Peleas, colonos y un hotel de lujo: una opaca venta de terreno pone en pie de guerra a los armenios de Jerusalén
Un empresario australiano-israelí alquiló para 98 años parte del barrio de la ciudad vieja. La comunidad teme que sea una maniobra de organizaciones ultranacionalistas judías silenciada por la guerra en Gaza
Aunque vive cerca, Setrag Balian ha pasado la noche en una carpa. Él y otros jóvenes activistas armenios se turnan para que alguno pueda dar la voz de alarma si regresan las excavadoras a su barrio en la histórica ciudadela amurallada de Jerusalén, como sucedió por sorpresa el pasado noviembre, cuando la guerra de Gaza monopolizaba las miradas. Decenas de personas, algunas armadas y con perros, se presentaron al alba pa...
Aunque vive cerca, Setrag Balian ha pasado la noche en una carpa. Él y otros jóvenes activistas armenios se turnan para que alguno pueda dar la voz de alarma si regresan las excavadoras a su barrio en la histórica ciudadela amurallada de Jerusalén, como sucedió por sorpresa el pasado noviembre, cuando la guerra de Gaza monopolizaba las miradas. Decenas de personas, algunas armadas y con perros, se presentaron al alba para comenzar a levantar el suelo en cumplimiento de una opaca operación inmobiliaria que ha puesto en pie de guerra un barrio habitualmente tranquilo y poblado desde hace 1.500 años por la comunidad armenia más antigua en la diáspora.
Los activistas lo frenaron y ―en una imagen inédita en una zona más conocida por su catedral y sus ceramistas― instalaron vallas, alambre de espino y banderas armenias en medio del amplio aparcamiento que el patriarca y un monje alquilaron para 98 años a un empresario australiano-israelí para construir un hotel de lujo. En otro lugar del planeta, habría sido una simple compraventa, pero todas se miran con recelo en la ciudad vieja de Jerusalén porque organizaciones ultranacionalistas judías llevan años adquiriendo propiedades a través de hombres de paja, en una lucha soterrada por colonizarla poco a poco. “Es el mayor problema existencial que ha vivido nuestra comunidad aquí. No somos estúpidos, ni nacimos ayer. Basta con juntar los puntos”, asegura Balian.
La situación no ha dejado de escalar desde el pasado abril, cuando la comunidad supo el contenido del contrato, firmado en 2021. Afecta a 11.500 metros cuadrados: un amplio aparcamiento al aire libre (en un terreno conocido como el Jardín de las Vacas), algunos edificios que pertenecen al Patriarcado y cinco casas de particulares. Es el 25% de la parte del barrio bajo control armenio, ya que este alberga también una gran comisaría o el Museo de la Torre de David, en manos israelíes. El precio: dos millones de dólares (1,85 millones de euros), bastante por debajo de una ubicación tan codiciada. Un apartamento con vistas en el anexo barrio judío de la ciudad vieja puede costar hasta seis millones de shekels (1,5 millones de euros). El barrio armenio, que viene perdiendo población (unos 1.500 hoy), contiene la única vía para llegar en coche al Muro de las Lamentaciones a través de la ciudadela, así como la puerta que da acceso al Monte Sión.
Al enterarse, buena parte del barrio armenio se levantó contra el patriarca, Nourhan Manougian. Apenas abandonaba el convento y tenía que escuchar cada viernes manifestaciones en las que le tildaban de “traidor” y desplegaban una tela para marcar una “línea roja”. Era el culmen de la brecha que se venía cultivando entre los jóvenes y el Patriarcado, que gestiona asuntos civiles y religiosos de la comunidad armenia. Manougian, de 75 años y uno de los firmantes del acuerdo, culpó y expulsó a Baret Yeretsian, el clérigo que lo coordinó y que tuvo que ser protegido por la policía israelí de una masa enfurecida antes de escapar a California.
“La reacción de la comunidad tenía motivos morales, pero también prácticos. No podemos añadir una sola habitación aquí, mientras que en el barrio judío levantan edificios de cinco plantas. Aparcar es un problema enorme y hay gente que viene desde Belén a la escuela”, explica en el centro comunitario George Hintlian, historiador de la presencia armenia en Jerusalén, una de sus principales figuras y exnúmero dos del Patriarcado. “Hubo además un elemento de sorpresa y de enfado por ir descubriendo la cantidad de terreno en el contrato. Al principio el Patriarcado no fue claro sobre eso”, añade.
