La urgencia por evitar la represalia iraní a Israel impulsa el diálogo de alto el fuego en Gaza

Las negociaciones se reanudan este jueves en Doha con el objetivo sobrevenido de desactivar las prometidas respuestas de Teherán y Hezbolá al doble asesinato que ha encendido aún más Oriente Próximo

Familiares de un palestino muerto en un ataque israelí reciben su cadáver, en la morgue del Hospital Nasser, en Jan Yunis, en el sur de Gaza, este miércoles.Abdullah Abu Al-Khair (APA Images/ZUMA Press Wire/Dpa/Getty)

La pasada semana, en un inusual comunicado conjunto, los países que median para lograr un alto el fuego en Gaza (EE UU, Egipto y Qatar) convocaron un encuentro este jueves para que Israel y Hamás alcancen un acuerdo sin más “excusas” ni “tiempo que perder”. Ofrecían redactar una “propuesta final” que “dé respuesta a las expectativas de todas las partes”. La idea (mencionada dos veces en la nota) de que “ha llegado el momento” de poner fin progresivamente a la invasión, por medio de un pacto que permita el regreso del centenar de rehenes en Gaza, no es nueva: figura desde hace meses en los mens...

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La pasada semana, en un inusual comunicado conjunto, los países que median para lograr un alto el fuego en Gaza (EE UU, Egipto y Qatar) convocaron un encuentro este jueves para que Israel y Hamás alcancen un acuerdo sin más “excusas” ni “tiempo que perder”. Ofrecían redactar una “propuesta final” que “dé respuesta a las expectativas de todas las partes”. La idea (mencionada dos veces en la nota) de que “ha llegado el momento” de poner fin progresivamente a la invasión, por medio de un pacto que permita el regreso del centenar de rehenes en Gaza, no es nueva: figura desde hace meses en los mensajes de la Administración de Joe Biden. Lo nuevo es el contexto de máxima tensión, en el que la importancia del éxito del diálogo está cada vez más orientada a evitar las represalias de Irán y Hezbolá a la última cerilla que Israel ha encendido en Oriente Próximo: el asesinato ―hace dos semanas y en apenas 24 horas― del número dos de la milicia libanesa, Fuad Shukr, en su feudo en Beirut; y presumiblemente del líder político de Hamás, Ismail Haniya, en Teherán, tras asistir a la toma de posesión del nuevo presidente iraní, Masoud Pezeshkian.

El mundo contiene desde entonces la respiración ante la respuesta ―conjunta o por separado― y a la consiguiente reacción de Israel, que podría derivar en guerra regional. La semana pasada, el ministro israelí de Defensa, Yoav Gallant, dijo que su ejército está preparado para una “rápida transición” de la defensa al ataque y que los libaneses “no pueden siquiera imaginar lo que puede pasar” si el líder de Hezbolá, Hasan Nasralá, “arrastra a Líbano a pagar un precio extremadamente alto”.

Las negociaciones comienzan este jueves en Doha, capital de Qatar, y durarán varios días. El primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, se reunió este miércoles con el equipo negociador y aprobó su “mandato”. Hamás ha anunciado que no enviará representantes, en una decisión más efectista y simbólica que influyente porque son, en cualquier caso, indirectas (sus líderes y los de Israel nunca se reúnen en la misma habitación).

El grupo islamista lo justifica en que los mediadores deberían “forzar” a Israel a “aplicar lo acordado” ―a partir de la propuesta que el presidente Biden formuló en su momento y a la que Netanyahu introdujo modificaciones―, en vez de “dedicarse a nuevas rondas de negociaciones o a nuevas propuestas” que “dan más tiempo” a Israel para “continuar su genocidio” en Gaza.

Cartel con la imagen del nuevo líder político de Hamás, Yahia Sinwar, en Teherán, este lunes.ABEDIN TAHERKENAREH (EFE)
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Los embajadores de tres de los principales aliados de Israel ―Washington, Berlín y Londres― han comparecido este miércoles en Tel Aviv, en la sede del foro que presiona para la liberación de los rehenes, para pedir un sí al acuerdo. Justo este lunes, Hamás anunció que un guarda mató a uno de los rehenes que vigilaba y, en otro incidente, otras dos resultaron heridos de gravedad. El ejército israelí asegura que carece de información para confirmarlo o desmentirlo

Nunca en los 10 meses de invasión israelí, el alto el fuego en Gaza ha ido menos sobre Gaza. Ya no solo por la sensación imperante (incluido entre los propios israelíes de distinto signo político, según los sondeos) de que Netanyahu viene prolongando la guerra por interés personal, sino por la urgencia sobrevenida por proveer a Irán y a Hezbolá de una victoria simbólica que les permita dar marcha atrás a una venganza que ambos han calificado como “segura”.

