De las bombas de Gaza a Madrid: la esperanza del palestino Nizar de volver a caminar
El joven gazatí, de 17 años, sufrió la amputación de las dos piernas tras un ataque israelí y ahora recibe tratamiento en Madrid. El Gobierno ha evacuado a otros 14 menores y sus familias para que reciban atención médica
Nizar Elmansi habla sin rodeos: “Desde que nací, vivo en una guerra”. Este palestino de 17 años admite que ya estaba “acostumbrado” a la barbarie en la franja de Gaza. La ofensiva emprendida por Israel el pasado 7 de octubre tras el ataque de Hamás no cambiaba mucho su situación. “Cada año había bombardeos, atentados y muchos muertos. Sabía que en cualquier momento podía ser yo”, relata. La violencia lo tocó directamente el pasado 16 de abril —según recuerda su madre— en un bombardeo ...
Nizar Elmansi habla sin rodeos: “Desde que nací, vivo en una guerra”. Este palestino de 17 años admite que ya estaba “acostumbrado” a la barbarie en la franja de Gaza. La ofensiva emprendida por Israel el pasado 7 de octubre tras el ataque de Hamás no cambiaba mucho su situación. “Cada año había bombardeos, atentados y muchos muertos. Sabía que en cualquier momento podía ser yo”, relata. La violencia lo tocó directamente el pasado 16 de abril —según recuerda su madre— en un bombardeo sobre el campamento de refugiados de Maghazi, en el centro de la Franja, en donde residía entonces. Al menos 11 personas murieron en el ataque, incluidos su hermano y dos primas suyas. Nizar sobrevivió de milagro, pero por su grave estado tuvo que ser amputado de ambas piernas. Ahora se recupera en Madrid.
Sentado en una oficina de la fundación humanitaria Accem, en el centro de la ciudad, Nizar habla de este suceso con cierta tranquilidad, enfatizando con las manos lo que dice en árabe. “Desperté después de nueve días en un hospital y allí me dijeron que me tenían que operar. Me sorprendí mucho y protesté, pero tenían que hacerlo”. Poco después fue trasladado a Egipto, en donde siguió su tratamiento, acompañado de su madre y de su hermano Yousef, de ocho años. A finales de julio, Nizar y otros 14 menores gazatíes, junto con sus familiares, fueron evacuados a España para recibir atención sanitaria en hospitales en cinco comunidades autónomas: Asturias, Castilla-La Mancha, País Vasco, Navarra y Madrid.
Este complejo operativo tardó meses en gestarse: el presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, adelantó a finales de mayo que España acogería a “una treintena” de niños con cáncer o traumatismos severos que se encontraban en el hospital turco de Ciudad de Gaza. Sin embargo, el cierre del paso de Rafah (en la frontera con Egipto) por el ejército israelí hacía imposible una evacuación desde la Franja.
El bloqueo obligó a las autoridades españolas a poner en marcha un plan B: acoger a menores gazatíes que se encontrasen ya en Egipto. “Acordamos con la OMS [Organización Mundial de la Salud] que España fuera la que llevara a cabo la primera misión de estas características para que otros países europeos se apuntaran también”, explica por teléfono Mónica García, ministra de Sanidad y una de las organizadoras principales del operativo, en el que también participaron los ministerios de Inclusión, Exteriores, Defensa e Interior.
Una vez en El Cairo, los sanitarios y funcionarios españoles comenzaron con las evaluaciones médicas, para asegurarse que los menores tuvieran un traslado seguro, y los exámenes psicológicos, para preparar el acompañamiento que recibirían durante el tiempo de la acogida, inicialmente previsto para tres meses.
Alda Recas, asesora de la Secretaría de Estado de Sanidad que viajó a la capital egipcia para la misión, narra su experiencia: “He sido cooperante durante mucho tiempo, pero una nunca se acostumbra porque son historias dramáticas. Recuerdo mucho a una madre que, además de las dos hijas con las que salió a Egipto, tiene a otros cuatro niños en Gaza. ‘Si yo me voy a España, ¿qué va a ocurrir con ellos?’, nos decía. Hemos salido llorando de allí”. Entre los menores también hay casos como el de una niña de seis años con leucemia, o el de un pequeño de dos, a quien había que extirparle una metralla de su cuerpo, según indica Recas.
