Fallece la influyente senadora demócrata de EE UU Dianne Feinstein
La legisladora, la más veterana aún en activo a los 90 años, fue una enérgica luchadora contra las armas de fuego y en favor de las libertades civiles en una carrera de 30 años en la Cámara alta
Desaparece una de las personalidades más representativas del Congreso de EE UU. La veterana senadora demócrata por California Dianne Feinstein ha fallecido a los 90 años, mientras aún se encontraba en activo en una carrera de 30 años en la Cámara alta en la que rompió numerosos techos de cristal, desde la presidencia del influyente comité de inteligencia del Senado —nunca hasta entonces ocupada por una mujer— a la lucha contra las armas de fuego. “Desgraciadament...
Desaparece una de las personalidades más representativas del Congreso de EE UU. La veterana senadora demócrata por California Dianne Feinstein ha fallecido a los 90 años, mientras aún se encontraba en activo en una carrera de 30 años en la Cámara alta en la que rompió numerosos techos de cristal, desde la presidencia del influyente comité de inteligencia del Senado —nunca hasta entonces ocupada por una mujer— a la lucha contra las armas de fuego. “Desgraciadamente, la senadora Feinstein ha fallecido la pasada noche en su domicilio en Washington”, ha informado este viernes su oficina.
Feinstein, la más veterana aún en ejercicio, se había caracterizado por una línea generalmente moderada y pragmática, dispuesta a encontrar terreno común con los republicanos más centristas. Pero esa moderación se transformaba en defensa apasionada de las causas prioritarias para su Estado, desde la defensa del medio ambiente a los derechos reproductivos.
“Dianne dejó su marca en todo tipo de asuntos, desde la seguridad nacional al medio ambiente, pasando por la protección de las libertades civiles. Hizo historia de muchas maneras diferentes, y nuestro país se beneficiará de su legado durante muchas generaciones”, ha destacado en un comunicado el presidente de EE UU, Joe Biden, colega de Feinstein en el Senado durante 15 años.
“Estoy profundamente entristecida por el fallecimiento de Dianne Feinstein. Abrió caminos para las mujeres en la política y encontró su vocación en el servicio público. La echaré mucho de menos como amiga y colega, envío mis condolencias a quienes la querían”, ha indicado por su parte en X, la antigua Twitter, la excandidata presidencial demócrata y antigua secretaria de Estado Hillary Clinton.
Feinstein saltó a la fama en la política nacional estadounidense al llegar a la alcaldía de San Francisco en 1978 tras los asesinatos de su predecesor, George Moscone, y el supervisor Harvey Milk, muertos a balazos a manos de un antiguo compañero, Dan White. Feinstein presidía en ese momento la junta de supervisores, una especie de miniparlamento con poder para aprobar legislación local, y se precipitó hacia la oficina de Milk. Mientras le buscaba el pulso, tocó un agujero de bala.
Esa experiencia marcaría el resto de su carrera política, en la que la lucha contra las armas de fuego, especialmente las de asalto, fue una de sus grandes banderas. Redactó la norma federal que prohibió las armas de asalto desde 1994 hasta que el Congreso rechazó renovarla en 2004, durante el mandato de George W. Bush. Sus intentos de lograr medidas más duras para el control de las armas de fuego no llegaron a dar fruto, pese a una escalada cada vez mayor en el número de tiroteos y víctimas. Ni siquiera tras la matanza de 20 niños y 6 adultos en la escuela de primaria Sandy Hook, en Connecticut, en 2012: su propuesta de prohibir entonces las armas de asalto encontró una oposición férrea entre los legisladores republicanos y los defensores del derecho de portar armas.
Llegó al Senado en 1993, tras ser elegida en 1992, el año que se conoce popularmente en los pasillos de la institución como el “de las mujeres”: seis fueron votadas por primera vez para la Cámara Alta, la mayor cifra registrada hasta entonces. Fue reelegida cinco veces.
Durante su larga carrera, ocupó numerosos cargos de influencia. Entre ellos, la presidencia del comité de Inteligencia del Senado desde 2009, desde la que examinó las acusaciones de tortura contra la CIA en las guerras de Afganistán e Irak. En 2014 fue responsable de la publicación del sumario ejecutivo, de 525 páginas, de un informe que detallaba las prácticas de detenciones secretas e interrogatorios en el extranjero con “técnicas coercitivas, que en algunos casos llegaron a la tortura” contra 119 supuestos terroristas extranjeros después de los atentados del 11 de septiembre de 2001. Esas acciones, incluidas las simulaciones de ahogamiento, privación del sueño y posiciones forzadas dolorosas, “son una mancha en nuestros valores y nuestra historia”, apuntaba Feinstein. El informe, de 6.300 páginas y que excepto el sumario continúa clasificado, concluía que el uso de esos métodos no generó ninguna información valiosa que permitiera evitar atentados o capturar a líderes terroristas.
“Es mi firmísima creencia que este informe debería quedar desclasificado algún día”, declaraba la senadora. “Se debe sacar una lección de todo esto: que la tortura no funciona”.
Al mismo tiempo, en su papel como presidenta del comité de Inteligencia, también defendió los programas estadounidenses de espionaje que reveló el entonces contratista de la Agencia de Seguridad Nacional Edward Snowden. “Se llama proteger Estados Unidos”, sostuvo entonces la senadora sobre las prácticas de intervención de las comunicaciones telefónicas y de internet.
En otros casos causó la ira de los progresistas al apoyar la guerra de Irak en 2002 o la Ley Patriota aprobada por George W. Bush, que permitía el espionaje sobre residentes estadounidenses sin necesidad de que un tribunal diera permiso. En 2020, activistas demócratas reclamaron su dimisión después de que abrazara al senador republicano Lindsey Graham tras una audiencia de confirmación para el nombramiento, propuesto por el entonces presidente Donald Trump, de la jueza conservadora Amy Coney Barrett en el Tribunal Supremo. Coney Barrett ocupó el puesto de la fallecida Ruth Bader Ginsburg, una referencia del progresismo estadounidense, pese a la fuerte oposición de la izquierda.
Aunque no siempre fue elogiada por el movimiento feminista, habló con entusiasmo de la necesidad de igualdad. “Reconozco que las mujeres han tenido que luchar por cada cosa que han logrado, por cada derecho”, comentaba en 2005 a la agencia AP. “Por eso intento defender los derechos de la mujer. También intento resolver los problemas que detecto, con legislación, e intentando tender puentes donde puedo”.
En febrero de este año, y tras una serie de problemas de salud que la mostraron en ocasiones confusa en público, había anunciado que no se presentaría a la reelección. Un herpes zóster y complicaciones de la enfermedad la mantuvieron alejada del Congreso durante tres meses, hasta mayo.
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