Zelenski, el inesperado héroe de la resistencia ucrania
El presidente ucranio, percibido al principio como un peso ligero de la política y un objetivo fácil de Putin, encarna ya en toda esencia al comandante en jefe de un país en guerra
Con gesto serio, barba de dos días, exhausto y vestido con una camiseta militar y una chaqueta polar verde, Volodímir Zelenski miró fijamente a la cámara: “Esta noche, en todos los frentes, el enemigo utilizará todas las fuerzas disponibles para romper nuestra resistencia”, dijo en un mensaje a la nación tras el primer día de ataques del presidente ruso, Vladímir Putin, a Ucrania. “Fuerza vil, cruel e inhumana. Esta noche asaltarán”, añadió. Casi 24 horas antes, cuando l...
Con gesto serio, barba de dos días, exhausto y vestido con una camiseta militar y una chaqueta polar verde, Volodímir Zelenski miró fijamente a la cámara: “Esta noche, en todos los frentes, el enemigo utilizará todas las fuerzas disponibles para romper nuestra resistencia”, dijo en un mensaje a la nación tras el primer día de ataques del presidente ruso, Vladímir Putin, a Ucrania. “Fuerza vil, cruel e inhumana. Esta noche asaltarán”, añadió. Casi 24 horas antes, cuando los peores pronósticos aún no se habían cumplido, se dirigió a la ciudadanía rusa y les suplicó que impidieran la agresión. “Escuchen la voz de la razón. El pueblo ucraniano quiere paz”, les dijo en ruso. No funcionó. Durante tres días, el jefe del Kremlin ha ordenado una ofensiva por tierra, mar y aire contra Ucrania, un país que considera ficticio, fruto de costurones históricos y diplomáticos.
Antiguo actor cómico y empresario hecho a sí mismo, Zelenski echa por tierra gran parte de la propaganda del Kremlin sobre Ucrania y su Gobierno, al que describe como un “hatajo de drogadictos y neonazis”, donde hablar ruso está prohibido y los ciudadanos del Donbás son víctimas de un “genocidio”. Nació hace 44 años en Krivyi Rih, una ciudad del cinturón metalúrgico de la región de Dnipro, en el seno de una familia “judía soviética”, como la describió una vez —es decir, no demasiado religiosa en un régimen en el que la religión estaba reprimida— en la que se usaba más el ruso que el ucranio.
De eso habló a la ciudadanía rusa esta semana en otro de esos mensajes emotivos, uno en el que llamaba a evitar la ofensiva. También les habló de su abuelo, Semyon Ivanovich Zelenski, veterano del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial. Y de Ucrania, que “dio más de ocho millones de vidas por la victoria contra el nazismo”.
Desde la antesala de la invasión rusa, Zelenski, que había perdido popularidad en porcentajes mayúsculos por sus políticas a veces erráticas y algunas salpicaduras a su entorno de casos de corrupción, ha crecido. El antiguo actor cómico, que maneja a la perfección el lenguaje y la escenografía de la televisión y las redes sociales, ha dado un paso al frente con sus informaciones puntuales a los ucranios, los emocionales vídeos que publica en internet y los mensajes patrióticos que le han devuelto la popularidad. “Lucharemos el tiempo que sea necesario”, ha dicho este sábado, tras la amenaza del Kremlin de recrudecer los ataques.
También ha sacado repetidamente los colores a los líderes europeos por abandonar Ucrania a la amenaza de Putin. “Si ustedes, mis queridos líderes mundiales, líderes del mundo libre, no ayudan con fuerza a Ucrania hoy, mañana la guerra tocará a sus puertas”, advirtió en una de esas intervenciones. El presidente ucranio ha dado la vuelta a las narrativas del Kremlin y comparó a Rusia con la Alemania nazi. “Rusia atacó vilmente nuestro Estado esta mañana temprano, tal como lo hizo la Alemania nazi durante la Segunda Guerra Mundial”, dijo el líder ucranio. “Nuestros países se encuentran en diferentes lados de la historia mundial. Rusia está en el camino del mal”.
