Josep Borrell: “Putin no quiere parar la guerra”
El jefe de la diplomacia europea asegura que, pese a no haber un acuerdo para vetar las importaciones rusas de petróleo o gas, cada país está haciendo esfuerzos para reducir su dependencia energética
Cuatro días después de confesar su emoción por la “resistencia, determinación y hospitalidad” que encontró en los dirigentes ucranios en su visita a Kiev de la semana pasada, Josep Borrell asegura que la Unión Europa trata de contener el alcance de la invasión rusa. Pero, al mismo tiempo, el jefe de la diplomacia europea deja entrever que no ve un pronto fin a la guerra iniciada por el presidente ruso, Vladímir Putin.
“Estamos haciendo un gran e...
Cuatro días después de confesar su emoción por la “resistencia, determinación y hospitalidad” que encontró en los dirigentes ucranios en su visita a Kiev de la semana pasada, Josep Borrell asegura que la Unión Europa trata de contener el alcance de la invasión rusa. Pero, al mismo tiempo, el jefe de la diplomacia europea deja entrever que no ve un pronto fin a la guerra iniciada por el presidente ruso, Vladímir Putin.
“Estamos haciendo un gran esfuerzo diplomático. Hay que intentar que la guerra acabe cuanto antes, pero nos importa cómo se acabe. Y siempre se acabará con una negociación. Pero de momento, Putin no quiere parar la guerra”, aseguraba el martes el alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Seguridad en un encuentro con periodistas en la oficina de la Comisión Europea en Madrid.
Borrell niega las acusaciones de que la Unión Europea, con su política de financiar la compra de armas para Ucrania, esté echando más combustible al conflicto. “Nosotros no estamos propiciando que la guerra se extienda. Estamos intentando contenerla, tanto en su dimensión espacial, para que no afecte a otros países, como en su dimensión vertical, para que no se usen armas más mortíferas”, explica. Y justifica la ayuda militar a Kiev como una necesidad para que Europa no caiga en la “hipocresía”. “Si los líderes europeos dicen que Ucrania defiende los valores europeos y están haciendo una guerra que nos defiende a nosotros, hacer otra cosa sería hipocresía”, concluye.
Tras el fracaso de Putin para hacerse con Kiev y otras ciudades ucranias importantes durante la primera fase de la guerra, el conflicto ha entrado en un nuevo periodo. Esta nueva fase es, según Borrell, “una guerra de posiciones, fuera de la ciudad, a campo abierto, con medios masivos”.
Tras la revelación de la matanza cometida por las fuerzas rusas en la localidad ucrania de Bucha, los socios europeos impulsaron rápidamente una nueva oleada de sanciones que afectan a la importación de carbón ruso. Pero han fracasado a la hora de ir más allá, con productos que generan muchos más ingresos a Moscú, como el gas y el petróleo.
Ante esta incapacidad de lograr la unanimidad europea —sobre todo por las resistencias de países como Hungría, Alemania o Austria—, Borrell recomienda otras vías para reducir la dependencia energética de Moscú. “Lo estamos haciendo. Cada país lo está haciendo en función a sus posibilidades”, explica. El alto representante también dice que este es el momento de una cierta austeridad en el consumo: “Cada ahorro cuenta. Y esto tiene que ir acompañado de un amortiguador social”.
Borrell destaca la importancia de que este sea un “choque asimétrico”, es decir, que afecta de forma muy desigual a unos países europeos y a otros en dos aspectos: por el volumen de demandantes de asilo que llegan a cada Estado y por la distinta dependencia energética de cada uno. “Los refugiados no llegan a los Pirineos”, señala, en un intento de resumir la idea de que España no está entre los países más afectados por estas reverberaciones de la guerra de Ucrania. “La dependencia energética es distinta para Hungría que para España. Es el momento de construir respuestas unitarias, pero para ello debe haber un esfuerzo solidario. Habrá que compensar a aquellos más afectados para que participen. Eso es lo que se está haciendo, intentando distribuir demandantes de asilo por toda Europa”, señala. Y pide a los periodistas a los que se dirige que se imaginen qué ocurriría si a España llegaran de repente 2,5 millones de refugiados. “Es lo que les está pasando proporcionalmente a Hungría y Polonia”, concluye.
Un factor que explica que la integración de los refugiados no esté siendo tan “brutal” es la presencia de ucranios en los territorios de la UE. “Es un gran amortiguador, porque ellos mismos acogen a sus conciudadanos”.
En medio de esta guerra caliente, se libra otra batalla de baja intensidad: la de la información. Y en esta lucha por el relato, el político catalán vaticina que el Kremlin va a insistir en la idea de que las sanciones europeas van a causar problemas a terceros países. “Dirán que el hambre en África es resultado de las sanciones occidentales, cuando la crisis alimentaria se explica porque la guerra en Ucrania ha cortocircuitado el suministro de alimentos” por parte de del país invadido, dice. Se avecina una batalla del discurso, como ya ocurrió con la pandemia. “Antes hubo la diplomacia de las mascarillas y de las vacunas, y ahora habrá la diplomacia de los alimentos”, concluye.
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