Seis meses después, Ucrania cambia de estrategia para intentar doblegar a Rusia
Zelenski tiene el apoyo de sus aliados internacionales para mantener el pulso a Putin hasta que abandone todos los territorios ocupados
A un historiador como Michel Goya, la guerra en Ucrania le recuerda a las trincheras inamovibles de la Primera Guerra Mundial. Este coronel retirado del Ejército francés, investigador de la Fundación para la Investigación Estratégica, indica en un ensayo publicado este verano que el conflicto, que cumple ahora medio año activo, está estancado en un frente de 1.300 kilómetros que a duras penas se mueve. Goya prosigue que para salir del bloqueo actual “no hay otra solución que romper el equilibrio con la incorporación masiva de nuevos recursos, y con innovación”. Para intentar desequilibrar la b...
A un historiador como Michel Goya, la guerra en Ucrania le recuerda a las trincheras inamovibles de la Primera Guerra Mundial. Este coronel retirado del Ejército francés, investigador de la Fundación para la Investigación Estratégica, indica en un ensayo publicado este verano que el conflicto, que cumple ahora medio año activo, está estancado en un frente de 1.300 kilómetros que a duras penas se mueve. Goya prosigue que para salir del bloqueo actual “no hay otra solución que romper el equilibrio con la incorporación masiva de nuevos recursos, y con innovación”. Para intentar desequilibrar la balanza, Kiev quiere pasar de una posición defensiva a apostarlo todo al enfrentamiento con el invasor.
“Tras una fase inicial dinámica en la que los rusos se beneficiaron de la ventaja del empuje y la sorpresa, las operaciones se han estabilizado en un frente rígido, a la manera de los combates en Bélgica y Francia en 1914″, escribe Goya. Sin visos de que los dos contendientes quieran ceder en sus exigencias para negociar la paz, Ucrania y el mundo se encaminan hacia una crisis a largo plazo. Sobre el papel, Moscú estaría todavía en la segunda fase de la supuesta “liberación” de la región de Donbás, en la franja oriental del país. Al otro lado de la trinchera, Kiev proclama que la única salida a la guerra sería la reconquista de todo el terreno perdido desde 2014, esto es, la península de Crimea y Donbás incluidos. En un balance todavía muy provisional, Naciones Unidas cifra en más de 5.500 los civiles muertos desde la mañana del 24 de febrero, cuando el presidente ruso, Vladímir Putin, ordenó la invasión.
El cambio ucranio hacia posiciones más beligerantes es el hecho más significativo tras seis meses de contienda. En una entrevista concedida a varios medios rusos a finales de marzo, el presidente Volodímir Zelenski afirmó: “Entiendo que es imposible obligar a Rusia a liberar completamente el territorio, conduciría a la Tercera Guerra Mundial. Entiendo todo perfectamente y soy consciente”. Y proseguía: “Por eso digo [a Rusia]: es un compromiso. Vuelva a donde empezó todo, y allí intentaremos resolver el problema de Donbás”. Por aquel entonces se reunían en la ciudad turca de Estambul delegaciones de los dos países para dialogar. Sobre la mesa estaba el rechazo a la adhesión de Ucrania a la OTAN; negociar la situación de Crimea durante un periodo de 15 años, y la posibilidad de una reunión entre Zelenski y Putin, en la que se trataría el estatus de Donbás. Todo quedó en agua de borrajas.
La muerte de civiles en las masacres en la región de Kiev (Bucha, Irpin, Borodianka), así como en bombardeos contra estaciones de tren (Kramatorsk), centros comerciales (Kremenchuk) y zonas residenciales (Vinnitsia), además de los asedios a objetivos de guerra como las ciudades de Jersón, Mariupol o Járkov, son los argumentos del Ejecutivo de Zelenski para cerrar la puerta a negociar con el agresor. Tanto el presidente como sus ministros y asesores se han prodigado durante el último mes para defender que solo hay un camino: ganar la guerra. Igual de importante para las autoridades ucranias es que está en juego el futuro de una Ucrania independiente.
El liderazgo de Zelenski
Ya nadie en la esfera política y social ucrania cuestiona que el país tenga que estar en la Unión Europea, e incluso en la Alianza Atlántica. Son pocos también por el momento los que ponen en duda la gestión de Zelenski. “En 2019, cuando fue elegido presidente, muchos se preguntaban qué clase de político sería una persona que solo conocían como cómico”, señala a EL PAÍS Sergii Rudenko, comentarista político ucranio y autor del ensayo Zelenski. Un retrato al natural del hombre que se enfrentó a Putin (disponible en audiolibro en Storytel desde el 22 de agosto). “La imagen en Ucrania de Zelenski es muy distinta de la que tiene en el extranjero”, prosigue. “Podría compararlo con Mijaíl Gorbachov, que era muy popular fuera de la Unión Soviética. Muchos occidentales le ven como un héroe, pero aquí simplemente se le ve como un hombre que está haciendo lo que debe, lo único que podía hacer, que es resistir a la invasión rusa”.