En realidad, la milicia libanesa lleva meses diciendo que dejará de lanzar proyectiles contra Israel en cuanto deje de bombardear Gaza, pero Netanyahu los trata como problemas aparte, insiste en continuar bombardeando la Franja hasta la “victoria final” y muchos en el Gobierno y el ejército quieren ir ya a por todas con Hezbolá, para alejar a sus fuerzas de élite de la frontera y devolver a sus hogares a las decenas de miles de desplazados de la frontera.

“Eso espero”

El nexo entre el fin del horror en Gaza y la desactivación de la represalia de Teherán la hizo expresamente este martes el presidente de Estados Unidos, al señalar que es su “expectativa”. Un día antes, lo apuntaron a la agencia Reuters bajo anonimato tres fuentes gubernamentales regionales iraníes, como lo único que desactivaría la respuesta. Amos Hochstein, el enviado de Biden que forjó en 2022 el acuerdo de delimitación marítima entre Israel y Líbano, ha sonado más cauto este miércoles en Beirut: “Eso espero, eso creo”.

“Un acuerdo [de alto el fuego en Gaza] ayudaría a facilitar también una resolución diplomática aquí en Líbano y evitaría el estallido de una guerra más amplia”, ha asegurado tras entrevistarse con Nabih Berri, el presidente del Parlamento y aliado de Hezbolá que lidera el otro gran movimiento chíi, Amal. Otro de sus interlocutores, el primer ministro, Nayib Mikati, admitió que los esfuerzos diplomáticos se centran en “impedir una guerra y detener la agresión israelí”. Hezbolá ha comenzado a mover gente y ordenadores en Dahiya, su barrio símbolo en Beirut en el que Israel asesinó a Shukr. Y el secretario de Estado de EE UU, Antony Blinken, tenía previsto desplazarse a la zona, pero ha cancelado el viaje.

Amos Hochstein (izquierda) y Nabih Berri, durante su reunión, este miércoles en Beirut.WAEL HAMZEH (EFE)

Entre esos esfuerzos diplomáticos está un llamamiento conjunto de Estados Unidos, Alemania y Francia que no sentó nada bien a Teherán. Le pedían no responder a la humillación del asesinato de su invitado, que Israel no reconoce, como suele hacer en este tipo de operaciones que llevan sus huellas. El portavoz del Ministerio de Exteriores en Teherán, Nasser Kanaani, señaló este martes que “carece de lógica política” y “supone un apoyo público y práctico a Israel”, al “pedir descaradamente a Irán que no responda a la violación de su soberanía e integridad territorial” a la vez que “no plantean objeciones a los crímenes internacionales” de Israel. Washington acaba, de hecho, de aprobar otro paquete más de armas a su aliado, este por valor de más de 18.000 millones de euros, principalmente 50 cazas F-15.

El régimen de los ayatolás, mientras tanto, emplea palabras vagas para dejar varias puertas abiertas. Su misión en la ONU insiste en que la represalia por Haniya es “un asunto totalmente sin relación” con las negociaciones de alto el fuego en Gaza. Pero también que la llevará a cabo en un “momento y forma” que “no vaya en detrimento del potencial alto el fuego”. Y, al igual que Hezbolá, usa la incertidumbre como arma, provocando la cancelación de numerosos vuelos hacia Tel Aviv y generando ansiedad entre los israelíes, que cada semana reciben por WhatsApp y Telegram bulos o informaciones de un ataque inminente. “La espera es parte del castigo, de la respuesta”, dijo Nasralá a principios de mes.

Mientras la diplomacia se mueve, también lo hace la maquinaria militar estadounidense rumbo a Oriente Próximo. El secretario de Defensa estadounidense, Lloyd J. Austin, ha anunciado el envío del submarino de misiles guiados USS Georgia (algo excepcional, porque el Pentágono no suele informar de los movimientos de su flota submarina) y ordenado al Abraham Lincoln, un portaaviones con cazas F-35, que acelere hacia la región, desde cerca de Filipinas, para sumarse al ya desplegado Theodore Roosevelt. También mandará más aviones de combate y buques de guerra.

Por su parte, el ejército israelí ha desplegado unidades de élite en el norte del país para actuar como fuerza de intervención rápida, ante la posibilidad de que la represalia de Hezbolá incluyese no solo el previsible lanzamiento de cohetes, proyectiles anticarro y drones cargados de explosivos, sino también la infiltración de milicianos, como hizo Hamás en su ataque sorpresa del 7 de octubre de 2023, según el diario Maariv.

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