La UE y la OTAN reforzarán la seguridad de las infraestructuras claves tras los sabotajes en los gasoductos Nord Stream
Los incidentes en las tuberías, que parecen ser obra de Rusia, ponen de manifiesto la vulnerabilidad de las instalaciones estratégicas europeas ante la guerra híbrida
Los sabotajes en los gasoductos rusos Nord Stream 1 y 2 —que han derivado en fugas casi simultáneas en el mar Báltico y en una nueva escalada de precios del gas— han puesto sobre la mesa la vulnerabilidad de las infraestructuras decisivas europeas ante la guerra híbrida. La Unión Europea y la OTAN, que impulsan una investigación y han prometido una respuesta contundente si se confirma que fue un ataque delibera...
Los sabotajes en los gasoductos rusos Nord Stream 1 y 2 —que han derivado en fugas casi simultáneas en el mar Báltico y en una nueva escalada de precios del gas— han puesto sobre la mesa la vulnerabilidad de las infraestructuras decisivas europeas ante la guerra híbrida. La Unión Europea y la OTAN, que impulsan una investigación y han prometido una respuesta contundente si se confirma que fue un ataque deliberado, han empezado a dar pasos para reforzar la seguridad en torno a sus activos energéticos.
Todos los países con intereses en la zona han elevado el nivel de alerta y enviado buques para monitorizar las rutas relevantes para sus infraestructuras claves. Alemania —donde preocupa la protección de las terminales de gas licuado que se están construyendo en la costa, así como los cables submarinos y de telecomunicaciones— ha desplegado a la Marina para investigar el incidente.
Bruselas y la Alianza Atlántica no atribuyen directamente a Rusia lo que han definido como “sabotaje”. En un contexto geoestratégico cada vez más caliente, con el recrudecimiento de la guerra que el Kremlin mantiene en Ucrania, la escalada de amenazas nucleares de Vladímir Putin contra Occidente y una desbocada crisis energética, fuentes comunitarias y analistas señalan a Moscú como el responsable más probable. El Kremlin ha calificado las acusaciones de “predecibles y previsiblemente estúpidas” y también ha reclamado una investigación.
El incidente en los gasoductos Nord Stream, particularmente simbólicos en la guerra energética del Kremlin contra la UE, sitúa bajo el foco otras instalaciones no energéticas, que también pueden ser objetivo de eventuales ataques: desde cables de telecomunicaciones hasta tuberías que transportan combustible pasando por túneles de transporte. El supuesto sabotaje, que ha liberado metano a la atmósfera y está provocando un desastre medioambiental, ha vuelto a sacudir la arquitectura de seguridad europea ante nuevas amenazas híbridas. El ataque a infraestructuras es uno de los movimientos habituales del Kremlin, que utiliza otras palancas de desestabilización: desde ciberataques a propaganda, pasando por el manejo de los flujos migratorios.
“Estos incidentes no son una coincidencia y nos afectan a todos”, dijo el miércoles en un comunicado el alto representante de Política Exterior de la UE, Josep Borrell. “Cualquier interrupción deliberada de la infraestructura energética europea es absolutamente inaceptable y se encontrará con una respuesta sólida y unida”, insistió. La Comisión y los Veintisiete llegaron a un acuerdo antes del verano sobre medidas de seguridad en infraestructuras claves. Bruselas ya propuso hace dos años endurecer la normativa sobre su protección. Ahora, a la luz de los acontecimientos, puede que se tenga que ir “más lejos”, ha apuntado el comisario de Justicia, Didier Reynders.
Mercados volátiles
Los ministros de Energía de los Veintisiete tratarán el asunto mañana viernes, en un Consejo de Energía programado inicialmente para debatir sobre el paquete de medidas de emergencia con el que abordar la crisis energética, que previsiblemente incluirá algún tipo de intervención en los mercados. Los incidentes registrados el martes no afectan al suministro de gas en Europa, porque los gasoductos involucrados no están en uso, pero sí han vuelto a sacudir unos mercados particularmente calientes y volátiles en un escenario en el que los países se están apresurando en llenar sus reservas para el invierno y apuntalar su suministro.
La Alianza Atlántica también ha puesto el acento en la vulnerabilidad de las infraestructuras claves. Su secretario general, Jens Stoltenberg, trató el miércoles la protección de las instalaciones estratégicas con el ministro de Defensa de Dinamarca, Morten Bodskov, que ha admitido motivos para la preocupación. “Rusia tiene una presencia militar significativa en la región del mar Báltico y esperamos que continúen haciendo ruido de sables”, ha dicho el danés. Copenhague va a fortalecer las medidas de seguridad en torno a la infraestructura energética.