Todos estos menores y sus familias padecieron graves privaciones y situaciones de peligro. Nizar tuvo que irse de su casa en Ciudad de Gaza al campamento de Maghazi, cercano a la ciudad de Deir al Balah. “Ya no había comida y mi padre nos dijo que teníamos que irnos de allí, que él se quedaría”, cuenta. Durante el desplazamiento a esta zona, más en el sur de la Franja, escoltados por tanques y soldados israelíes, Nizar caminaba con su equipaje en la espalda y con las manos alzadas: en una llevaba su documento de identidad y en la otra una bandera blanca improvisada. “Quería que vieran quién era yo, pero [los soldados] nos insultaban y nos amenazaban con que nos iban a matar”.
La situación tampoco era buena en Maghazi. El asedio en todo el enclave era total y el campamento ya había sido escenario de importantes ataques, como el bombardeo a una escuela de la ONU en octubre —a pocos días del inicio de la ofensiva—, o la matanza de al menos 70 personas en la víspera de Navidad, en uno de los ataques singulares más mortíferos de la guerra, según las autoridades gazatíes. “Cuando nos fuimos más al sur había un poco más de comida, pero podían pasar periodos de dos semanas en los que no llegaba nada. La ayuda humanitaria era muy poca y nunca era suficiente”, lamenta. Fue allí donde ocurrió el ataque en el que perdió ambas piernas.
El joven —que viste una camiseta roja y una bufanda decorada con la bandera palestina, por un lado, y con el patrón de la kufiya, por el otro—, se interrumpe al hablar un par de veces para observar a su hermano menor juguetear en la oficina. La madre de ambos lo mira sentada en silencio. ¿Qué opina ella de la evacuación? “Mi madre ha sufrido mucho. Cuando llegamos a España se puso muy nerviosa por desconocer el idioma, la comida y la cultura, pero con el paso de los días está cada vez más tranquila”, contesta.
Es una reacción natural, explica Carolina Flores, coordinadora del proyecto de acogida de gazatíes de la fundación Accem. “Estas personas no sufren por una sola experiencia traumática, sino por un cúmulo de ellas que, además, viven de manera colectiva. Por eso creemos que la atención psicosocial, cuanto más temprana, mejor”. Tanto la familia Elmansi, como las demás repartidas por toda España, están recibiendo acompañamiento en distintas esferas como la escolar, la social y la económica, resaltan fuentes del Ministerio de Sanidad.
Aunque está previsto que la acogida dure tres meses, el plazo puede alargarse, dependiendo de la recuperación física y mental de cada uno de los menores y sus familias. Hay algunos que quieren volver a Egipto lo más pronto posible, señala la asesora Recas, pues tienen a otros parientes que siguen atrapados en la Franja y prefieren mantenerse cerca. Pero quienes así lo deseen pueden pedir asilo en España. A su vez, la ministra de Sanidad no descarta que el Gobierno lleve a cabo otra evacuación en el futuro: “Me gustaría que esto no se quede aquí. Ha habido mucha coordinación y solidaridad de las comunidades autónomas y también queremos que se unan más países europeos”. Después de España, Bélgica e Italia han realizado operativos similares.
Nizar dice que su plan aún no está claro, pues admite que se siente cómodo en España. “Por la seguridad total, podría vivir aquí con tranquilidad”, asegura. Pero también extraña su hogar y afirma que quiere volver en algún momento. En todo caso, antes tiene que superar una intervención quirúrgica prevista para la próxima semana, el primer paso para recibir las prótesis de las dos piernas, además de numerosas terapias físicas que vendrán después, con el fin último de que pueda volver a caminar. Algo sí tiene claro: dedicarse a sus aficiones, como volver a nadar y jugar fútbol. “También quiero ser gamer, con mi propio canal de YouTube”, dice sonriente.
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