La ofensiva rusa sigue expulsando de sus hogares a miles de personas, aunque las rutas de la huida también han cambiado en los últimos meses. La localización de las hostilidades en el este y parte del sur del país ha hecho que muchos de los desplazados busquen refugio en las provincias del oeste y no atraviesen en masa las fronteras hacia Hungría, Eslovaquia, Polonia y Moldavia, como en las primeras semanas de guerra. Según cifras del Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), 6,6 millones de ucranios han abandonado su país en dirección a otros países europeos. El último informe de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM) cifra en otros 6,6 millones los ciudadanos repartidos por el territorio ucranio que tuvieron que dejar sus casas. En torno a cinco millones de personas han regresado al país, pero son cifras que hay que considerar con prudencia porque no todos los que regresan se quedan definitivamente en Ucrania.
Más difícil de conocer son las cifras reales de muertos, civiles y militares. Rusia no aporta datos. Ucrania realiza un recuento propio de las bajas rusas, actualmente por encima de los 44.000, según su estimación —los servicios de inteligencia de Estados Unidos rebajan la cifra a menos de la mitad, según The New York Times—. Las bajas de soldados ucranios se sitúan entre 100 y 200 fallecidos diarios, según su Gobierno. La oficina de Derechos Humanos de la ONU había contabilizado, a 15 de agosto, 5.514 civiles muertos y 7.698 heridos. De las víctimas mortales, 356 eran menores de edad. La organización asegura que está revisando estos números y da por probable que la estadística sea más elevada.
Fracaso ruso
El goteo de muertes continúa sobre todo porque Rusia se esmera en bombardeos indiscriminados. La gran mayoría de analistas militares coinciden en el fracaso estratégico del ejército de Putin, muy superior numéricamente a las Fuerzas Armadas ucranias. Organismos occidentales de referencia en la monitorización del conflicto, desde el Instituto para el Estudio de la Guerra al Ministerio de Defensa británico, ofrecen periódicamente ejemplos de la falta de adaptación de las divisiones rusas al combate moderno, sobre todo el urbano, y del pésimo estado de mantenimiento de sus vehículos. Algo que ha roto los esquemas de la cúpula militar de Estados Unidos es la pobre efectividad de la enorme superioridad aérea rusa, anulada por las defensas antiaéreas ucranias.
Igual de sorprendente ha sido cómo el invasor no ha podido romper el sistema de telecomunicaciones ucranio fuera de los territorios ocupados, y cómo Ucrania ha conseguido bloquear la invasión naval de la poderosa flota rusa. Esto ha sido gracias a misiles antibuque de última tecnología y largo alcance, como los de crucero Neptune. Con un Neptune fue hundido el buque insignia de la Flota del Mar Negro, el Moskva.
Los ataques ucranios a posiciones militares en Crimea, península anexionada ilegalmente por Rusia y base de su flota en el mar Negro, todavía han limitado más la operatividad rusa en la zona, que se ciñe sobre todo a disparar misiles de largo alcance Kalibr. El golpe de efecto ucranio en Crimea, con sus repetidos ataques de largo alcance y misiones de sabotaje, han causado estupor entre los altos rangos rusos, según se desprende de los documentos conseguidos por los servicios de inteligencia de Kiev. Coincidiendo con el ataque de este sábado con un dron al cuartel general de la flota rusa en Sebastopol, las autoridades ocupantes han implementado un paquete de medidas de urgencia de mayor control de la población y de la difusión de información sobre los hechos.
Los errores de Rusia son anteriores a la invasión, confirma a EL PAÍS Anthony H. Cordesman, académico emérito del Centro para los Estudios Estratégicos e Internacionales. Este retirado alto cargo de la Administración estadounidense establece tres factores decisivos para que Ucrania haya sobrevivido a la embestida de Putin. El primer factor es que el presidente ruso no contaba con encontrarse una resistencia civil, política y militar ucrania tan fuerte. “Sus ejércitos no estaban ni preparados ni diseñados para esta resistencia”, sentencia Cordesman. El segundo factor es que el autócrata ruso no podía imaginarse la reacción tan contundente de apoyo a Ucrania por parte de Occidente, no solo por las sanciones en su contra, también por la incorporación exprés a la OTAN de Suecia y Finlandia. El tercer factor, finaliza Cordesman, es que el Kremlin no sabía de la detallada monitorización que tienen los servicios de inteligencia de Estados Unidos de sus movimientos.
EE UU aporta un 60% de la ayuda militar global a Ucrania. Sin esta, y sin la ingente información militar que recibe Kiev por parte de Washington, Ucrania habría perdido la guerra “en tres días”. Lo afirmó esta semana el propio Zelenski a The Washington Post. Este diario desveló el pasado martes que el presidente ucranio estaba siendo advertido desde otoño de 2021 por parte del Gobierno estadounidense de los planes de Putin de invadir Ucrania. Zelenski lo confirmó al medio estadounidense y lo justificó de esta manera: “Si lo hubiéramos comunicado, estaríamos perdiendo 7.000 millones de dólares mensuales desde octubre, y en el momento en el que los rusos atacaron, nos hubieran conquistado en tres días”.
