El retrato de un tramposo
Las andanzas de Berlusconi son una auténtica enciclopedia de cómo burlar la justicia y las instituciones, desde dentro de las instituciones
Silvio Berlusconi ha sido uno de los mayores genios políticos de las últimas décadas, si entendemos la política como el arte de hacer lo necesario para conseguir lo que se quiere, a cualquier precio y sin ningún escrúpulo. En este sentido era un animal político, con todas las connotaciones de la palabra animal. Era un depredador capaz de todo. Pero con un componente humano que lo hacía aún más efectivo y peligroso: era simpatiquísimo y con un sexto sentido para la empatía, el espectáculo y la lectura de las emociones ...
Silvio Berlusconi ha sido uno de los mayores genios políticos de las últimas décadas, si entendemos la política como el arte de hacer lo necesario para conseguir lo que se quiere, a cualquier precio y sin ningún escrúpulo. En este sentido era un animal político, con todas las connotaciones de la palabra animal. Era un depredador capaz de todo. Pero con un componente humano que lo hacía aún más efectivo y peligroso: era simpatiquísimo y con un sexto sentido para la empatía, el espectáculo y la lectura de las emociones colectivas. Transmitía un optimismo arrebatador, y además, con montañas de dinero para comprar lo que fuera y a quien fuera. Si piensan que Trump es peligroso, imagínense si encima fuera simpático y hasta sus enemigos sintieran en algún momento, como un impulso íntimo incontrolable, la tentación de perdonarle todo. Conectaba con lo peor y lo mejor del votante. “No tengo miedo de Berlusconi en sí, tengo miedo de Berlusconi en mí”, dijo el cantautor Giorgio Gaber.
Hacía de sus debilidades su punto de fuerza, y su fuerza estaba fuera de la política: en la televisión, en el fútbol, en su imagen de empresario triunfal. Fue el primero en presentarse como un líder de la antipolítica que venía a refundarla de sus vicios endémicos, cuando en realidad era el producto más avanzado de la peor política de siempre. Su vida fue una fuga en Ferrari hacia el éxito, perseguido por su pasado y sus tropelías, saltándose cualquier señal y regla de tráfico, con las ventanillas bajadas, la música a todo volumen, una fiesta dentro y dejando tras de sí una estela de espuma de champán… que se deshacía sobre un terreno devastado a su paso. No es exagerado, sino ya casi una cuestión de consenso entre los estudiosos, que entró en política para salvarse, de la ruina, de los jueces, de quedarse sin protectores políticos. Y detrás entró una muchedumbre de oportunistas, trepas y pelotas que tragaron con sus desmanes, pese a las buenas intenciones y motivos de parte de ellos. Crearon un ecosistema propio en Italia, el berlusconismo, que ha durado casi 30 años.
Los medios solo sacaban sus payasadas, pero desmenuzar al detalle sus fechorías requería muchas explicaciones, textos complejos. Si se preguntaba por él fuera de Italia, lo primero que aparecía era una sonrisa: era un crack, un caradura majete. Pero era mucho más que eso. Hay muchas historias de Berlusconi que demuestran que tenía el mismo universo moral que una piedra pómez. Sus peripecias son una auténtica enciclopedia de cómo burlar la justicia y las instituciones, desde dentro de las instituciones. Más allá de la leyenda, hay una serie de hechos probados que siempre quedaron sepultados por su espectáculo de chistes e imágenes, que conviene recordar. Delinean el retrato de un tramposo.
1. El misterioso origen de su fortuna. Berlusconi nunca ha querido explicar de dónde salió la fortuna inicial con la que comenzó sus negocios, y cuando fue interrogado por ello, siendo ya primer ministro en 2002, en su despacho oficial, se acogió a la facultad de no responder. Su leyenda básica, el empresario hecho a sí mismo, es muy discutible, pues tuvo muchas ayudas de origen dudoso. Su padre trabajaba en la Banca Rasini, que no era un banco cualquiera, sino el banco que potentes clanes de la Mafia utilizaban para blanquear su dinero. Fue esta entidad la que le avaló en sus inicios en los años sesenta y también obtuvo financiación para sus primeros proyectos como constructor de misteriosos inversores de Suiza, aunque era un simple licenciado en derecho que se ganaba la vida cantando en cruceros y vendiendo aspiradoras a domicilio. Ha sido muy difícil desentrañar el laberinto de sociedades, como muñecas rusas, oculto en su ascenso empresarial.