La secretaria de Energía de Estados Unidos, Jennifer Granholm, ha señalado que los países de la UE y los transportistas de gas natural licuado deben estar vigilantes a raíz del “aparente sabotaje”. “Todo el mundo debe estar en alerta máxima”, ha dicho en una entrevista en la Agencia Internacional de Energía Atómica. El ministro de Economía alemán, Robert Habeck, advirtió en Berlín de que la infraestructura crítica en Europa es ahora un objetivo.
Las pesquisas sobre las explosiones —una de ellas, el lunes, equivaldría a una detonación de 100 kilos de TNT— pueden demorarse semanas. “Si las investigaciones confirman que Rusia está detrás de estos ataques, supondría una escalada en las tensiones entre Rusia y Europa”, apunta Simone Tagliapietra, experto en energía del think tank económico Bruegel. Esto querría decir que el conflicto ha entrado ya en otra fase, al pasar de la guerra económica que se había desarrollado hasta ahora “a una guerra híbrida, en la que la infraestructura física acaba volando por los aires”, añade en un correo electrónico.
Actualmente, el mayor riesgo para Europa es que estos ataques ocurran en otras infraestructuras claves que suministran gas al continente, como las de Noruega. El Gobierno de Oslo planea desplegar su ejército en las instalaciones de petróleo y gas, según ha anunciado el primer ministro, Jonas Gahr Store. Equinor, la compañía estatal noruega de petróleo, también ha aumentado el nivel de alerta en todas sus instalaciones —en las oficinas, ubicaciones de suministro, bases de helicópteros, instalaciones terrestres y buques— y ha establecido un equipo de contingencia para su planta de procesamiento de gas. Oslo ha detectado una actividad de drones “anormalmente alta” cerca de sus infraestructuras de gas y petróleo en la plataforma continental, ha reconocido el Gobierno. En julio, la Marina británica advirtió a Noruega de que había detectado submarinos rusos en sus costas.
Asegurar infraestructuras vitales, como los cables de telecomunicaciones o los gasoductos, que se construyen para soportar accidentes, pero que no siempre tienen en cuenta la posibilidad de sabotajes o ataques, puede conllevar dificultades logísticas. Los gasoductos Nord Stream, por ejemplo, discurren por unos 1.250 kilómetros entre la costa rusa y la alemana y atraviesan aguas territoriales de varios países.
Tagliapetra subraya que Europa tiene que intentar proteger todas sus infraestructuras físicas, pero que no debe olvidar los riesgos cibernéticos. El espionaje británico también ha alertado sobre ello. Rusia, ha asegurado Lindy Cameron, jefa del Centro Nacional de Seguridad del Reino Unido, podría empezar a lanzar ataques cibernéticos más agresivos contra Occidente para compensar sus derrotas militares ante la contraofensiva ucrania. La experta aseguró en una conferencia en Londres que Rusia ha protagonizado “la campaña cibernética más sostenida e intensa de la que se tiene constancia” y que las organizaciones occidentales tendrán que mantener el estado de “alerta elevada” a largo plazo.
La prensa alemana ha informado de que los servicios de inteligencia estadounidenses (CIA) informaron hace semanas al Gobierno federal de posibles ataques a gasoductos en el mar Báltico. El portavoz del Ejecutivo evitó confirmarlo, pero también desmentirlo, el miércoles: “Por principio, no comentamos las posibles advertencias de los servicios de inteligencia, se hayan producido o no”. Alemania se ha mostrado muy cauta a la hora de calificar lo sucedido. Solo la ministra de Defensa, Christine Lambrecht, se ha referido a las fugas en los gasoductos como un “probable sabotaje”.
Altos mandos del ejército alemán ya habían mostrado su preocupación ante la posibilidad de que se produjeran sabotajes en la red de ductos de energía y cables submarinos en los mares Báltico y del Norte, según el semanario alemán Der Spiegel. Un portavoz del Ministerio del Interior aseguró que, de momento, no hay “indicios concretos” de una amenaza para las infraestructuras energéticas alemanas, pero reconoció que sí hay una “situación de amenaza abstracta” para todas las infraestructuras claves y especialmente las energéticas. Esa valoración ya se había hecho antes de la invasión rusa de Ucrania, añadió.
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