Argentina, en emergencia hídrica por el menor caudal del Paraná en más de 70 años

El descenso del nivel del agua en la principal vía navegable del país causa pérdidas millonarias al sector agroexportador y aumenta el riesgo de incendios

Barcos en el río Paraná a la altura de Rosario.AGUSTIN MARCARIAN (Reuters)

El río Paraná, el segundo más largo de Sudamérica, sufre una sequía histórica por la falta de precipitaciones. Su caudal registra los valores mínimos de los últimos más de 70 años desde su nacimiento, en Brasil, hasta su desembocadura en Argentina y también a su paso por Paraguay. En Argentina, el Gobierno de Alberto Fernández ha declarado esta semana la emergencia hídrica por 180 días ...

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El río Paraná, el segundo más largo de Sudamérica, sufre una sequía histórica por la falta de precipitaciones. Su caudal registra los valores mínimos de los últimos más de 70 años desde su nacimiento, en Brasil, hasta su desembocadura en Argentina y también a su paso por Paraguay. En Argentina, el Gobierno de Alberto Fernández ha declarado esta semana la emergencia hídrica por 180 días para mitigar las graves consecuencias económicas y medioambientales del descenso del nivel de las aguas. El descenso de su caudal dificulta las exportaciones, la generación de energía y eleva el riesgo de incendios.

El Paraná es la principal vía de salida de granos y productos agroindustriales de Argentina. En unos 70 kilómetros de costa alrededor de la ciudad de Rosario hay una treintena de terminales portuarias desde las que se exporta soja, maíz, harina, aceite y combustibles, entre otros. Cada año, alrededor de unos 2.500 grandes buques los transportan desde allí hasta el resto del mundo, pero desde hace meses su capacidad máxima de carga se ha visto reducida un 10% debido al descenso de la profundidad en los pasos críticos, explica Alfredo Sese, secretario técnico de la Comisión de transporte de la Bolsa de Comercio de Rosario (BCR).

Los datos registrados por el Instituto Nacional de Agua muestran el bajo caudal del Paraná, por debajo de los 6.000 metros cúbicos por segundo. A la altura de Rosario, el río ya bajó más de tres metros desde su nivel habitual en invierno. El pasado 25 de julio su altura fue de -0,17 metros, frente a los 3,2 metros de promedio. Se trata de los valores más bajos de los últimos 77 años. “Que el río tenga una baja altura o que los valores sean negativos no significa que el río esté seco. El Paraná es un río ancho y profundo”, puntualiza Sese. La medición se realiza en el puerto de Rosario, no en el centro del río, y el punto cero es un valor estándar acordado a partir de los valores mínimos de una serie histórica.

Sin embargo, en su lecho hay dunas que forman montículos, conocidos como pasos críticos. De los 10,3 metros de profundidad de media, en algunos casos las aguas descendieron hasta los 9,7 metros, lo que impide que los buques salgan con la carga completa y encarece el costo por tonelada.

Terminal portuaria de carga en las cercanías de Rosario.Marcos Brindicci (Reuters)

Según la BCR, las pérdidas para el sector agroexportador entre marzo y agosto rondarán los 315 millones de dólares. La situación excepcional, que se prevé que se prorrogue varios meses más, ha obligado a las exportadoras a buscar rutas de carga alternativas, como Bahía Blanca, en la costa sur del país, donde el volumen de carga de maíz aumentó un 21% en este periodo de 2021 respecto al mismo del año anterior.

El menor caudal del Paraná no ha provocado por ahora restricciones de agua en los hogares argentinos, pero sí complica la generación de energía eléctrica. La central de Yacyretá, compartida entre Paraguay y Argentina, opera al 50% de su capacidad y las centrales nucleares en Zárate (85 kilómetros al norte de Buenos Aires) han tenido que contratar una draga para garantizar la disponibilidad de agua para su funcionamiento.

Vigilancia contra incendios

El Gobierno vigila también de cerca los humedales en las islas y márgenes del Paraná ante el elevado riesgo de incendios por la falta de agua. El objetivo es evitar una práctica prohibida, pero aún así todavía no erradicada entre los productores: la quema de pastizales y la formación posterior de terraplenes para ganar tierra al río y poder usarla para la ganadería. En 2020 se quemaron cerca de 300.000 hectáreas del delta del Paraná, en su mayoría por incendios provocados.

El ministerio de Ambiente tiene previsto instalar cámaras de última generación de detección de humo y de calor para identificar los focos apenas aparecen. “Estamos frente a un problema ambiental que es multicausal, un escenario de cambio climático, una sequía que lleva un año y medio, una bajante inédita. Sobre este escenario se montan ‘acciones’ productivas que potencian negativamente ese fenómeno: la tala de bosques nativos, el desmonte en la alta cuenca del Paraná (el Amazonas)”, señaló el viceministro de Ambiente, Sergio Federovisky, al diario Página 12. “La pérdida de humedales, esos ecosistemas cuyo servicio ambiental era retener el agua y soltarla cuando fuera necesario... Se ha dicho hasta el hartazgo que los humedales funcionan como esponjas. Bueno, para decirlo brutalmente, esas esponjas desaparecieron”.

La vuelta a la normalidad no es inminente. Según el último informe del Instituto Nacional del Agua, “la tendencia descendente observada continuará en las próximas semanas, con muy alta probabilidad de que la bajante persista durante el invierno y posiblemente tendencia similar en el último trimestre del año”.

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