La izquierda francesa conmemora dividida y lejos del poder la victoria de Mitterrand en 1981
El PS intenta sobrevivir a su mayor crisis en el 40º aniversario de la llegada al Elíseo del primer presidente socialista de la Quinta República
Un aire de nostalgia recorre la izquierda francesa al recordar la llegada al poder del socialista François Mitterrand el 10 de mayo de 1981 de la que este lunes se cumplen 40 años. “Vaya historia, ¿eh?, vaya historia”, dijo por teléfono Mitterrand, al conocer los resultados, a sus asesores congregados en la sede del Partido Socialista (PS) en la calle Solférino de París.
Hoy la sede de Solférino, un pala...
Un aire de nostalgia recorre la izquierda francesa al recordar la llegada al poder del socialista François Mitterrand el 10 de mayo de 1981 de la que este lunes se cumplen 40 años. “Vaya historia, ¿eh?, vaya historia”, dijo por teléfono Mitterrand, al conocer los resultados, a sus asesores congregados en la sede del Partido Socialista (PS) en la calle Solférino de París.
Hoy la sede de Solférino, un palacete adquirido por el partido poco antes de la llegada a la presidencia de Mitterrand, es propiedad de un grupo perfumero. Los socialistas tuvieron que venderla obligados por la reducción drástica de sus recursos financieros tras la humillación electoral en las elecciones presidenciales de 2017, en las que el candidato, Benoît Hamon, obtuvo un 6,4% de votos.
El PS no ha levantado cabeza. La izquierda que hace cuatro décadas se movilizó por Mitterrand, la que durante los primeros años incluyó a socialistas y comunistas en el Gobierno, está dividida y sin una figura ni una propuesta capaz de construir mayorías. El 10 de mayo de 1981 es un momento de la historia, una pieza de museo en una Francia que parece conformarse con un duelo entre el actual presidente, Emmanuel Macron, y la ultraderechista Marine Le Pen en las presidenciales de 2022.
“Lo que hoy llamamos izquierda, aunque hablaría de izquierdas, está muerta, no volverá al poder”, sentencia el politólogo Gérard Grunberg, coautor de L’ambition et les remords: le socialistes français et le pouvoir, una historia de la relación de los socialistas franceses con el poder. Y añade: “Nadie podrá unirla como Mitterrand. Y además, como ha ocurrido en muchos países europeos, se ha vuelto extremadamente minoritaria en el electorado. Y no ha aclarado sus posiciones sobre cuestiones como la economía, Europa, las instituciones. Por eso los electores han dejado de votar por ella. Y esto no ha acabado. La próxima elección presidencial podría acentuar la descomposición de la izquierda”.
Polos irreconciliables
El ex primer ministro Manuel Valls ingresó en el PS en plena fiebre mitterrandiana, aunque él se alineó con la facción afín a Michel Rocard, rival de Mitterrand. Abandonó al partido en 2017 tras batallar con el ala izquierda y teorizar sobre la existencia de “dos izquierdas irreconciliables”. Valls no cree aplicable en 2022 la unidad que consiguió Mitterrand en 1981. “Las izquierdas están demasiado alejadas”, afirmaba hace unas semanas. “Se dice: ‘El partido comunista y el socialista todavía lo estaba más en 1981’. Sí, pero entonces la izquierda ganó gracias a una fuerza propulsiva, que era el Partido Socialista. Hoy esto no existe”.
El único candidato declarado de un partido de izquierdas para 2022 es el líder de La Francia Insumisa (LFI), el populista Jean-Luc Mélenchon. El PS no tiene candidato, pero la alcaldesa de París, Anne Hidalgo, ha indicado que podría dar el paso. Los ecologistas están convencidos de que, tras sus buenos resultados en las europeas de 2019 y las municipales de 2020, pueden convertirse en la fuerza que lidere la nueva izquierda, pero están enzarzados en querellas personalistas e ideológicas que complican sus ambiciones.
De estos tres componentes de la izquierda, es Mélenchon quien reclama con más entusiasmo la herencia de Mitterrand, “el viejo”, como le llama. “Me siento heredero de su proyecto y de su manera de ser”, declaró en enero al semanario L’Obs, pese a abogar Mélenchon por una salida de Francia de los tratados de UE que Mitterrand construyó. Para los ecologistas, Mitterrand es un ente extraño, otro universo.
La relación del PS con Mitterrand es más compleja, como se vio el domingo en una jornada conmemorativa en Le Creusot, un municipio en la región de Borgoña. Asistieron la alcaldesa Hidalgo y François Hollande, el único socialista que ha vuelto a ocupar el Elíseo. “40 años después, el mundo, Europa y Francia han cambiado, y el socialismo todavía puede aportar soluciones”, dijo Hollande. El actual jefe del partido, Olivier Faure, no acudió al acto.
El legado de Mitterrand fue incómodo para los socialistas desde incluso antes de su muerte en 1996 a los 79 años. En 1995, en vísperas del fin del segundo septenio en el poder, el nuevo líder socialista, Lionel Jospin habló de un “derecho de inventario”: no todo era asumible en un legado y una figura con sombras. El ejemplo más reciente es el informe sobre la responsabilidad de Francia en el genocidio de Ruanda en 1994 que deja en muy mal lugar al presidente y a su equipo.
Macron es adicto a las conmemoraciones ―la semana pasada, el bicentenario de la muerte de Napoleón Bonaparte―, pero considera que la llegada al poder de Mitterrand no es asunto suyo. Por eso se conformará con invitar al Elíseo en las próximas semanas a los viejos colaboradores del presidente socialista. El 10 de mayo de 1981 como fecha de partido, pero no de la nación.
La consolidación del poder presidencial
Con Mitterrand, la izquierda llegó al poder por primera vez 23 años después de que el general De Gaulle fundase la Quinta República y 13 después de Mayo del 68. Uno de los eslóganes socialistas, “cambiar la vida”, recogía este espíritu de la revuelta, y al final muchos jóvenes revolucionarios acabaron sumándose al 'mitterrandismo'. Para algunos, en la derecha, fue un seísmo, como para el asesor del presidente saliente, Valéry Giscard D’Estaing, que alertaba de la posible llegada de “tanques rusos” por los Campos Elíseos.
El programa de los primeros meses, a contrapelo de la revolución conservadora que al mismo tiempo ponían en marcha Margaret Thatcher en el Reino Unido y Ronald Reagan en EE UU, estuvo a la altura: abolición de la pena de muerte, nacionalización de bancos e industrias, jubilación a los 60 años, quinta semana de vacaciones pagadas. El anticlímax llegó en 1983 con el giro económico a la derecha, la ‘política del rigor’ y la posterior marcha de los ministros comunistas. La fecha abrió una brecha, nunca cerrada, entre la izquierda socialdemócrata y la anticapitalista.
“El 10 de mayo de 1981 supuso la primera vez que en este régimen había una alternancia, no es solo que la izquierda llegase al poder”, explica el politólogo Gérard Grunberg. “Y François Mitterrand logró que el PS aceptase la las instituciones de la Quinta República: la primacía de la presidencia, que era el elemento central de este sistema”. Grunberg recuerda que, en los años sesenta y setenta, la izquierda “continuaba queriendo derrocar lo que llamaban el poder ‘gaullista’”. Mitterrand, que había sido uno de los primeros detractores de este sistema, acabó encarnando como ningún otro de sus sucesores la monarquía electa ideada por De Gaulle.