La guerra del combustible en Gaza se agrava con el bloqueo israelí del paso fronterizo de Rafah

La ONU estima que a la Franja le quedan entre uno y tres días de suministro de gasolina, esencial para el reparto de ayuda, los hospitales y el bombeo de agua

Buthayna Abu Jazar apoya su cabeza sobre la mano de su hijo Hamza, víctima de un bombardeo israelí, en Rafah, Gaza, el 9 de mayo de 2024.Hatem Khaled (REUTERS)

El combustible es un pilar fundamental sobre el que se asienta la supervivencia de cientos de miles de habitantes de Gaza. Solo un millar de los algo más de 25.000 camiones que han conseguido llegar a la Franja durante la guerra llevaban este cargamento esencial, según estadísticas de Naciones Unidas. Eso supone menos del 4% de esos vehículos. Todos han accedido al enclave palestino, además, por el paso fronterizo de Rafah, que separa este territorio de Egipto, y que ...

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El combustible es un pilar fundamental sobre el que se asienta la supervivencia de cientos de miles de habitantes de Gaza. Solo un millar de los algo más de 25.000 camiones que han conseguido llegar a la Franja durante la guerra llevaban este cargamento esencial, según estadísticas de Naciones Unidas. Eso supone menos del 4% de esos vehículos. Todos han accedido al enclave palestino, además, por el paso fronterizo de Rafah, que separa este territorio de Egipto, y que el martes fue tomado por las tropas de ocupación israelíes.

Desde entonces, este cruce permanece cerrado y por ahí no entra ayuda humanitaria, denuncian la ONU y otras organizaciones. Tampoco combustible, sin el que no pueden circular los vehículos para el reparto de ayuda o funcionar los generadores y equipos con los que intenta subsistir el ya dañado sistema sanitario gazatí. “Los suministros de alimentos y combustible en Gaza solo durarán entre uno y tres días. Sin ellos, nuestras operaciones se paralizarán”. El máximo responsable para Palestina del Programa Mundial de Alimentos de la ONU (PMA), Matthew Hollingworth, dibuja este panorama desolador. El almacén principal de esta agencia es “inaccesible”, denuncia Hollingworth, a lo que añade que por los cruces de Rafah y Kerem Shalom ―que da acceso a Israel― no llega ayuda desde hace dos días.

Además, miles de personas huyen de las amenazas de Israel de llevar a cabo una invasión a gran escala en la zona, donde solo queda una panadería abierta, comenta Hollingworth en su perfil de la red social X (antes Twitter). En los mismos términos han expresado su preocupación el comisionado general de la agencia de la ONU para los refugiados palestinos (UNRWA), Philippe Lazzarini, y el director general de la Organización Mundial de la Salud (OMS), Tedros Adhanom Ghebreyesus. Este ya anunció el martes que el hospital Al Najjar de Rafah había quedado fuera de servicio y que disponía de combustible para tres días.

Las advertencias del grave problema que supone la escasez de diésel, gasolina o gas se multiplican y llegan también desde ONG como Refugees International. “Si se corta el combustible, las operaciones de ayuda colapsan y colapsan rápidamente. Eso significa que no se puede bombear agua, mantener las luces encendidas en los hospitales o que los vehículos no pueden distribuir ayuda”, recalca Jeremy Konyndyk, presidente de esa organización durante una comparecencia online este miércoles junto a responsables de otras organizaciones desplegadas en Gaza.

La escasez afecta también directamente al precio que alcanza en la calle el combustible, sacudido, al igual que la comida, por un terremoto inflacionario. Cuesta unos 40 dólares el litro (unos 37 euros), asegura Helena Ranchal, responsable de Médicos del Mundo, desde Nablus (Cisjordania). Y cuantos más días sigan sin llegar camiones, más se elevará su precio. “No solo estamos hablando de la movilización de la gente, de los equipos. Necesitamos que funcione el sistema electrónico en el hospital para hacer transfusiones de sangre y poder llevar a cabo cirugías”, subraya: “Los sanitarios no podemos estar mucho más así”.

A eso se suma que el combustible es necesario también para el uso particular, empresarial o para las organizaciones humanitarias, ya sea para vehículos o para alimentar generadores que complementan a los paneles solares en viviendas, oficinas, empresas o para la carga de dispositivos electrónicos.

Algunas de las familias que estos días escapan de los ataques israelíes en Rafah lo hacen por novena vez desde que comenzó la guerra el pasado octubre, explica el responsable del PMA. Los que han logrado salir este jueves eran unos 80.000, según datos de la UNRWA. Dejan atrás una localidad que sigue no solo ocupada en parte (en su zona este) por el ejército israelí, sino que también es bombardeada desde el aire y atacada con artillería, dejando decenas de civiles muertos diariamente.

“En torno al 70% de los 2,3 millones de habitantes de Gaza viven en un constante círculo de desplazamientos y huidas”, explica Ghada Alhaddad, de la ONG Oxfam, desde Deir El Balah, en la zona central de la Franja. Se trata de “desplazamientos forzosos ilegales”, apunta Ranchal, de Médicos del Mundo. “Es mentira, no hay ninguna zona segura en Gaza”, responde al anuncio hecho por las autoridades de Israel a la población para que se instale en el campamento de Al Mawasi, al noreste de Rafah. Ambas participaron también en la comparecencia telemática.

Matthew Hollingworth considera “catastrófico” que las tropas lleguen a invadir la localidad meridional del enclave, donde se asientan en torno a 1,5 millones de personas. Ciertos progresos que se han hecho recientemente para atender a la población se perderían y, con el actual bloqueo de los pasos fronterizos, “las operaciones que llevan a cabo agencias como el PMA deberán detenerse”, alerta su responsable en Palestina. Además, reclama a las partes que, mientras no se alcance un alto el fuego; permitan al menos las actividades humanitarias.

“Hoy nos hemos dado cuenta de que, debido a la falta de combustible, el transporte es extremadamente caro. Es una locura lo que nos cuesta que los camiones muevan nuestras mercancías de un lugar a otro. El precio que piden es como el triple que en los días normales”, lamentaba Rafeek Elmadhoun, de Rebuilding Alliance. Esta organización está tratando de recolocar sus cocinas en zonas a las que se están desplazando aquellos que huyen de Rafah por la llegada de las tropas israelíes. Al encarecimiento del combustible, añade el problema de “la falta de alimentos frescos, como verduras, porque los precios se han disparado debido al impacto [de la guerra] en la temporada agrícola. El tomate y las patatas tienen unos precios para volverse locos”, agrega.

En el lado israelí, el viento no sopla a favor. Unas 150 personas han impedido este jueves que un convoy con camiones de ayuda humanitaria procedente de Jordania avanzara hacia Gaza. Un grupo de manifestantes, entre los que había algunos familiares de víctimas del ataque de Hamás del 7 de octubre, han cerrado el paso al convoy llegando a amenazar a los conductores, según las imágenes difundidas por algunos medios. Entonces, cientos de milicianos de Hamás asaltaron la valla que separa la Franja de Israel y asesinaron a unas 1.200 personas mientras secuestraban a unas 250, según cifras oficiales. La respuesta militar de Israel ha causado ya casi 35.000 muertos en el enclave mediterráneo palestino.

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