esta semana en el área metropolitana de Lisboa.MIGUEL A.LOPES (EFE)

Después de tres noches de altercados en diferentes puntos de la Gran Lisboa, el jueves se redujeron los incidentes, en parte por el notable despliegue policial que llegó también a lugares estratégicos de la capital, citados en los llamamientos anónimos a la violencia que circulan por redes y que André Ventura, líder del ultraderechista Chega, leyó en la Asamblea de la República.

Ventura ha aprovechado el suceso para lanzar discursos exaltados. “Gracias. Gracias. Es la palabra que deberíamos dar al policia que disparó contra este bandido en la Cova da Moura. Ahora se multiplican los discursos sobre si era buena persona, que ayudaba mucho y que era simpático. La única cosa: trató de acuchillar policías, estaba huyendo de ellos e iba a cometer delitos con toda probabilidad”, afirmó a pesar de que los propios agentes han reconocido que la víctima no portaba arma ninguna. La ex ministra de Justicia, Francisca Van Dunme, y un grupo de ciudadanos han anunciado que presentarán una querella contra Ventura por estas declaraciones por ofender a la víctima y hacer apología del delito.

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