La acción rusa se ha centrado desde abril, cuando se produjo la retirada de Kiev, en una guerra de desgaste con un uso masivo de la artillería. El Estado Mayor de Putin ha suplido su falta de adaptación al choque en zonas urbanas con una estrategia de conquista por asedio y destrucción. El caso más dramático fue la caída de la ciudad de Mariupol, en la costa del mar de Azov. Otro ejemplo es Járkov, la segunda ciudad del país, donde Ucrania ha podido desplazar al enemigo 40 kilómetros hacia la frontera rusa, pero cuyo centro urbano es objetivo cada día de bombardeos.
Formalmente, el objetivo prioritario ruso es conquistar Donbás, pero tras la plena ocupación de la provincia de Lugansk, el frente se mantiene fijo en la de Donetsk, donde Kiev todavía controla el 40% de su territorio. El invasor está ahora redirigiendo batallones al sur, para levantar posiciones defensivas en los territorios ocupados de Jersón y Zaporiyia. Rusia quiere anexionarse unilateralmente estas regiones en otoño, por lo que ha iniciado una asimilación forzada de la población y de su estructura administrativa.
Difícil contraofensiva
Hasta ahora, Ucrania sobre todo ha mantenido una posición de defensa. En los dos últimos meses también está llevando a cabo una intensa acción de destrucción de la red rusa de suministros de armamento y las infraestructuras de transporte en la retaguardia gracias a las 16 multilanzaderas de artillería de largo alcance Himars que ha aportado Estados Unidos.
Kiev quiere reescribir el guion de la guerra con una contraofensiva que recupere la región de Jersón, su peor derrota en la guerra. Esta provincia es el punto más occidental en el que avanza hoy Rusia, dándole vía libre hasta las puertas de Odesa desde la frontera rusa. Zelenski ordenó a las tropas el pasado junio que tomaran la ciudad de Jersón, el único bastión del enemigo en la orilla occidental del río Dniéper. Pero la teoría militar indica que es más fácil defender que atacar, y para que la contraofensiva sea posible, según indicaron el pasado julio a EL PAÍS numerosas fuentes militares en el frente, es necesario multiplicar exponencialmente el suministro de armas, blindados y soldados debidamente entrenados.
Putin ha asegurado que su Ejército solo ha mostrado una pequeña parte de su potencial. De hecho, Rusia no ha declarado la guerra, según el Kremlin, solo se trata de “una operación especial”. El profesor de la Universidad de Saint Andrews Marc Devore lidera un informe publicado en el número de agosto de Military Review —la revista del ejército de Estados Unidos— en el que aseguran que el tiempo corre a favor de Ucrania: “Cuanto más dura la guerra, más posible es que el impacto económico de las sanciones se combine con el descontento nacional ruso y las bajas de soldados, convenciendo a Putin de que continuar la guerra es demasiado peligroso políticamente”.
Zelenski reiteró el jueves que no se sentaría a negociar la paz hasta que el último soldado enemigo no haya salido de los territorios ocupados. Oleksii Melnik, codirector del Centro Razumkov de estudios de relaciones internacionales y política de seguridad, afirma que el presidente no tiene otra opción porque la clase política y la opinión pública ucrania no quiere otro alto el fuego provisional, como los que siguieron a la guerra de 2014: “Cualquier acuerdo implica concesiones territoriales de Ucrania, y si ahora hay un alto el fuego, Rusia se preparará para la próxima guerra, cuando Occidente ya se habrá olvidado de Ucrania”. Melnik también opina que el tiempo juega a favor de Ucrania, pero solo si se mantiene el apoyo de los aliados internacionales. Sin estos, a su país solo le espera la desaparición.
La OTAN y la UE han dado apoyo a la obstinación de Zelenski, pero Melnik concede que, con una crisis económica global en marcha, cada vez habrá más presión para alcanzar una vía diplomática que implique pérdidas territoriales para Ucrania. Pocos analistas militares creen que expulsar enteramente a Rusia de Ucrania sea posible. “Pese a la heroica resistencia del Gobierno y de sus tropas, una victoria completa para Ucrania es imposible”, concluye De Vore en Military Review.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, y el secretario general de la ONU, António Guterres, son los principales valedores de la salida diplomática al conflicto. Su gran braza es el pacto del grano. Los dos países enemigos acordaron el pasado 23 de julio con Turquía y la ONU una hoja de ruta para reanudar el transporte marítimo de cereales por el mar Negro, bloqueado por la flota rusa, un hito vital para el aprovisionamiento del mercado alimenticio internacional, la única noticia para la esperanza en seis meses de guerra.
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