Un informe del Banco de Italia de 2000 analizó los pasmosos aumentos de capital que entre 1977 y 1984 formaron el coloso empresarial Fininvest, con hasta 38 sociedades fundadas el mismo día por un ama de casa de 75 años, y su marido, dirigente de Banca Rasini, según desveló el semanario L’Espresso. Los papeles estaban perdidos en la sección de servicios de peluquería y salones de belleza del banco que la absorbió años después. No se aclaraba el origen de parte de los 300 millones de euros, al cambio actual, que entraron en la compañía en esos años. A veces, en contante. Los titulares de las sociedades intermedias en ocasiones eran jubilados, parados, enfermos terminales y tíos y primos de Berlusconi.
Pero también contó con el apoyo de la logia masónica ilegal P-2, un auténtico núcleo de poder en la sombra en aquellos años, a la que se afilió en 1978. A través de banqueros de esa organización, obtuvo préstamos millonarios “más allá de cualquier mérito crediticio”, según señaló una comisión de investigación parlamentaria. Fue condenado por perjurio por negar su pertenencia a la sociedad secreta.
2. Su mansión de Arcore. En 1970, en un terrible crimen, el marqués Camillo Casati mató a su mujer y su amante y luego se suicidó. Su hija, única heredera, era menor de edad y entre el amplio patrimonio que recibió había una mansión del siglo XVIII en Arcore, cerca de Milán. La custodia del patrimonio se asignó a un tutor, un abogado romano llamado Cesare Previti. Cuando fue mayor de edad, la chica decidió vender la casa. Previti, que ya le había convencido para contratar como bibliotecario a un tal Marcello Dell’Utri, le aconsejó vender a un empresario, Silvio Berlusconi. Ofrecía una cifra muy baja y ni siquiera pagaba en metálico, sino en acciones de su constructora, Edilnord. La mujer, que no entendía nada y quería deshacerse de recuerdos trágicos, aceptó. Berlusconi se quedó la villa que se convirtió en su Versalles por una cifra ridícula. Previti acabó luego en su empresa, después de ministro y finalmente condenado en 2006 por comprar jueces con dinero del magnate.
3. Dell’Utri y la Mafia. El bibliotecario de Arcore, Marcello Dell’Utri, no era solo eso. Era el secretario personal y mano derecha de Berlusconi desde que los dos se conocieron en la universidad en Milán en los sesenta. Dell’Utri, siciliano, conocía a algunos mafiosos y a través de él, Berlusconi mantuvo en 1974 una reunión con la cúpula de la Mafia de entonces. No era cualquiera, sino Stefano Bontate, uno de los grandes capos de Cosa Nostra, con quien acordó un pacto de protección. Otro capo mafioso, Vittorio Mangano, se alojó en Arcore entre 1974 y 1976, oficialmente como mozo de cuadras, pero también era una figura ambigua: le protegía de secuestros en una época convulsa, pero así también la Mafia lo tenía controlado.
El imperio empresarial de Berlusconi estuvo pagando durante casi dos décadas periódicamente a Cosa Nostra. Una sentencia probó que Dell’Utri fue el mediador entre Berlusconi y la Mafia entre 1974 y 1992, justo antes de su entrada en política, más allá los jueces no han podido probarlo. Los tribunales han perseguido a Dell’Utri durante años, y el magnate le ha estado pagando al menos 40 millones de euros desde 2010. Según él, por mera amistad. En 2012, en vísperas de lo que se creía que iba a ser la sentencia final, hubo una jugada muy significativa que salió a la luz: Berlusconi le ingresó 14 millones de euros en una cuenta en República Dominicana, país sin convenio de extradición con Italia y donde Dell’Utri tenía casa. Al final, por sorpresa, el Supremo ordenó repetir el último juicio. Más tarde, Dell’Utri fue finalmente condenado.
