La socialdemocracia se afianza en su viejo bastión del norte de Europa

Los países escandinavos volverán a estar gobernados por fuerzas de centro-izquierda por primera vez desde 2001 tras su victoria en Noruega

El líder laborista noruego, Jonas Gahr Store (segundo por la derecha), celebra los resultados el pasado 13 de septiembre.DPA vía Europa Press (Europa Press)

Pertenecer a la élite era en teoría uno de los puntos débiles de Jonas Gahr Stoere para abrirse camino en el Partido Laborista noruego, tradicionalmente considerado voz política de la clase trabajadora y artífice del Estado de bienestar. Hijo de un adinerado intermediario de transporte marítimo y heredero de una fortuna calculada en 16 millones de euros, el exministro, de 61 años, lidera el partido desde 2014, pero fue incapaz de sacar del poder a los conservadores en su primer intento, en las elecciones de 2017. Esta...

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Pertenecer a la élite era en teoría uno de los puntos débiles de Jonas Gahr Stoere para abrirse camino en el Partido Laborista noruego, tradicionalmente considerado voz política de la clase trabajadora y artífice del Estado de bienestar. Hijo de un adinerado intermediario de transporte marítimo y heredero de una fortuna calculada en 16 millones de euros, el exministro, de 61 años, lidera el partido desde 2014, pero fue incapaz de sacar del poder a los conservadores en su primer intento, en las elecciones de 2017. Esta semana lo logró, a la segunda, y puso fin a ocho años en la oposición de la socialdemocracia noruega. Desde que formó un Gobierno por primera vez en 1928, este partido no había estado tanto tiempo alejado del poder.

Tras su victoria en los comicios parlamentarios del lunes pasado, todos los países escandinavos (Noruega, Suecia y Dinamarca) serán gobernados por formaciones encabezadas por socialdemócratas por primera vez desde 2001. En el conjunto de los nórdicos, habría que añadir a Finlandia, también liderada por el Partido Socialdemócrata. Esta consolidación se produce después de dos décadas en las que el panorama político en los países más al norte de Europa estuvo más dominado por los conservadores e incluso hace pensar a sus dirigentes que pueda haber un cambio en Alemania el 26 de septiembre, donde el candidato del SPD, Olaf Scholz, encabeza los sondeos.

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Axel Fjeldavli, experto de Agenda, un centro de pensamiento con sede en Oslo, considera que se trata de un mensaje claro de los votantes para impulsar un cambio de dirección. “En el caso de Noruega, por ejemplo, se ha hablado mucho de reducir las desigualdades crecientes y que se está debilitando el sistema de bienestar. La concentración de la riqueza aquí está hoy a niveles del Reino Unido”, explica en una entrevista. El lema de Stoere fue “un giro hacia la gente corriente”, con subidas de impuestos para los ricos y planes para una transición de una economía muy dependiente del petróleo a otra verde, que reparta los costes del proceso de forma equitativa.

El temor a las crecientes desigualdades sociales, la necesidad de un Estado de bienestar fuerte acrecentada durante la pandemia y el giro de los socialdemócratas al centro, con políticas más restrictivas sobre todo en migración, han favorecido a estas formaciones aunque el panorama político está cada vez más fragmentado, con más partidos socios y rivales. “La pandemia ha hecho que la gente sea más consciente de los problemas del sistema sanitario, pero veremos cuánto dura esta preocupación, porque las ganas de pagar más impuestos para financiar el bienestar no han cambiado mucho en los últimos años”, opina Therese Reitan, profesora de Ciencias Políticas de la Universidad de Södertörn (Suecia).

La inestabilidad es una de las amenazas que se cierne sobre el avance de los socialdemócratas en el norte de Europa. Porque los partidos de la actualidad distan mucho de ser las grandes máquinas electorales del pasado que gobernaban en solitario con amplias mayorías. En todos los casos tienen que lidiar con coaliciones, como en Finlandia con cinco partidos, o cuentan con apoyo externo de otras formaciones, como sucede en Dinamarca. En Noruega, donde el partido ha gobernado durante 50 de los 76 años que han pasado tras la II Guerra Mundial, se han iniciado contactos para una alianza entre el partido socialdemócrata, otro de izquierdas y el Partido de Centro, con base más rural y “el verdadero ganador de las elecciones”, según Reitan. “Ha sido el que más ha subido en votos”, añade.

La experta puntualiza que, si bien hay más Gobiernos liderados por socialdemócratas, hay que matizar sobre cómo se produce su vuelta al poder. En Suecia, en las elecciones de 2018 el partido logró mantenerse en el poder pero tras registrar su peor resultado desde 1908. En Noruega, los laboristas fueron los más votados, como ha sucedido siempre desde 1924, pero lograron solo el 26,4% de los votos, el peor porcentaje en más de 90 años. Serán los pactos poselectorales los que permitirán previsiblemente que Stoere se convierta en primer ministro.

Que su perfil de hombre rico y privilegiado no haya impedido que pueda liderar el Gobierno es una muestra de la apertura ideológica en la socialdemocracia nórdica, como sucede en otros países de Europa, en un intento por captar votos. “Su debilidad parlamentaria les ha forzado a negociar con partidos liberales que han impulsado políticas más liberales”, afirma la profesora Reitan, que pone como ejemplo las reglas migratorias más restrictivas impulsadas sobre todo en Dinamarca, ante el auge de los partidos de derechas tras “el gran flujo de llegada de inmigrantes en 2015 y 2016”. La deriva antimigración del Gobierno danés ha sido uno de los aspectos más criticados, por considerarse medidas poco acordes con el espíritu de la socialdemocracia más tradicional.

Axel Fjeldavli sostiene que, aunque haya habido cambios, en general hay una continuidad ideológica en estos partidos, que “ponen el foco en las rentas del trabajo”. Subidas de impuestos sí, pero al capital y a los más ricos,y mayor protección contra el desempleo. Sin embargo, el experto sí que opina que ha habido un giro en lo relacionado con la lucha contra el cambio climático, con una aproximación más ambiciosa, y una visión “más realista del dumping social” (externalizar la producción en países en desarrollo por tener costes más bajos) y “otros aspectos negativos de la integración europea”.

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