Scholz y Xi advierten contra la amenaza nuclear en Ucrania

El canciller alemán pide al líder chino durante su polémica visita a Pekín que “utilice su influencia sobre Rusia” sin obtener ninguna declaración pública al respecto

El presidente de China, Xi Jinping, y el canciller alemán, Olaf Scholz, en el Gran Salón del Pueblo de Pekín este viernes. Foto: KAY NIETFELD (EFE) | Vídeo: reuters

La polvareda que ha levantado la visita a China del canciller alemán, Olaf Scholz, incluso antes de ocurrir, es el mejor diagnóstico de que, al despertar tras el largo letargo de la pandemia, el mundo era ya otro. “Como potencias influyentes, China y Alemania deberían colaborar en tiempos de cambio y turbulencias para contribuir más a la paz y el desarrollo mundiales”, le ha reclamado este viernes el presidente chino, Xi Jinping, al líder alemán cuando finalmente se han encontrado cara a cara en Pekín. A lo que Scholz ha replicado que ...

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La polvareda que ha levantado la visita a China del canciller alemán, Olaf Scholz, incluso antes de ocurrir, es el mejor diagnóstico de que, al despertar tras el largo letargo de la pandemia, el mundo era ya otro. “Como potencias influyentes, China y Alemania deberían colaborar en tiempos de cambio y turbulencias para contribuir más a la paz y el desarrollo mundiales”, le ha reclamado este viernes el presidente chino, Xi Jinping, al líder alemán cuando finalmente se han encontrado cara a cara en Pekín. A lo que Scholz ha replicado que es bueno que ambos líderes se reúnan en persona en tiempos de tensión, con la invasión rusa de Ucrania creando problemas para el orden mundial basado en normas. El viaje ha servido para dejar claro que aún hay un abismo entre las visiones de China y de Europa sobre esta guerra. En lo que ambos han coincidido es en su oposición a la amenaza y al uso de las armas nucleares. “El presidente Xi y yo hemos estado de acuerdo: las amenazas nucleares son irresponsables e incendiarias”, ha dicho Scholz.

El canciller alemán ha aterrizado a primera hora en la capital china y ha descendido del avión oficial con mascarilla en un momento de creciente distancia e incomprensión entre Occidente y el gigante asiático. Las relaciones se han visto minadas en los últimos tiempos por la calculada amistad entre China y Rusia en tiempos bélicos y la enorme brecha que supone la estricta política de cero covid de Pekín, que mantiene al país en buena medida aislado del resto del mundo.

La visita quirúrgica de Scholz, que apenas ha pasado 11 horas en la ciudad, es un ejemplo: ha viajado como un relámpago a puntos muy concretos —el Gran Salón del Pueblo y el complejo diplomático que acoge a dignatarios extranjeros— en una burbuja sin apenas contacto con el mundo exterior por motivos pandémicos.

Scholz y Xi, en Pekín este viernes.Kay Nietfeld (AP)

El encuentro supone el primer cara a cara de un líder europeo y del G-7 con Xi desde el azote de la covid y de la invasión rusa de Ucrania. El careo se vigila con lupa desde Bruselas y Washington. Pero lo que en la Unión Europea resulta un encuentro volátil y potencialmente inflamable, en China, en cambio, se percibe en parte como una primera cita de altos vuelos tras la reciente confirmación de Xi en la cúspide del poder. El dirigente chino ha destacado, precisamente, que Scholz es el primer líder europeo de visita en la ciudad después del XX Congreso Nacional del Partido Comunista, en el que ha revalidado la batuta de mando del partido por un tercer mandato inédito.

Xi ha subrayado que espera que la visita mejore “el entendimiento y la confianza mutuos”, y que profundice “la cooperación” y “las relaciones” entre China y Alemania, que celebran este 2022 cinco décadas de lazos entre ambos países. “Cincuenta años de relaciones diplomáticas demuestran que mientras nos adhiramos a los principios de respeto mutuo, buscando un terreno común y dejando de lado las diferencias, intercambiando y aprendiendo unos de otros para una cooperación en la que todos ganen, la dirección de los lazos no se desviará”, le ha dicho Xi a Scholz, según la agencia oficial Xinhua.

La conversación en torno a la guerra en Ucrania ha sido el símbolo de la brecha que persiste entre China y Europa, al menos en su forma de comunicarlo. Tras el encuentro con Xi, primero, y con el primer ministro chino, Li Keqiang, después, Scholz ha comparecido junto a este para expresar la visión de cada parte. El alemán, que viene de una UE en la que la guerra marca el pulso político, le ha pedido a China que “utilice su influencia sobre Rusia”; le ha recordado también su “responsabilidad” como potencia geopolítica y miembro del Consejo de Seguridad de la ONU y ha subrayado que Moscú “debe poner fin inmediatamente” a los ataques sobre la población civil de Ucrania y retirarse de ese país. Scholz ha asegurado que el presidente Xi y él están “de acuerdo en que las amenazas nucleares son irresponsables”.

