La justicia trunca la carrera política de Dallagnol, el fiscal que llevó a Lula a la cárcel

El diputado aprovechó la popularidad que le dio la Operación Lava Jato para conseguir un escaño, pero el juez cree que lo hizo sin antes haber rendido cuentas por supuestas irregularidades

El exfiscal Deltan Dallagnol, este miércoles en Brasilia.Andre Borges (EFE)

El exfiscal brasileño Deltan Dallagnol, que con su trabajo al frente de la Operación Lava Jato consiguió llevar al presidente Luiz Inácio Lula da Silva a la cárcel, ha visto cómo se trunca su incipiente carrera política. Convertido para muchos brasileños en un héroe anticorrupción, en las pasadas elecciones fue elegido diputado con un número récord de votos. Sin ...

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El exfiscal brasileño Deltan Dallagnol, que con su trabajo al frente de la Operación Lava Jato consiguió llevar al presidente Luiz Inácio Lula da Silva a la cárcel, ha visto cómo se trunca su incipiente carrera política. Convertido para muchos brasileños en un héroe anticorrupción, en las pasadas elecciones fue elegido diputado con un número récord de votos. Sin embargo, su recién estrenada trayectoria como político ha durado muy poco: los jueces del Tribunal Superior Electoral decidieron el martes, por unanimidad, anular su mandato, al entender que cometió varias irregularidades.

Para empezar, Dallagnol dejó el cargo de fiscal de la República cuando estaba siendo investigado en 15 procesos administrativos. Además, ya había sido condenado por gastos irregulares con dietas y viajes de otros integrantes de la Operación Lava Jato. Para los jueces, Dallagnol intentó burlar la ley que impide que condenados se presenten a las elecciones y se postuló como diputado para escapar de las eventuales condenas que podían llegar en un futuro. El exfiscal puede recurrir la decisión, pero de momento tiene efecto inmediato y no podrá volver a la Cámara de Diputados.

El exfiscal expresó su irritación en un comunicado, diciendo que millones de brasileños habían sido silenciados “a golpe de bolígrafo, desafiando la ley y la Justicia”. “Mi sentimiento es de indignación por la venganza sin precedentes que está teniendo lugar en Brasil contra los funcionarios encargados de hacer cumplir la ley que se atrevieron a luchar contra la corrupción. Pero ningún obstáculo me impedirá seguir luchando por el propósito de mi vida de servir a Dios y al pueblo brasileño”, añadió.

Entre la quincena de investigaciones que Dallagnol tenía pendientes con la Justicia están, entre otras, polémicas acusaciones al Tribunal Supremo por supuestamente ser complaciente con la corrupción o el tema más espinoso: su colaboración con el entonces juez Sérgio Moro para crear las condiciones óptimas para encarcelar a Lula. Las conversaciones entre Dallagnol y Moro, divulgadas en su día por el diario digital The Intercept, provocaron un terremoto en la política brasileña, al evidenciar que los fiscales y el juez de la Lava Jato colaboraron para acorralar a Lula. Antes de eso, Dallagnol ya se había enfrascado en varias polémicas.

Su puesta de largo a escala nacional se produjo en 2016, cuando al presentar la denuncia contra Lula por supuestos delitos de corrupción hizo una presentación en PowerPoint donde todas las flechas del diagrama apuntaban al nombre del líder de la izquierda. Su simplicidad hizo que rápidamente se convirtiera en carne de meme. A partir de ahí Dallagnol fue la diana de los progresistas brasileños, que le acusaban de persecución contra el expresidente, y un héroe para el Brasil conservador. El joven fiscal, un devoto evangélico defensor de la familia tradicional, recorrió el país como una superestrella, publicó libros y ofrecía conferencias en las que, previo pago, hablaba de un Brasil posible, sin el lastre de la corrupción y la impunidad.

Su afán de protagonismo siempre despertó suspicacias en muchos colegas del poder judicial. El exfiscal propuso incluso crear y administrar una Fundación Lava Jato, financiada con los recursos rescatados del agujero en la petrolera Petrobras. El Tribunal Supremo tumbó la idea y la calificó de desvío de función de la Fiscalía, recordando que administrar dinero público es competencia única del Estado. A cada crítica, Dallagnol solía rebatir ante sus seguidores que el sistema no deja que las cosas cambien. La estrategia funcionó y su popularidad creció como la espuma. Con el tiempo amasó un capital político que en las elecciones del año pasado le dio casi 345.000 votos, convirtiéndose en el diputado más votado del estado de Paraná.

La petición para anular su escaño en el Parlamento partió del Partido de los Trabajadores (PT) de Lula y de las fuerzas aliadas que se presentaron juntos a las elecciones, y fue festejada con ironía por diversos políticos de la izquierda. El ministro de Justicia, Flávio Dino, convertido en una ascendente estrella en las redes sociales, usó un versículo de la Biblia para comentar la anulación en Twitter: “Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados”, escribió, diciendo que se lo dedicaba a Lula. El presidente, que durante mucho tiempo lanzaba dardos casi diarios a Moro y Dallagnol, de momento no se pronunció.

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