Los niños perdidos de Kamloops

El hallazgo de restos de 215 menores en un internado indígena desata una tormenta en Canadá y peticiones de que se busquen cadáveres en instituciones similares. Un grupo de abogados pide a la Corte Penal Internacional que abra una investigación

Altar improvisado en homenaje a los menores fallecidos en la escuela de Kamloops. ante la alcaldía de Kingston (Ontario).Lars Hagberg (AP)

Romeo Saganash llegó con seis años a vivir a un internado de La Tuque, en la provincia de Quebec. Era una de las 139 escuelas donde 150.000 niños indígenas de Canadá, de las etnias mohawk, ojibwa, innu o haida, entre otras, fueron obligados a vivir entre 1883 y 1996. Estas instituciones, financiadas por el Gobierno federal y administradas por congregaciones religiosas, fueron pilares del sistema colonial por más de un siglo. Tras sus muros se vivían diversos tipos de abuso: negligencia, castigos físicos, violencia sexual y racismo. Saganash aún...

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Romeo Saganash llegó con seis años a vivir a un internado de La Tuque, en la provincia de Quebec. Era una de las 139 escuelas donde 150.000 niños indígenas de Canadá, de las etnias mohawk, ojibwa, innu o haida, entre otras, fueron obligados a vivir entre 1883 y 1996. Estas instituciones, financiadas por el Gobierno federal y administradas por congregaciones religiosas, fueron pilares del sistema colonial por más de un siglo. Tras sus muros se vivían diversos tipos de abuso: negligencia, castigos físicos, violencia sexual y racismo. Saganash aún recuerda la cólera que sintió nada más llegar, lo que provocó que retirara la palabra a los adultos del centro por dos años. “Han vuelto muchas imágenes del internado a mi mente en los últimos días. Vuelvo a ver los ojos de mis amigos que sufrieron abusos físicos y sexuales. No hablábamos de eso, pero yo lo comprendía a través de sus miradas. Vuelvo a ver a esos niños que lloraban sin derramar una lágrima”, cuenta Saganash, quien años después se convirtió en parlamentario, una posición que utilizó para contar el dolor de los pueblos indígenas en Canadá.

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El 27 de mayo, Rosanne Casimir, jefa de la reserva Tk’emlups te Secwépmc (del pueblo shuswap) anunció el hallazgo de los restos de 215 menores indígenas –algunos de apenas tres años de edad- en los terrenos del antiguo internado de Kamloops, en la provincia de Columbia Británica. Desde entonces, centenares de zapatos de niños han aparecido en plazas, parques, escalinatas y edificios públicos del país norteamericano. Se han convertido en un símbolo contra el olvido y en muestra del hartazgo e indignación por las muertes no esclarecidas tantos años después.

La noticia de Kamloops desató una tormenta política. El primer ministro, Justin Trudeau, calificó el hallazgo de “doloroso recordatorio de ese capítulo oscuro y vergonzoso” de la historia de Canadá. Perry Bellegarde, jefe de la Asamblea de las Primeras Naciones del país, dijo que la revelación era indignante pero confirmaba lo que han señalado los exalumnos desde hace años. El hallazgo de los restos ha motivado peticiones para buscar cuerpos en otros internados. Una quincena de abogados canadienses ha solicitado a la Corte Penal Internacional que abra una investigación por crímenes de lesa humanidad.

Estas 139 escuelas fueron creadas para integrar a las etnias indígenas en la sociedad dominante. Los creadores del sistema lo consideraron la respuesta al “problema indio”. En 2015, la Comisión de la Verdad y la Reconciliación (TRC por sus siglas en inglés) realizó un informe que llamó a lo ocurrido en las instituciones “genocidio cultural”. Otros estudios han mostrado vínculos entre lo vivido dentro de sus muros con problemas de salud mental y adicciones. No solo en exalumnos, también en sus descendientes.