4. Imperio empresarial. Al margen de los misterios de sus inicios, ya se sabe algo de cómo fue luego su ascenso en los negocios. La justicia ha demostrado que Berlusconi gestionó “directamente” la puesta en marcha de un sistema de fraude a gran escala en los años ochenta. Una red oculta de 64 sociedades en paraísos fiscales diseñada para crear fondos en negro, usados luego, entre otras cosas, para financiar ilegalmente el partido socialista de Bettino Craxi, corromper inspectores de la Guardia di Finanza o comprar jueces (caso Mondadori). Todo probado en los tribunales. Esa caja secreta de Berlusconi es parte de la base de su éxito político y empresarial. “Hay que considerar la particular capacidad para delinquir demostrada en el diseño de un complejo mecanismo fraudulento ramificado en infinitos paraísos fiscales. Ha supuesto para el imputado una inmensa disponibilidad económica en el extranjero dañina para el Estado y también para Mediaset y, en términos de competencia desleal, para las otras empresas del sector”, concluyó en 2013 la sentencia definitiva del caso Mediaset, una de las pocas que llegó a término.
Uno de esos casos citados, de corrupción a agentes de la Guardia di Finanza, es significativo de cómo funcionaba Berlusconi. Eran cuatro sobornos a agentes que hicieron inspecciones en Fininvest, su imperio audiovisual. Fueron condenados los policías y el jefe de servicios fiscales de la empresa, que era un exoficial del mismo cuerpo. Luego fue premiado con un escaño en el partido del magnate.
El abogado que diseñó ese entramado era David Mills. Berlusconi lo sobornó como testigo para que mintiera y le encubriera en dos juicios contra él en 1997 y 1998. Lo reconoció el propio letrado en una carta que acabó en manos de la policía y destapó el caso en 2004. El magnate le pagó 600.000 dólares en 1999, cuando llevaba ya cinco años en política, era diputado, había sido primer ministro e iba a serlo en 2001. En 2008, Berlusconi juró que no lo conocía de nada: “No conozco a David Mills, lo juro sobre mis cinco hijos. Si fuera verdad, me retiraría de la vida política, dejaría Italia”.
5. Burlando la justicia. Berlusconi ha tenido muchos procesos y se ha librado en casi todos. Ha sido un artista del escapismo. Ahora bien, se ha librado a menudo por la prescripción del delito, por reformas legales que despenalizaban justo el delito por el que se le juzgaba, o a veces era absuelto en sentencias que de todos modos confirmaban que había mentido. Pero daba igual, él lo vendía como absoluciones. Y el argumento más venenoso era que, en realidad, era el pueblo el que le absolvía en las urnas, y esa era la auténtica justicia, no la de los jueces. Para él formaban parte de una conspiración comunista.
Estando en el poder aprobó al menos 38 normas que interferían en sus procesos. En al menos 10 de sus juicios los hechos probados pusieron en evidencia su responsabilidad, pero siempre se libró de alguna manera: con dos amnistías, dos aboliciones del delito de falsedad contable aprobadas por su propio Gobierno y seis prescripciones, en muchos casos favorecidas por leyes de reducción de los plazos aprobadas por él mismo. Además del caso Mills, en las otras cinco quedó probado que financió ilegalmente al Partido Socialista Italiano de Bettino Craxi, compró a un juez para hacerse con el control de la editorial Mondadori y falseó al menos tres veces los balances de su grupo empresarial para ocultar fondos de dinero negro.
