Netanyahu libra su última batalla política en Gaza
La guerra contra Hamás, la más mortífera para los israelíes en medio siglo, amenaza con convertirse en el canto del cisne de un político que durante tres lustros en el poder ha esgrimido la seguridad como su mayor activo
Ya con 73 años y encausado por corrupción, Benjamín Netanyahu regresó en los últimos días del año pasado a la residencia del primer ministro de Israel en la calle Balfour de Jerusalén, el único lugar donde puede cobijarse de cumplir una pena de cárcel si es condenado. Todo, menos la celda, bien pudo ser su lema mientras afrontaba durante año y medio una travesía del desierto en la oposición. Tras ser apeado del poder en junio de 2...
Ya con 73 años y encausado por corrupción, Benjamín Netanyahu regresó en los últimos días del año pasado a la residencia del primer ministro de Israel en la calle Balfour de Jerusalén, el único lugar donde puede cobijarse de cumplir una pena de cárcel si es condenado. Todo, menos la celda, bien pudo ser su lema mientras afrontaba durante año y medio una travesía del desierto en la oposición. Tras ser apeado del poder en junio de 2021 con los votos de dos de sus delfines políticos conservadores, ha afrontado en 2023, al frente del Gobierno más conservador en la historia del Estado de Israel, un movimiento de protestas con escasos precedentes contra la reforma judicial que ha impuesto, de nuevo para intentar librarse de la prisión.
Tras el fiasco de la guerra de Yom Kipur, en 1973, los israelíes forzaron la salida del poder de la primera ministra laborista, Golda Meir. Y cuatro años más tarde, un vuelco electoral puso fin a la hegemonía de la izquierda, mientras el Likud, el partido de Netanyahu, alcanzaba el poder por primera vez desde el nacimiento del Estado judío, tres décadas antes. “La salida política de Netanyahu es inevitable”, predice Ami Yaalon, exjefe del Shabak, el servicio de seguridad interior del Estado.
Anshel Pfeffer, biógrafo de Netanyahu, apuntaba esta semana en su columna en el diario Haaretz que si el líder político no fija con claridad cuáles serán los objetivos de la guerra contra Hamás tendrá que atenerse a las consecuencias. En una de las primeras encuestas publicadas tras el estallido del conflicto en Gaza, Netanyahu es visto como responsable de la ofensiva llevada a cabo por Hamás, según un sondeo de Centro de Diálogo.
Un 86% de los israelíes —y el 79% de los partidarios de la coalición de Gobierno conservadora— considera que el ataque de Hamás supone un “fracaso” para el Gobierno, a la vista de la “falta de preparación” en materia de seguridad, según el detalle del estudio publicado por el diario Jerusalem Post. Más de la mitad de los encuestados (56%) considera que Netanyahu debe presentar la dimisión una vez finalizada la guerra.
El líder conservador ha sido un superviviente. “Siempre es prematuro despedirse de Netanyahu. Su salida no es irreversible y seguirá siendo muy activo en la oposición”, apuntaba hace dos años el analista e historiador Meir Margalit. “Volverá pronto y más reforzado”, pronosticó entonces con acierto. El cesarismo que le caracteriza y su obsesión por ocupar el poder para siempre le había llevado a asesinar políticamente a quienes le retaron desde su propio campo del centroderecha.
Sus herederos políticos se volvieron finalmente contra él para defenestrarle tras aliarse con el centroizquierda, e incluso con un partido árabe de perfil islamista. Ahora se enfrenta a una guerra contra Hamás en Gaza, que ya es la más mortífera para los israelíes en medio siglo. Este conflicto amenaza con convertirse en el canto del cisne de un político que durante tres lustros en el poder ha esgrimido la seguridad como su mayor activo ante los votantes.
Único jefe de Gobierno activo juzgado por corrupción
Natanyahu barrió en 2019 el récord de permanencia en el poder del fundador del Estado judío, David Ben Gurion. Conocido como Bibi (por su apodo familiar), también fue el jefe de Gobierno más joven (1996-1999) y el primero nacido en el país tras la independencia. Y también el único en ser juzgado por corrupción mientras ocupaba el puesto.
Nieto de un rabino e hijo de un historiador sionista de derechas, la peripecia vital de Netanyahu coincide con la propia historia de Israel. La nación ascética y colectivista en la que nació se ha convertido en potencia militar hegemónica regional y en líder tecnológica global, con una sociedad que se ha tornado políticamente conservadora. Estuvo al timón del Gobierno por primera vez (1996-1999) tras el asesinato del laborista Isaac Rabin, en 1995, contra quien hizo una dura campaña por su acuerdo con Yasir Arafat, el líder histórico palestino, para la creación de la Autoridad Nacional Palestina. Tardó 10 años en recuperar el poder, pero a partir de 2009 mantuvo su residencia oficial de la calle Balfour durante 12 años.
