Abono mensual de transporte a nueve euros: la receta de Alemania para reducir el consumo de energía rusa

El ticket permitirá usar el metro, el autobús e incluso la red regional de trenes. En Berlín, un billete sencillo cuesta tres euros

Un billete mensual de transporte para junio de nueve euros, expedido el viernes en una estación de metro de Berlín.ANNEGRET HILSE (REUTERS)

El transporte público no es barato en Alemania. En Berlín, por ejemplo, el abono mensual para las dos zonas más céntricas cuesta 86 euros al mes; un billete sencillo, tres euros. Por eso, la decisión del Gobierno de coalición de Olaf Scholz de crear un abono de solo nueve euros al mes para usar en metro, autobús e incluso en la red regional de trenes ha creado una enorme expectación. ¿Se saturarán en hora punta en las grandes ciudades? ¿Se llenarán de domingueros islas exclusivas como Sylt ante la posibilidad de subirse gratis al tren o al ferri? La oferta, que el viernes aprobó definitivament...

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El transporte público no es barato en Alemania. En Berlín, por ejemplo, el abono mensual para las dos zonas más céntricas cuesta 86 euros al mes; un billete sencillo, tres euros. Por eso, la decisión del Gobierno de coalición de Olaf Scholz de crear un abono de solo nueve euros al mes para usar en metro, autobús e incluso en la red regional de trenes ha creado una enorme expectación. ¿Se saturarán en hora punta en las grandes ciudades? ¿Se llenarán de domingueros islas exclusivas como Sylt ante la posibilidad de subirse gratis al tren o al ferri? La oferta, que el viernes aprobó definitivamente la Cámara alta del Parlamento alemán, durará todo el verano, del 1 de junio al 31 de agosto.

En un país que ha visto cómo el litro de gasolina y diésel ha escalado por encima de los dos euros, los esfuerzos gubernamentales se han centrado en mitigar el coste de la energía. Se han aprobado pagos directos a familias para que puedan abonar la calefacción, reducción de los impuestos al combustible y desgravaciones fiscales. Pero la medida más polémica quizá sea el ticket de los nueve euros. Para empezar, ha generado fricciones entre el Ejecutivo y los 16 Estados federados, que tiemblan ante el agujero que puede hacer en sus presupuestos. Las empresas de transporte también han dado la voz de alarma: aseguran no estar preparadas para la multiplicación de pasajeros que traerá consigo la medida.

La invasión rusa de Ucrania ha dado impulso a los esfuerzos alemanes para reducir la dependencia de los combustibles fósiles. Las autoridades llaman constantemente al ahorro de energía. Hasta la mayor asociación de automovilistas del país, ADAC, ha pedido a los conductores que, si pueden, dejen el coche en casa. La empresa pública que gestiona las piscinas de la capital ha anunciado que este verano los bañistas encontrarán el agua ―que en muchos casos se calienta con gas natural― entre uno y dos grados más fría. El abono de nueve euros pretende sacar vehículos de la carretera. “Queremos que los ciudadanos conozcan las posibilidades que ofrece el transporte público, que lo utilicen y que lo integren de forma permanente en su movilidad cotidiana”, dijo el ministro de Transporte, Volker Wissing, tras anunciarlo.

Su inclusión en el milmillonario paquete de ayudas para aliviar el encarecimiento de la energía es una victoria de Los Verdes, el partido que, junto con los socialdemócratas de Scholz y los liberales, gobierna en Alemania desde diciembre. Frente a los liberales, que abogaban por bajadas de impuestos, los ecologistas querían que al menos una de las medidas tuviera que ver con el fomento del transporte público y que fuera atractiva. Poder viajar tres meses por toda Alemania por 27 euros sin duda cumple esas premisas.

Más de la mitad de los alemanes hacen desplazamientos de entre 15 y 60 minutos cada día para ir al trabajo, y los costes de esos viajes, ya sean en vehículo individual o en transporte público, no han dejado de crecer en los últimos años. Una encuesta reciente de Infratest Dimap para la televisión pública ARD preguntó a los ciudadanos si planeaban usar el abono de nueve euros. El 30% de los que viven en pueblos pequeños dijo que sí, frente al 44% de las ciudades medianas y el 60% de las grandes ciudades. Es comprensible el temor de los operadores de transporte de ciudades como Berlín o Múnich, donde a ciertas horas metros y autobuses ya circulan muy cargados, aunque no tanto como antes de la pandemia.

Aglomeraciones en fin de semana

En Berlín, las mayores aglomeraciones se prevén los fines de semana, en desplazamientos a zonas de recreo cercanas a la capital. La autoridad de transporte (VBB) ha anunciado refuerzos en autobuses y trenes habituales para excursiones a lagos como el Wannsee. Su portavoz alertó de que es probable que no haya plazas en trayectos habitualmente muy concurridos, como los destinos de playa del mar Báltico.

Los críticos con la propuesta creen que el verano no es la mejor época para poner en marcha el transporte barato. Los defensores argumentan lo contrario: garantiza la igualdad de oportunidades, de forma que personas con bajos ingresos puedan ir no solo a trabajar, sino también permitirse viajes de ocio y naturaleza. El temor de los habitantes de la isla de Sylt, un destino frecuentado por alemanes acaudalados, a que lleguen hordas de visitantes, ha provocado una campaña de mofa en redes sociales que anima a invadir la localidad. “Va a ser la nueva Mallorca”, bromean usuarios de Twitter estos días. Un evento en Facebook para provocar “días del caos” en la isla tiene 3.000 confirmaciones, según la prensa local.

Todos los ciudadanos tendrán derecho a comprar el abono, que podrán utilizar en el transporte local de sus municipios, pero también en los trenes regionales de Deutsche Bahn (la compañía pública de ferrocarril) de todo el territorio. Es decir, se podrá viajar en tren entre ciudades siempre que no se usen los InterCity Express (ICE), trenes de alta velocidad que conectan las mayores ciudades del país.

El Gobierno federal ha prometido a los länder una ayuda de 2.500 millones de euros para hacer frente a la caída de ingresos de los próximos tres meses. La mayoría de los Estados consideran que no es suficiente y siguen las negociaciones para arañar más presupuesto a Berlín. En total, se calcula que la medida costará unos 15.000 millones de euros.

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