Personas de la nación Cree se abrazan frente a un memorial en honor a los menores fallecidos en Kamloops.COLE BURSTON (AFP)
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Muchos padres no volvieron a saber de los hijos que enviaron a los internados. “La noticia de Kamloops ha sido muy dolorosa, especialmente para la gente que tuvo una doble experiencia en los internados: haber sido alumno y haber perdido a un familiar”, comenta Saganash. Nacido en 1961 en Waswanipi, una reserva del pueblo cree ubicada en Quebec, Saganash se graduó como abogado y trabajó en las estructuras políticas locales. Entre 2011 y 2019 fue diputado federal del Nuevo Partido Democrático. Saganash sufrió esa doble vivencia en los centros. “Jonnish, el mayor de mis hermanos, fue llevado a los cinco años a un internado. Al parecer, falleció meses después. Mi madre no supo durante cuatro décadas dónde estaba enterrado. Una de mis hermanas, que es periodista, hizo un día un reportaje cerca de un antiguo internado en Ontario. Ahí conoció a una exenfermera del centro; ella le mostró la tumba de Jonnish”, cuenta.

La TRC estableció en 2019 que al menos 4.134 menores fallecieron en estas instituciones. Otros expertos calculan que la cifra supera los 6.000. Según la comisión, la mitad de los decesos fueron por tuberculosis, aunque otras enfermedades también elevaron el número de fallecidos: la fiebre reumática terminó con la vida de Jonnish Saganash. Especialistas de la Universidad de Toronto documentaron que la mala alimentación en los internados dañó el sistema inmunitario de muchos niños y multiplicó las tasas de diabetes y obesidad en generaciones posteriores. Otros fallecimientos se dieron por incendios y suicidios, o bien, por hipotermia y ahogamiento al tratar de escapar. Sin embargo, las causas siguen siendo un misterio en diversos casos.

Carolyn Bennett, ministra de Relaciones Indígenas, señaló el 2 de junio que quedan por utilizar 27 millones de dólares para encontrar, identificar y conmemorar a los menores desaparecidos. También afirmó que las comunidades tendrán acceso a estos recursos de manera urgente. Las provincias de Alberta y Ontario anunciaron que financiarán las tareas en sus áreas. Mary Ellen Turpel-Lafond, profesora de Derecho en la Universidad de Columbia Británica, advirtió en el diario The Globe and Mail que cargar a los pueblos indígenas con la responsabilidad de realizar pesquisas va en contra de las leyes. “Las comunidades no investigan su propio genocidio, eso es una locura”, apuntó.

En 2008, el entonces primer ministro, Stephen Harper, se disculpó en nombre de los canadienses con los grupos autóctonos por los daños de los internados. Ottawa desembolsó 3.230 millones de dólares en indemnizaciones y gastos jurídicos. Otras voces piden nuevamente al Vaticano disculparse por su papel en estas instituciones, donde siete de cada diez eran administradas por católicos, entre ellos el de Kamloops. Las autoridades anglicanas y presbiterianas ya han hecho lo propio.

En mayo de 2017, Trudeau pidió directamente al papa Francisco la disculpa. La Conferencia Canadiense de Obispos Católicos difundió una carta 11 meses después donde señalaba lo siguiente: “Luego de considerar detalladamente la petición, y tras un extenso diálogo con los obispos de Canadá, [el Papa] siente que no puede responder personalmente”. La sociedad de supervivientes de los internados indígenas indicó el miércoles que el Vaticano también debe proporcionar recursos por los daños causados y abrir archivos. “Como católico, estoy profundamente decepcionado por la decisión que ha tomado la Iglesia Católica ahora y durante los últimos años”, declaró Trudeau el viernes.

Un grupo de relatores especiales de la ONU pide indagar a fondo en Kamloops y en cada uno de los antiguos internados, solicitando al Vaticano sumarse a las pesquisas. “Se han cometido violaciones de derechos humanos a gran escala contra niños de comunidades indígenas. Es inconcebible que Canadá y la Santa Sede dejen esos atroces crímenes sin respuesta y sin una reparación completa”, cita el documento de Naciones Unidas.

Otra de las recomendaciones de la TRC consiste en incluir este tema en los programas escolares. Lo que se ha hecho, aunque no con los mismos criterios en un país donde la educación es de competencia provincial. “La labor de la comisión ha sido fundamental para que las personas estén más enteradas. La respuesta por los niños de Kamloops ha sido muy grande. Ahora la tarea es convencer al Gobierno de que pase a la acción. Las palabras de Trudeau en los últimos días me indican que el Gobierno no está dispuesto a poner en marcha planes concretos. Los canadienses debemos ejercer presión”, apunta Saganash.

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