La transformación económica del país ha sido uno de los principales activos en su haber. Pero la riqueza no ha sido distribuida equitativamente en las distintas capas de la sociedad, donde amplios sectores de las comunidades árabe y ultraortodoxa judía se sitúan bajo el umbral de la pobreza.
Tachado de político oportunista, cuya única ideología ha consistido siempre en permanecer en el poder frente a las adversidades, Netanyahu ha mantenido, sin embargo, ideas geopolíticas muy precisas: “En Oriente Próximo hay una simple verdad: no hay lugar para los débiles, que son masacrados y borrados de la historia. Los fuertes, para lo bueno y para lo malo, sobreviven. Son respetados, y al final son los que hacen la paz”.
Como ha recordado Pfeffer, su biógrafo, Netanyahu ya apostó en 1993 en su libro Un lugar entre las naciones por un Estado judío fuerte y desarrollado para eludir la presión internacional de hacer concesiones a los palestinos. “El mundo debe aceptar la posición de Israel y retirar de la agenda la cuestión palestina”, condensa este experto la visión del mandatario. Sus ideas parecen haber sido proféticas, al menos para normalizar las relaciones diplomáticas con cuatro países árabes, sin necesidad de pagar el peaje de la entrega de territorios.
Acuerdos de Abraham
Promovidos y amparados en 2020 por el entonces presidente estadounidense, Donald Trump, los llamados Acuerdos de Abraham, con Emiratos Árabes Unidos y Baréin, monarquías del Golfo con las que Israel ya mantenía relaciones soterradas, fueron seguidos por el reconocimiento de Sudán y Marruecos, países con los que había establecido cooperación militar en la sombra. Ahora, Netanyahu confiaba en cerrar también un trato con Arabia Saudí para el mutuo reconocimiento, pero el ataque por sorpresa de Hamás ha saboteado la normalización de relaciones.
El exministro laborista Shlomo Ben Ami sostiene ahora que el líder conservador aparcó hace ya mucho tiempo la idea de la solución de los dos Estados para limitarse a gestionar el día a día de la ocupación, al considerar que no había condiciones para sentarse a negociar. “Ha intensificado la ocupación, convirtiéndola en irreversible mediante la expansión de los asentamientos y tolerando la violencia de los colonos”. Ben Ami responsabiliza al líder conservador del fracaso de los Acuerdos de Oslo pactados en 1993 entre israelíes y palestinos.
Netanyahu ya había ordenado tres campañas bélicas contra la franja de Gaza: en 2012, 2014 (la más demoledora hasta ahora, que duró más de dos meses) y 2021. No ha tenido que lidiar con una Intifada palestina en toda regla, pero sí con episodios de extrema violencia como la oleada de ataques con cuchillos entre 2015 y 2016 en Jerusalén y Cisjordania. O las manifestaciones en la frontera de la franja de Gaza, que se cobraron más de 200 muertos palestinos entre 2018 y 2019 por disparos del ejército.
Aunque es un nativo de Israel que ha sabido interpretar la diversidad social de un país de castas, Netanyahu también puede pasar por un resuelto estadounidense de Filadelfia o Boston, donde transcurrió parte de su infancia y se formó en la universidad. Esta doble faceta le ha acompañado durante toda su existencia. Se ha codeado con estadistas en los foros internacionales, pero se pasea por los mercados de Jerusalén o Tel Aviv con el desenvuelto descaro de un israelí de a pie.
Diputado a partir de 1988, destacó como hábil estratega de la diplomacia pública y su imagen emergió ante el mundo como portavoz de la delegación de Israel en la Conferencia de Paz de Madrid, en 1991. Ministro en varias carteras clave, como jefe de Gobierno culminó reformas de rango constitucional que han marcado un giro histórico. Es el caso de la denominada ley del Estado nación judío, norma que conlleva un detrimento de los derechos de las minorías, como dejar de considerar la lengua árabe como cooficial, a pesar de que lo hablen un 20% de sus habitantes, de origen palestino.
Afición al lujo y al halago
La afición al lujo de la familia del mandatario fue la primera pista seguida por la brigada policial anticorrupción en la investigación de los casos de corrupción. Los Netanyahu recibieron caros regalos —joyas, puros habanos Cohíba o champán rosado— evaluados en un millón de séqueles (más de 250.000 euros) de manos, entre otros, del productor de Hollywood Arnon Milchan, quien pudo obtener a cambio varios millones de dólares en beneficios fiscales.
Los otros dos casos en los que está encausado el primer ministro tienen que ver con la obsesión del gobernante por conseguir el favor de los medios de comunicación, a quienes culpa de todas sus desgracias políticas, pero que corteja con descaro.
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