¿Qué podemos aprender de la derrota de Putin en Jersón?
La retirada rusa dificulta aún más la labor de las tropas del Kremlin en el sur de Ucrania y aumenta la exposición de la península de Crimea
La retirada de las tropas rusas de la ciudad de Jersón es una gran derrota para la política de Vladímir Putin en Ucrania, pero para sopesarla correctamente habrá que considerar factores aún por determinar, así como tener en cuenta las relaciones entre ellos. A pesar esto, se puede hacer una lista de datos, afirmaciones e hipótesis interesantes.
La reacción de las zonas ucranias liberadas. Aparte de las imágenes ...
La retirada de las tropas rusas de la ciudad de Jersón es una gran derrota para la política de Vladímir Putin en Ucrania, pero para sopesarla correctamente habrá que considerar factores aún por determinar, así como tener en cuenta las relaciones entre ellos. A pesar esto, se puede hacer una lista de datos, afirmaciones e hipótesis interesantes.
La reacción de las zonas ucranias liberadas. Aparte de las imágenes de muerte, destrucción y banderas itinerantes de la guerra, existe un contraste entre los grandes carteles publicitarios que Rusia ha plantado en Jersón y en el territorio de las provincias anexionadas, por una parte, y los letreros con los que la población recibe a los soldados ucranios, por la otra. “Con Rusia para siempre” era el lema que figuraba en los primeros, junto a elementos culturales ucranios, por ejemplo adolescentes con blusas bordadas. Se trata de un trabajo profesional idéntico al que la propaganda rusa desarrolló en Crimea en 2014. Por su parte, en los que portaban los habitantes de Jersón que salieron a recibir a las tropas de Kiev podía leerse: “Jersón es Ucrania”, el mismo lema exhibido en manifestaciones de protesta en el territorio anexionado de Crimea. Por lo general, se trata de letreros caseros, pintados con tiza o lápices de colores, que portan personas con los rostros cansados, exhibiendo la impronta de la guerra.
Mantenimiento de tropas. Para Moscú, la pérdida de Jersón significa que a las tropas rusas les va a resultar más difícil la logística, el aprovisionamiento, la reposición de equipo y el relevo, especialmente desde Crimea. También significa que el norte de la península y el istmo de Perekop, que la une al territorio continental de Ucrania, están ahora más expuestos a los misiles ucranios, cuyo radio de alcance, sin embargo, no es capaz de llegar a zonas más profundas de Crimea. Simferópol, la capital de aquel territorio anexionado, está a unos 320 kilómetros de Jersón. Ampliar el radio de acción de los misiles de Ucrania en Crimea depende del aprovisionamiento de equipo bélico por parte de Occidente.
A diferencia de los problemas del ejército ruso para coordinar y organizar su ofensiva, el de Ucrania, bajo el mando del general Valeri Zaluzhni, da muestras de tener, aparte de asesoramiento occidental, un equipo profesional con gran capacidad estratégica, capaz de mantener un paciente y firme avance sobre Jersón, y que finalmente ha provocado la retirada rusa. Algo puede estar cambiando en las Fuerzas Armadas rusas tras el nombramiento del general Serguéi Surovikin al frente del grupo unificado de las tropas de Rusia en Ucrania, aunque Surovikin parece actualmente dedicado a corregir las pifias de sus antecesores.
Las tropas rusas que se han retirado a la orilla izquierda del Dniéper pueden disparar sobre Jersón y causar problemas a los ucranios allí, pero esos mismos rusos están en situación precaria por las dificultades mencionadas para aprovisionarlos desde Crimea, así como desde Rusia. Además, eventualmente, podrían ser cercados por contingentes ucranios.