Zelenski, a quien se percibió en un principio como un peso ligero de la política y como un objetivo fácil de Putin, se convirtió con el paso de los meses en un halcón de la política exterior. Ahora, encarna ya en toda esencia al comandante en jefe de un país en guerra, que resiste la dura ofensiva de un Estado con armas nucleares y cuyo ejército lo dobla en tropas y medios. Un país con una ciudadanía con ánimos cada vez más patrióticos, que se está armando en masa para recibir a un enemigo que ha tratado de vender en casa que sería recibido con música y flores.
Ucrania está sufriendo fuertes ataques. La capital está bajo asedio. Las fuerzas enviadas por Putin avanzan por el norte, el este y el sur. Y la amenaza del Kremlin se intensifica. Los servicios secretos ucranios y estadounidenses advierten de que uno de los objetivos prioritarios del Kremlin es descabezar al Gobierno y poner a un régimen títere de Moscú. Y para eso hay que derribar a Zelenski. Estados Unidos le recomendó salir del país o, como poco, de la capital. Pero el líder ucranio asegura que permanece —él y también su familia— en Kiev.
Zelenski arrasó en las elecciones presidenciales de 2019 en todo el país frente a Petró Poroschenko, un magnate de la confitería que había mantenido una postura férrea contra Moscú. Lo hizo con un discurso anticorrupción y en cierta manera antisistema. Prometió poner fin a la guerra en el Este, contra los separatistas prorrusos apoyados por el Kremlin, que drenaba el país y ha causado ya 14.000 muertes. Poroschenko, su antecesor, había prometido ganarla.
El líder ucranio, que se rodeó de un grupo de amigos fieles de Krivyi Rih, y de sus compañeros del grupo de teatro de la adolescencia Kvartal 25, que con los años convirtió en una productora de éxito, lanzó políticas brillantes al principio de su mandato. El Gobierno, que tenía una amplia mayoría, abrió el mercado de tierras agrícolas, hizo una enorme campaña de digitalización e inauguró un programa enorme de construcción de carreteras para renovar las precarias rutas terrestres, en muy mal estado en todo el país.
Sin embargo, sus problemas con los medios, su falta de organización en los equipos y medidas polémicas, como una con la que se daría al Gobierno control sobre el Tribunal Constitucional, y otra conocida como “desoligarquización”, que apunta a limar la influencia de los superricos de Ucrania, pero que también puede poner en la diana a sus enemigos, rebajaron las esperanzas que la ciudadanía ucrania tenía en él. Pese a las reformas, Ucrania sigue siendo el tercer país más corrupto de Europa, después de Rusia y Azerbaiyán, según Transparencia Internacional. También le salpicaron las políticas de Donald Trump. Fue una llamada del entonces presidente estadounidense con su homólogo ucranio la que desencadenó el proceso de impeachment. Trump, que llevaba un tiempo congelando la ayuda en materia de defensa para Ucrania, pidió en esa conversación a Zelenski el “favor” de que abriese una investigación contra Hunter Biden y su padre, el exvicepresidente Joe Biden, precandidato demócrata entonces para la carrera presidencial de 2020.
Zelenski apareció entonces como un presidente débil. Y el episodio preocupó a muchos al inicio de la crisis rusa, cuando Moscú empezó a acumular soldados a lo largo de las fronteras con Ucrania y elevó las amenazas a Kiev, por su intención de entrar en la OTAN, y contra la alianza atlántica. También ha habido dudas sobre su equipo. Y el presidente Zelenski ha recibido duras críticas sobre su gestión por parte de la oposición. Críticas guardadas ahora en un cajón, cuando la oposición (excepto el escaso grupo de prorrusos), se ha centrado en apoyar a Zelenski en sus conversaciones con los aliados para tratar de empujarlos a imponer más sanciones a Rusia y recibir más armas.
Mientras, Zelenski se sigue dirigiendo a los ciudadanos, a los que ha animado a salir a las calles a echar el resto para defender el país, con armas, con cócteles molotov o lo que puedan alcanzar: “Estén preparados para apoyar a Ucrania en las plazas de nuestras ciudades”.
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