Fabiola Letelier, luchadora incansable contra las violaciones de la dictadura de Pinochet
La abogada de 92 años, fallecida el jueves, fue uno de los rostros de mayor simbolismo en la búsqueda de verdad y Justicia ante los delitos del régimen
El nombre de Fabiola Letelier quedará inscrito en el muro imborrable de la memoria chilena. Fallecida el jueves a los 92 años, acompañada de su familia, la abogada forma parte de los rostros de mujeres valientes, preparadas, llenas de humanidad y consecuencia que se pusieron al frente en la lucha contra las violaciones a los derechos humanos de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). De la estirpe política y moral de otras grandes chilenas, como Ángela Jeria o Ana González, Fabiola hizo de su vida una causa. “La...
El nombre de Fabiola Letelier quedará inscrito en el muro imborrable de la memoria chilena. Fallecida el jueves a los 92 años, acompañada de su familia, la abogada forma parte de los rostros de mujeres valientes, preparadas, llenas de humanidad y consecuencia que se pusieron al frente en la lucha contra las violaciones a los derechos humanos de la dictadura de Augusto Pinochet (1973-1990). De la estirpe política y moral de otras grandes chilenas, como Ángela Jeria o Ana González, Fabiola hizo de su vida una causa. “La historia me obligó a vivir como una luchadora social y hoy puedo decir que estoy contenta con mi vida, aunque haya sido dura”, aseguró hace tres años, cuando la premió el Instituto Nacional de Derechos Humanos (INDH) por su trabajo incansable por la verdad y la justicia.
Vivió el horror en carne propia. A su hermano menor, Orlando Letelier, lo asesinó la dictadura en Washington D.C. en 1976, en uno de los crímenes más feroces del régimen. Había sido canciller en el Gobierno del socialista Salvador Allende y desde Estados Unidos era una de los principales opositores a Pinochet desde el extranjero. Fue la razón por la que la policía secreta del dictador, la DINA, se atrevió a atentar contra Letelier con una bomba adosada al coche en el corazón del barrio diplomático de la capital estadounidense. Murió Letelier y Ronni Moffit, su colaboradora norteamericana. Desde entonces, su hermana Fabiola se volcó de lleno al caso. “Ante uno de los crímenes más horrendos cometidos en la historia de este país, Fabiola Letelier tuvo una valentía y lealtad con su hermano que son ejemplares. Fue, además —y lo que es un honor y un motivo de orgullo para nosotros— una excelentísima abogada de nuestra universidad. Su nombre quedará inscrito en nuestra historia”, reflexionó en estos días el rector de la Universidad de Chile, Ennio Vivaldi.
Recién egresada de la universidad, Fabiola Letelier se vinculó al trabajo humanitario. En la década del sesenta se integró a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos y, luego del golpe de Estado, regresó a Chile luego de vivir ocho años en Estados Unidos. Nacida el 17 de julio de 1929 en Temuco, en el sur del país, la abogada formó parte del Comité Pro Paz, un organismo fundado solo algunos días después del quiebre democrático por el cardenal Raúl Silva Henríquez, que desde el primer momento se resistió a la brutalidad dictatorial y cumplió un papel central en la ayuda a los perseguidos y sus familias. Fue el Comité Pro Paz el que rápidamente empezó a organizar la defensa de la oposición con visitas a los campos de detención, ayudas a los familiares para intentar ubicar a los parientes, defensa de quienes estaban siendo sometidos a Consejos de Guerra y recorridos por las cárceles.
Con su disolución por las tensiones con la dictadura, en octubre de 1975 el cardenal consiguió fundar la Vicaría de la Solidaridad, a través de un decreto del Papa Pablo VI. La abogada Letelier, nuevamente, estuvo allí. El organismo no solo se enfrentó a los militares y los paralizados tribunales de justicia, sino que fue un aparato de contrainteligencia ante el régimen. “La Teología de la Liberación, nombre forjado por el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez, que defendía la opción preferencial por los pobres, marca profundamente la Iglesia chilena de los sesenta y setenta”, ha explicado la abogada de la Vicaría de la Solidaridad, Carmen Hertz, para comprender los antecedentes de la postura del catolicismo chileno.