Uno de los pocos casos que llegaron a una condena definitiva fue el caso Mediaset, y fue casi un milagro. Con leyes aprobadas por él eliminó dos imputaciones y rebajó a la mitad el plazo de prescripción. Según calculó el Corriere della Sera, las maniobras para demorar el juicio lo pararon un total de dos años y tres meses. Al final fue condenado a cuatro años por fraude, que llevó a su expulsión del Parlamento en noviembre de 2013, con cinco años de inhabilitación. Los cuatro años se quedaron en uno por un indulto, que él mismo votó en el Parlamento. Una ley suya que evitaba la cárcel a los mayores de 70 años hizo que el año restante fuera de trabajo social en un geriátrico, pero solo cuatro horas a la semana. Y no fue un año, sino 10 meses y medio por beneficios penales. Al final, sumando las horas, se redujo a una semana.
La primera sentencia, en 2012, lo definió como un “delincuente natural”. La definitiva, en 2013, concluyó que Berlusconi, siendo primer ministro (en sus periodos en el cargo en 1994 y de 2001 a 2006), gestionaba “una enorme evasión fiscal”, “de alcance excepcional”, en un sistema de fraude montado “de forma científica y sistemática” en su imperio empresarial. Aunque dejó la presidencia de su imperio Fininvest en 1994, antes de entrar en política, en realidad siguió dirigiendo sus empresas y su maquinaria de fraude. “Fue un sistema activo durante muchos años, paralelo a la gestión del grupo (…), proseguido no obstante los puestos públicos asumidos, y dirigido en posición de mando absoluto”. Para ello mostró una “particular condición para delinquir”. Infló costes en la compra de derechos televisivos de películas por valor de 368 millones de euros, aunque los plazos de prescripción y diversos trucos fueron descafeinando los delitos y solo dejaron en pie el fraude de 2002 y 2003, por 7,3 millones. El tribunal que le asignó el servicio a la comunidad subrayó la “peligrosidad social” de Berlusconi.
6. Ruby. Fue el caso que más eco mediático tuvo, quizá por ser el más fácil de entender, no había líos contables. Fue absuelto, pero quedó probado que Berlusconi sí hizo dos cosas: acostarse con una prostituta menor de edad, la famosa Ruby, y abusar de su cargo presionando a un jefe de la Policía de Milán, con 14 llamadas a su casa a medianoche, para que la soltara tras haber sido arrestada por robo. Pero no se probó que Berlusconi supiera que Ruby era menor, y un providencial cambio en la tipificación de la concusión exigió que el funcionario coaccionado no solo se viera amenazado o intimidado, sino que obtuviera una ventaja de la vulneración de las reglas.
En síntesis, los tribunales establecieron que, siendo primer ministro, organizaba orgías de prostitutas en su mansión de Arcore, y entre ellas estaba la marroquí Karima el Mahroug, alias Ruby, de 17 años. En mayo de 2010 es cuando se produce el incidente que descubre el pastel y motivó la polémica llamada de Berlusconi a comisaría: Ruby fue detenida por robo y el primer ministro, que estaba en París de viaje oficial, levantó de la cama al comisario para que la pusiera en libertad. Aseguró, con una célebre trola, que era la sobrina del presidente egipcio Hosni Mubarak, aunque ella era marroquí. Luego él insistió en que lo creía de verdad, y por eso actuó así, para evitar un incidente diplomático. La chica, en vez de ser enviada a un centro de acogida, como dispuso la fiscal de menores, fue entregada a una amiga del mandatario, Nicole Minetti, diputada regional, organizadora de las orgías.
Una mayoría del Parlamento, 314 diputados fieles, aprobó en 2011, en uno de sus días menos memorables, que de verdad se creía que Berlusconi pensó realmente que Ruby era sobrina de Mubarak, y que por tanto la llamada la hizo como jefe de Gobierno, defendiendo intereses del Estado, y no los suyos propios. Entre los que votaron eso estaba Giorgia Meloni, actual primera ministra. “Bunga bunga para todos”, es lo que dijo Berlusconi tras su absolución, en una de sus famosas bromas. Y que podría ser uno de sus lemas vitales.
Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.