El Papa pide el fin de la “cruel e insensata guerra” en Ucrania
Francisco reclama en la bendición Urbi et Orbi que las naciones escuchen “el grito de paz de la gente”
El Papa ha dedicado su mensaje del Domingo de Resurrección, una de las celebraciones más importantes para los cristianos, al conflicto en Ucrania. En un discurso con gran carga política, como suele ser habitual en este día festivo, Francisco ha pedido paz para la “martirizada Ucrania, tan duramente probada por la violencia y la destrucción de la guerra cruel e insensata a la que ha sido arrastrada”. Ante miles de fieles reunidos en la plaza de San Pedro, ...
El Papa ha dedicado su mensaje del Domingo de Resurrección, una de las celebraciones más importantes para los cristianos, al conflicto en Ucrania. En un discurso con gran carga política, como suele ser habitual en este día festivo, Francisco ha pedido paz para la “martirizada Ucrania, tan duramente probada por la violencia y la destrucción de la guerra cruel e insensata a la que ha sido arrastrada”. Ante miles de fieles reunidos en la plaza de San Pedro, ha reclamado que “se dejen de hacer demostraciones de fuerza mientras la gente sufre” y ha pedido: “Por favor, no nos acostumbremos a la guerra, comprometámonos todos a pedir la paz con voz potente, desde los balcones y en las calles”.
Francisco se ha dirigido a los responsables de las naciones, y les ha reclamado que “escuchen el grito de paz de la gente” y ha citado “esa inquietante pregunta” que lanzaron en 1955 en plena Guerra Fría el filósofo Bertrand Russell y el científico Albert Einstein, seguidos por otros eminentes científicos e intelectuales, sobre la amenaza de la proliferación de las armas nucleares; “¿Vamos a poner fin a la raza humana; o deberá renunciar la humanidad a la guerra?”.
“Hemos visto demasiada sangre, demasiada violencia (…). Que un nuevo amanecer de esperanza despunte pronto sobre esta terrible noche de sufrimiento y de muerte”, ha subrayado el Papa. Y ha recordado a las numerosas víctimas ucranias, a los millones de refugiados y desplazados internos, a las familias divididas, a los ancianos que se han quedado solos, a las vidas destrozadas y a las ciudades arrasadas. “Hemos pasado dos años de pandemia, que han dejado marcas profundas. Parecía que había llegado el momento de salir juntos del túnel, tomados de la mano, reuniendo fuerzas y recursos. Y, en cambio, estamos demostrando que tenemos todavía en nosotros el espíritu de Caín, que mira a Abel no como a un hermano, sino como a un rival, y piensa en cómo eliminarlo”, ha lanzado.
Varios analistas apuntan a que la ofensiva rusa sobre Ucrania está marcando un cambio en la estrategia política vaticana, hasta ahora marcada por el multilateralismo. Mientras que en la primera semana de la invasión el Papa mantuvo cierta equidistancia, intentando adoptar un papel de mediación entre ambas partes en el conflicto, el tono del Vaticano se ha vuelto mucho más severo después y la toma de posición ha sido clara. El 6 de marzo Francisco describió la situación como una guerra y no como una “operación militar especial”, según la terminología rusa. Dos semanas después, calificó el conflicto de “agresión” y subrayó que los rusos habían invadido un territorio soberano. El pasado 2 y 3 de abril, en una visita a Malta, condenó enérgicamente el ataque ruso: “Y mientras una vez más algún poderoso, tristemente encerrado en las anacrónicas pretensiones de intereses nacionalistas, provoca y fomenta conflictos, la gente común advierte la necesidad de construir un futuro que, o será juntos, o no será”. El Papa incluso ha condenado recientemente la inacción de Naciones Unidas mientras mostraba una bandera ucrania de Bucha, algo inusual en un pontífice hasta el momento, para denunciar la matanza perpetrada por los rusos en esa ciudad.
El cambio de tono es evidente respecto al empleado en el pasado sobre las guerras exteriores de Rusia, en particular la de Siria, donde el pontífice asumió la postura del multilateralismo y la mediación. En 2013, Francisco escribió una carta al presidente Vladímir Putin en la que instaba a los líderes mundiales a buscar una solución pacífica al conflicto. Tras el llamamiento, el mandatario ruso escribió un artículo de opinión en The New York Times, en el que pedía a Estados Unidos una mayor cooperación en el conflicto en Siria, respetando el derecho internacional y afirmando indirectamente la necesidad de un papel de Rusia en la región.
En su mensaje de Pascua de este año, antes de impartir la bendición Urbi et Orbi ante los fieles reunidos en la plaza de San Pedro en el Vaticano, Francisco también ha recordado la guerra de Siria y otros enfrentamientos abiertos en otras partes del mundo, como Oriente Próximo, “lacerado desde hace años por divisiones y conflictos”. Ha pedido paz para Jerusalén y “paz para aquellos que la aman, cristianos, judíos y musulmanes”. “Que los israelíes, los palestinos y todos los habitantes de la Ciudad Santa, junto con los peregrinos, puedan experimentar la belleza de la paz, vivir en fraternidad y acceder con libertad a los Santos Lugares, respetando mutuamente los derechos de cada uno”, ha clamado el pontífice.
También ha demandado paz y reconciliación en los pueblos de Líbano, de Irak, Libia y Yemen, “que sufre por un conflicto olvidado por todos con incesantes víctimas”. Además, Francisco recordó a Myanmar, “donde perdura un dramático escenario de odio y de violencia” tras el golpe de Estado militar, y Afganistán, “donde no se consiguen calmar las peligrosas tensiones sociales, y una dramática crisis humanitaria está atormentando a la población”. También mencionó los conflictos que están asolando el continente africano, como los de República Democrática del Congo, los ataques terroristas en la zona del Sahel o la situación en Etiopía, “afligida por una grave crisis humanitaria”.
Francisco se refirió también a América Latina, “que en estos difíciles tiempos de pandemia, ha visto empeorar, en algunos casos, sus condiciones sociales, agravadas también por casos de criminalidad, violencia, corrupción y narcotráfico”. Y mencionó el camino de reconciliación que está siguiendo la Iglesia católica canadiense con los pueblos indígenas, tras el descubrimiento de centenares de cuerpos y tumbas sin marcar en dos antiguos internados religiosos para niños indígenas.
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