Liderazgos fuertes y simpatías prorrusas: el extremismo se extiende entre los jóvenes de Europa Central y del Este

Varios estudios concluyen que el nacionalismo crece entre los ‘millennials’ y la generación Z de países como Bulgaria, Hungría o Rumania, que muestran un creciente desapego hacia la UE

Manifestación neonazi en Bulgaria el 12 de febrero de 2022.Georgi Paleykov (NurPhoto/ Getty Images)

Las ideas extremistas se extienden con rapidez entre los jóvenes de Europa Central y del Este. Varios estudios muestran el ímpetu de las ideologías favorables a un liderazgo autocrático o que cuestionan la utilidad de la democracia. Rumena Filipova, directora de la organización independiente Institute for Global Analytics (IGA), subraya que los millennials y la generación Z “están políticamente ali...

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Las ideas extremistas se extienden con rapidez entre los jóvenes de Europa Central y del Este. Varios estudios muestran el ímpetu de las ideologías favorables a un liderazgo autocrático o que cuestionan la utilidad de la democracia. Rumena Filipova, directora de la organización independiente Institute for Global Analytics (IGA), subraya que los millennials y la generación Z “están políticamente alineados, inclinados a un liderazgo autocrático y susceptibles a la desinformación prorrusa”. “Contrariamente a las expectativas de que los jóvenes tengan más visión de futuro que sus progenitores, la evidencia muestra que el colectivo juvenil no siente un mayor afecto por la democracia, la tolerancia social o las actitudes proccidentales que el resto de la sociedad”, asegura esta experta búlgara que acaba de publicar un artículo sobre este tema en el Centro de Análisis de Políticas Europeas (CEPA).

Los escasos avances democráticos después de más de tres décadas desde la caída de las dictaduras comunistas han provocado un mayúsculo desencanto entre los jóvenes de Europa Central y del Este. “Se sienten excluidos de los procesos políticos y de los beneficios económicos, lo que les hace estar menos satisfechos con la democracia”, explica Filipova. Prueba de ello es el alto absentismo en las elecciones de estos países.

Según una encuesta realizada por el think tank GLOBSEC, con sede en Bratislava, más de la mitad de los búlgaros de entre 18 y 24 años preferiría un líder fuerte para no tener que preocuparse de los vaivenes del Parlamento. El sondeo también resalta que los sentimientos nacionalistas ganan terreno en Bulgaria: solo el 32% de los jóvenes en el rango de edad mencionado percibe a la extrema derecha como una amenaza; porcentaje que sube al 37% en la franja de 25 a 34 años.

Disminuye, en cambio, el apego a las instituciones internacionales, sobre todo a la UE. Un abrumador 71% de los menores de 35 años cree que Bruselas “dicta a Bulgaria” lo que tiene que hacer. Además, los jóvenes se muestran ambiguos en su condena de la invasión rusa de Ucrania: casi el 40% culpa al país invadido de incitar a la guerra. “El sistema educativo tiene parte de su responsabilidad. En Bulgaria aún se transmiten los estereotipos que presentan a Rusia favorablemente”, remarca Filipova.

Un panorama similar se repite en otros países de la región. La abstención y las inclinaciones nacionalistas-autoritarias se extienden entre las nuevas generaciones. De acuerdo con el Instituto Nacional Demócrata, radicado en Washington, menos de un tercio de los jóvenes de la República Checa, Hungría y Polonia expresan satisfacción con la actual situación política de sus países.

En Hungría, por ejemplo, la apuesta por los influencers del primer ministro, el ultraconservador Viktor Orbán, ha fomentado un entorno sociopolítico que favorece las posiciones tradicionalistas y prorrusas. Incluso si los jóvenes húngaros no votan por el partido gobernante Fidesz, las encuestas entre los menores de 30 años muestran que es más probable que se alineen con fuerzas de oposición de extrema derecha como Nuestra Patria. Según un sondeo elaborado por Medián hace poco más de un año, la facción de ultraderecha es la más popular entre los jóvenes. “Las autoridades húngaras también aumentaron el control sobre la educación”, apunta Filipova.

En la misma línea está la vecina Rumania, que acaba de ingresar parcialmente en el espacio Schengen junto a Bulgaria: ambos países han levantado los controles en las fronteras aéreas y marítimas, pero mantienen las terrestres. Una encuesta realizada en marzo por la empresa IRES desvela que la Alianza para la Unión de Rumanos (AUR, que significa oro en rumano) es el predilecto entre los menores de 35 años. “Los jóvenes desconfían de la democracia y las instituciones, sobre todo del Gobierno y el Parlamento debido a que la corrupción endémica ha hecho que sean susceptibles a la propaganda ultraderechista”, señala Madalina Voinea, analista del think tank Expert Forum. También achaca este alejamiento a la inacción de los partidos tradicionales. El auge de las ideas antidemocráticas se explica también por la actividad de los políticos radicales en las redes sociales, sobre todo TikTok, la plataforma que más crece en la región.

Según Daniel David, rector de la Universidad Babes-Bolyai de Cluj-Napoca, la mayor de Rumania, la mitad de los jóvenes de su país que se decantan por formaciones de extrema derecha tiene estudios medios y un 22% básicos. “Que un partido con un discurso más soberanista capte este tipo de jóvenes no es una sorpresa”, asegura este sociólogo, que opina que su frustración radica en las actuales instituciones democráticas.

En Serbia, las nuevas generaciones no se desvían significativamente de sus mayores en cuanto a nacionalismo o autoritarismo. Una encuesta desveló que solo el 36% de los jóvenes serbios tiene una actitud positiva hacia la democracia, mientras que el 40% prefiere que su país mantenga una política exterior “equilibrada” entre Oriente y Occidente. Solo el 13% quiere alinearse con la UE y la OTAN. “Para la generación Z, la adhesión a la OTAN y a la UE de los países de la Europa del Este y Central en la década de los 2000 ocurrió hace mucho tiempo, no tiene la memoria tan vívida como la de los millennials, de modo que está más abierta a las diatribas lanzadas por los nacionalistas”, recalca Filipova.

Las percepciones de exclusión política y económica, alimentadas por la desigualdad, la disminución de las oportunidades y la limitada consideración de las preocupaciones de los jóvenes por parte de los gobiernos han azuzado la desafección. “Las fuerzas políticas democráticas deberían idear políticas que tengan en cuenta a los jóvenes y promover su inclusión en el proceso político para que se perciban a sí mismos como un electorado clave, en lugar de una ocurrencia tardía en la renovación democrática”, zanja la experta.

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