El proyecto de derechos humanos que representó la Vicaría ha sido quizás el más potente a nivel global desarrollado en dictadura y lo explicó en sus memorias el propio cardenal Silva Henríquez, fallecido en 1999. “Era una creación original, sí. No existía en otras partes, no tenía precedentes. La suscitó una situación extraordinaria, ¡qué duda cabe! Pero no fue una casualidad, ni una súbita inspiración: la Vicaría nació de una larga y sufrida reflexión en torno a lo que vivíamos día tras día”, indicó en el libro del periodista Ascanio Cavallo. Al grupo se sumaron abogados y asistentes sociales, entre otros, la mayoría jóvenes. Este edificio, ubicado frente a la Plaza de Armas, se convirtió en un símbolo de la resistencia antidictatorial desde fines de los setenta y el principal lugar de acogida de las víctimas y sus familiares. “Junto con el informe mensual, que relataba todos los abusos que se habían cometido en el mes último, una vez al año les presentábamos al Poder Judicial el estado de la situación de los derechos humanos. Esperábamos que el presidente de la Corte Suprema hiciera alguna referencia, pero nunca sucedió”, ha recordado María Luis Sepúlveda, que llegó a ser secretaria ejecutiva de la Vicaría.
La abogada Letelier estaba allí esa mañana del 21 de septiembre de 1976 cuando a la Vicaría llegó la noticia del atentado contra su hermano Orlando. La abogada Rosemarie Bornand lo recuerda: “Nadie que estuvo en la Vicaría esa mañana del 21 de septiembre 76 olvidará esos momentos”, señala al teléfono. “Todos conocíamos la historia de represión contra Orlando Letelier, que estaba exiliado en Estados Unidos, luego de pasar por Venezuela. Tenía una actividad política inmensa de solidaridad con Chile y de denuncia de los crímenes. Esa mañana de septiembre, Fabiola recibió una llamada, mientras estaba trabajando en su escritorio. Y solo dijo: ‘Asesinaron a Orlando’, inmensamente conmovida. Fue algo estremecedor. Habíamos sabido del asesinato del general Carlos Prats en Argentina, el año anterior, pero un crimen en el corazón de Whashington, era surrealista. Eso y el dolor de Fabiola, que lo vivimos como en carne propia, porque era una de nosotros. Fue tremendo, espantoso”, asegura la abogada.
Bornand recuerda que Letelier se inició en la Vicaría, pero que en su biografía tiene especial relevancia el papel que jugó en el Comité de Defensa de los Derechos del Pueblo (CODEPU), un organismo laico que fundó a comienzos de los años ochenta y se enfocó en el trabajo con la organización social, pero en términos políticos. “Fabiola era muy cálida, cariñosa, aunque formal. Su trabajo en tribunales, donde siempre iba muy presentada, era admirable porque dejaba en evidencia su perseverancia. Es inolvidable cómo trabajó en el caso de su hermano. Consiguió el procesamiento de Manuel Contreras, el número uno de la DINA, en un fallo histórico, en el que ella tiene un papel protagónico”, recuerda su compañera sobre la decisión de la Corte Suprema de mayo de 1995, donde también se condenó al brigadier Pedro Espinoza, otro de los jefes de la policía secreta. “La mayoría de las personas concentradas en las calles próximas a los Tribunales, muchos de ellos familiares de desaparecidos, se abrazaron y cantaron el himno nacional al conocer el fallo”, informaba EL PAIS.
Nunca se alejó del trabajo por los derechos humanos. Fue presidenta y directora jurídica de CODEPU hasta 1998, en democracia. En los tribunales de Justicia recuerdan haberla visto alegando al menos hasta 2010, a sus más de 80 años. Tenía un especial interés por los casos en que las víctimas eran mujeres.