Li Keqiang, en cambio, ni siquiera ha pronunciado la palabra “Rusia”. Se ha referido al conflicto como la “actual crisis de Ucrania” —no una “invasión” ni una “guerra”— y ha asegurado que ambas partes esperan que “esta crisis acabe pronto”. “No podemos permitirnos una mayor escalada”, ha concedido Li. “Y esperamos que podamos llevar a las partes implicadas a conversaciones de paz”. Ambos discursos siguen siendo similares al que había antes del encuentro, y el premier chino ha expresado estas divergencias como fruto de “diferencias en términos de cultura, historia y sistemas sociales” de ambos países.

Xi tampoco ha mencionado a Rusia ni la palabra guerra, según la lectura del encuentro facilitada por el Gobierno chino. El líder comunista “ha reafirmado el apoyo de China a Alemania y a Europa para desempeñar un papel importante en la facilitación de las conversaciones de paz y en la construcción de una arquitectura de seguridad equilibrada, eficaz y sostenible en Europa”, según el texto; ha pedido “moderación” y expresado su oposición a “la amenaza o al uso de armas nucleares”.

Vacunas de Pfizer-BioNTech en China

Una parte de las conversaciones ha girado en torno a la crisis sanitaria y los distintos enfoques de ambos países. En Alemania, ha recordado Scholz, se ha desarrollado “una de las vacunas más efectivas para combatir la pandemia”, la de Pfizer-BioNtech, lo que ha permitido relajar las restricciones en la vida cotidiana de los ciudadanos. En China, en cambio, donde este suero no ha sido aprobado, y se ha vacunado a la población con inyecciones propias, aún se lucha a base de pruebas masivas y cierres totales o parciales de ciudades en cuanto se detectan unos pocos casos.

Ambas partes, según Scholz, han acordado abrir una pequeña cuña y trabajar “más de cerca” en este campo, permitiendo que la vacuna de BioNTech sea válida en China para los expatriados. “Esto solo sería un primer paso, pero espero que el círculo de los que tienen derecho a utilizarlo aumente hasta el punto de que Biontech esté disponible para cualquiera que lo desee en China”. En la delegación que ha acompañado a Scholz en su visita relámpago hay directivos de empresas de primera fila, como Volkswagen, Deutsche Bank y Adidas. Y también se encuentra BioNtech.

La visita del alemán ha venido precedida de un férreo escrutinio por parte de las capitales europeas, de los socios de su propio Gobierno, de Washington y de Bruselas. Muchos temen que Berlín abandere una entente demasiado cordial con Pekín en un momento en que la percepción de China es muy diferente a la de la era de su predecesora, Angela Merkel. La excanciller visitó 12 veces Pekín en sus 16 años al frente del país y cimentó buena parte del crecimiento alemán en una relación comercial privilegiada con el país asiático (además del gas barato procedente de Rusia).

China se ha convertido en estos años en el principal socio comercial de la UE y de Alemania. Pero a la vez, la segunda potencia mundial es percibida como un “rival sistémico” (para la Unión Europea), que trata de “subvertir el orden internacional” (según la OTAN) y que posee, cada vez más, “el poder económico, diplomático, militar y tecnológico” para reformular el teatro geopolítico a su medida (según Estados Unidos).

Xi y Scholz, durante la reunión este viernes en Pekín. KAY NIETFELD / POOL (EFE)

“A Scholz le va a costar muy cara esta visita porque no va a conseguir lo que busca”, afirmaba antes del viaje Alicia García Herrero, investigadora sénior del instituto Bruegel y economista jefa para Asia Pacífico de Natixis. “Él busca una palabra amable sobre Ucrania, que no va a llegar; busca la apertura de China, pero no creo que la anuncien con él, porque implicaría ceder a la presión internacional”. En definitiva: “Se va a ir con las manos vacías, pero obviamente va a pagar el precio de apoyar el tercer mandato de Xi”.

En opinión de esta analista, se trataba de una visita “innecesaria” cuyo ruido podría haberse evitado esperando a un encuentro en el próximo G-20 que arranca en Bali (Indonesia) en menos de dos semanas. Y cuestionaba de partida que pudiera poner sobre la mesa aspectos sobre derechos humanos, como anunció, al viajar acompañado de una delegación de empresarios alemanes.

La comunidad empresarial europea residente en este país ha visto el encuentro con mejores ojos. “No podemos dejar de contar con China”, asegura la alemana residente en Shanghái Bettina Schön, vicepresidenta de la Cámara de Comercio de la UE en China, que agrupa a cerca de 1.800 empresas europeas. “Necesitamos a China para las cuestiones climáticas, para la pandemia, y es nuestro socio comercial más importante. Así que tenemos que encontrar la manera de hablar entre nosotros a alto nivel”.

Bettina Schön destaca la necesidad de una entrevista cara a cara. “Estas conversaciones personales son sin duda mucho mejor que cualquier reunión virtual”, asegura, algo que es aún más importante con Xi, rodeado, según dice, de hombres leales que no contradicen sus decisiones. “Es importante que reciba comentarios de un político occidental”. Pero la gran pregunta, añade, será ver cómo ha equilibrado Scholz los intereses políticos y los empresariales. “La cuestión más interesante será ver cómo aborda temas delicados como los derechos humanos, Taiwán, Rusia, y el acceso justo [de las empresas de la UE] al mercado chino”, afirmaba Schön antes de la entrevista entre ambos líderes.

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