Los halcones rusos. Para Putin, ha debido ser duro retirar sus tropas de la capital de una provincia que Rusia acaba de inscribir como propia en su Constitución tras uno de los fraudulentos referendos de septiembre. Pero los halcones ―como Yevgeny Prigozhin, el promotor del grupo paramilitar Wagner; Igor Girkin, el que fuera el héroe de Donbás en 2014; o el líder checheno Ramzán Kadírov― se muestran comprensivos con la decisión ejecutada por el general Surovikin, y no echan sal en la herida. Prigozhin ha elogiado al militar por haber sido capaz de actuar de forma racional, organizada y “sin miedo”. También ha señalado que Surovikin sabía desde hace tiempo lo que se esperaba de él.
Frustrado parece el comandante insurgente Alexandr Jodakovski, que critica sin nombres a los mandos rusos por sus decisiones “inapropiadas” basadas en “motivos incomprensibles”. El mando saca la conclusión de que hay que prepararse mejor para enfrentarse al adversario. “En algunas cosas [el enemigo] nos ha enseñado el nivel al que hay que aspirar y aspiramos. Cuando despleguemos nuestras posibilidades, entonces ya hablaremos en nuestro idioma”, ha escrito en su canal de Telegram. “Todos deben movilizarse en su posición y esforzarse no solo para detener al enemigo, sino para recuperar todo aquello que legítimamente consideramos nuestro”, sentenció. En una posición radical está el filósofo ruso Alexandr Dugin, cuya hija fue asesinada el 21 de agosto tras un ataque con una bomba, que sigue pidiendo el uso del arma nuclear contra Ucrania.
La reacción occidental. Para Occidente, Jersón es un elemento a considerar en el dilema sobre mantener el actual nivel de ayuda a Ucrania o modificarlo (al alza o a la baja). Las posiciones occidentales consistentes en seguir ayudando, consolidadas en la práctica hasta ahora, tienen matices que no solo dependen de la situación económica y la disposición a compartir de los implicados, sino también de la percepción de la actitud rusa en este conflicto. Según una de estas posiciones, Ucrania debería negociar si Rusia acepta volver a la situación del 23 de febrero pasado ―la víspera del comienzo de la invasión― con el agregado de un corredor entre Crimea y Donbás.
Esta variante no está hoy en consonancia con la política del presidente Volodímir Zelenski, que sigue gozando de un gran apoyo en la sociedad. Una parte de la clase dirigente europea entiende que plantear esta opción es, salvando las distancias, recuperar el dilema entre Neville Chamberlain, el primer ministro británico, y su sucesor Winston Churchill, ante la invasión de los Sudetes por Hitler en 1938; es decir, entre la política de apaciguamiento o la convicción de que el adversario no se parará si consigue una porción de lo que quiere, y seguirá apostando por más. Por otra parte, la supervivencia de Putin está ligada a su capacidad de trasmitir una idea de “victoria” a su ciudadanía, sea cual sea la realidad.
Los muertos de Moscú. La reacción de la sociedad rusa ante sus muertos en el frente es un factor dinámico y está por ver cómo interaccionan la actitud que se rige por el lema de que “murieron defendiendo la patria ante una agresión que iba a ser aún peor”, o la que considera que fueron “víctimas de la incompetencia, corrupción y fanatismo de sus dirigentes”. En esta época de miedo a expresarse reinante en Rusia, las estadísticas ayudan poco y los motines de soldados desabastecidos y hambrientos, o las protestas de sus familiares, son de momento fenómenos locales, no parte de un sistema de oposición política potente y organizada.
Guerra contra la cultura. Por otra parte, hay que tener en cuenta que la invasión rusa no solo siega vidas y destroza la infraestructura, sino que también destruye y expolia el patrimonio cultural e histórico de Ucrania. Jersón no es un caso aislado y los dos grandes museos existentes en la ciudad ―el de la Historia del territorio y el de Bellas Artes, ambos con obras de gran valor de diferentes periodos y preciosos documentos históricos sobre las civilizaciones del mar Negro― no se han salvado del expolio. Fuentes del sector museístico ucranias aseguran que las colecciones de este museo han salido organizadamente de la ciudad en dirección al territorio ruso y también hacia Crimea, donde han sido ya avistadas en un museo de Simferópol.
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