Como todo en Tierra Santa, el asunto adquirió pronto una dimensión política. El presidente de la Autoridad Nacional Palestina, Mahmud Abbas, y Jordania retiraron el reconocimiento como patriarca a Manougian, lo que le impedía efectuar transacciones o firmar contratos en ambos territorios.
A finales de octubre, el patriarca anunció la cancelación del contrato a la contraparte, la empresa Xana Gardens, con el argumento de que fue logrado con mentiras. La legalidad de la marcha atrás está ahora mismo en los tribunales, pero la decisión cambió la situación: los jóvenes activistas hicieron de tripas corazón y aceptaron al patriarca en las protestas, mientras que los promotores perdieron la paciencia y mandaron las excavadoras, que derribaron un pequeño muro y levantaron parte del suelo. “Pensaron que como todos los medios de comunicación estaban ocupados con Gaza, podían comportarse como hooligans y tomar físicamente control del lugar”, asegura Balian, que luce en la sudadera un parche con la bandera de Artsaj, la república en Nagorno Karabaj autoproclamada en 1991 y formalmente disuelta el pasado 1 de enero, tras la victoria militar azerbaiyana y la huida de prácticamente toda la población armenia.
En una inusual muestra de unidad y de que la polémica trasciende lo inmobiliario, los líderes de todas las iglesias de Tierra Santa emitieron un comunicado conjunto en el que mostraban su “grave preocupación” por los acontecimientos y el riesgo de que “debiliten y pongan en peligro la presencia cristiana” en la zona.
El 23 de enero, la tensión subió unos grados más. Al menos una decena de hombres (varios enmascarados o tapados con capuchas y gafas de sol) se presentaron en el lugar y uno comenzó a cortar la valla con una sierra eléctrica. Se desencadenó una pelea a pedradas que acabó con varios arrestos.
Fue en el mismo aparcamiento en el que se ha llegado a personar el firmante como comprador: el canadiense-israelí Danny Rothman, que en ocasiones usa el apellido Rubinstein y otras los dos. Fundó la empresa Xana Capital en Emiratos Árabes Unidos y la registró en Israel en 2021. En un vídeo de noviembre, se le oye decir con desprecio a un obispo, Koryun Baghdasaryan: “Vuélvete con tus amigos palestinos”.
Rothman transfirió la mitad de las acciones a George Warwar, un palestino con ciudadanía israelí recientemente arrestado por agredir frente a la policía a un activista armenio. Warwar ―que rechazó hacer declaraciones a este periódico, manifestando su esperanza en que “la situación se calme dentro de poco”― fue recientemente fotografiado en un hotel de la ciudad reunido, entre otros, con Matti Dan, fundador de Ateret Cohanim, el movimiento extremista que propugna la judaización de toda Jerusalén. En 2005, el grupo compró al Patriarcado Ortodoxo tres edificios en el barrio cristiano de la ciudad vieja, muy por debajo del precio de mercado y a través de una sociedad pantalla en un paraíso fiscal. El entonces patriarca, Irineo I, fue depuesto poco después tras ser acusado de corrupción. El Tribunal Supremo israelí puso fin en 2022 a casi dos décadas de batalla legal confirmando la validez de la polémica compra.
Ateret Cohanim niega estar involucrado en la operación en el barrio armenio. Sin embargo, Danny Seidemann, abogado y activista israelí especializado en la geopolítica de la ciudad y fundador de la ONG Jerusalén Terrestre, tiene pocas dudas de que “la iniciativa está apoyada por organizaciones extremas de colonos en Jerusalén Este”. La enmarca en las políticas de los últimos años dirigidas a “rodear la ciudad vieja de asentamientos judíos” para cambiar su carácter, “marginando al resto” de identidades. “No lo puedo corroborar, pero si nos basamos en la historia reciente y en algunas pruebas circunstanciales, algunos colonos están actuando confabulados con el Gobierno de Israel”, señala por teléfono.
Como trasfondo, hay también cuentas pendientes. Los armenios, a los que algunos palestinos acusaban de contemporizar con las autoridades israelíes, no olvidan el firme apoyo armamentístico ―principalmente drones― y tecnológico que Israel prestó a Azerbaiyán tanto en los enfrentamientos de 2020 en Nagorno Karabaj como en su victoria final, el pasado septiembre, con una capitulación del enclave armenio en apenas 24 horas. En las semanas previas se registraron numerosos vuelos militares azerbaiyanos entre Israel y una base cercana a Nagorno Karabaj. “Más que ayudar a Azerbaiyán, Israel participó casi directamente. Y Artsaj es un tema muy doloroso para nosotros”, señala Hintlian.
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