La ejecución del ‘Khashoggi iraní’ alarma a la oposición en el exilio

Los disidentes denuncian que el secuestro y posterior asesinato del periodista Ruhollah Zam se asemeja al del escritor saudí y temen que se repita este patrón para silenciar a las voces en contra del régimen

El disidente iraní Ruhollah Zam, ejecutado en Irán el 12 de diciembre, durante el juicio en el que fue condenado.WANA NEWS AGENCY (Reuters)

“Después de Ruhollah, Masih”. Por si la amenaza no estaba bastante clara, Masih Alijenad la recibió un centenar de veces en las 24 horas que siguieron a la ejecución de Ruhollah Zam en Irán el pasado día 12. El caso del Khashoggi iraní, capturado en Irán en octubre del año pasado tras ser engañado por los servicios secretos para volver desde su exilio en Francia, desató la inmediata movilización de los activistas que ven en la dureza y l...

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“Después de Ruhollah, Masih”. Por si la amenaza no estaba bastante clara, Masih Alijenad la recibió un centenar de veces en las 24 horas que siguieron a la ejecución de Ruhollah Zam en Irán el pasado día 12. El caso del Khashoggi iraní, capturado en Irán en octubre del año pasado tras ser engañado por los servicios secretos para volver desde su exilio en Francia, desató la inmediata movilización de los activistas que ven en la dureza y la rápida aplicación de su pena un salto cualitativo de la represión en la República Islámica. Como Zam, Alinejad también es una periodista opositora, así que apoyó la campaña que pedía el boicot internacional a Teherán. Ahora teme por su vida.

“Siempre he recibido amenazas, pero esta vez ya no provienen de cuentas falsas [en las redes sociales], sino de un miembro del Parlamento, de clérigos y de cuentas de Twitter verificadas que piden mi secuestro y ejecución”, relata Alinejad desde Nueva York, donde vive exiliada. Ya estaba en el punto de mira de las autoridades iraníes por su activismo contra el velo obligatorio, pero su situación se agravó a raíz de que denunciara el ahorcamiento de Zam y pidiera que se castigara al régimen iraní por su trato a los disidentes.

“Tras el asesinato de Khashoggi, los europeos boicotearon conferencias de negocios con Arabia Saudí (y con razón). Ahora la UE necesita decir NO al Foro de Negocios UE-Irán. Las vidas de los iraníes importan más que los acuerdos comerciales con nuestros opresores”, tuiteó Alinejad poco después de que se ejecutara al opositor.

Otros activistas, e incluso algunos académicos, como Karim Sadjapour, también establecieron esa comparación con el periodista saudí Jamal Khashoggi, asesinado en Estambul por agentes de su país hace dos años. La campaña tuvo éxito. Varios embajadores y otros participantes europeos se descolgaron del Foro, que iban a inaugurar los ministros de Exteriores de la UE, Joseph Borrell, e Irán, Mohammad Javad Zarif. Apenas 24 horas después de la ejecución de Zam, los organizadores comunicaron su suspensión sin explicar el motivo.

“Como sucediera con Khashoggi, la detención de Zam no fue legal; le engañaron para que se trasladara a Irak y allí lo secuestró la Guardia Revolucionaria”, señala Alinejad antes de enumerar las irregularidades de su juicio, incluidas torturas y confesiones forzadas. “La única diferencia entre Khashoggi y Zam es que éste no era conocido en el mundo angloparlante, no tenía las conexiones del primero y no hubo un The Washington Post que saliera en su defensa; Zam solo era un periodista que hacía su trabajo”, resume.

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El relator especial de la ONU para la situación de los derechos humanos en Irán, Javaid Rehman, evita establecer paralelismos. La ejecución de Zam “es representativa de una tendencia creciente de las autoridades iraníes a utilizar la pena de muerte, así como otras condenas severas, contra quienes expresan su disidencia o ejercen sus derechos humanos de una manera que contradice la postura del Gobierno, (…) sobre todo desde las protestas de noviembre de 2019”, responde a EL PAÍS.

Más allá del aumento de la represión interna, el caso de Zam apunta a un patrón para silenciar a opositores en el exterior muy similar al que han denunciado los activistas saudíes desde el asesinato de Khashoggi. Alinejad lo ha sufrido. “Ofrecieron dinero a mi familia para que me atrajera a Turquía. Cuando mi familia se negó, fueron a por Zam”, asegura. De hecho, su hermano está en la cárcel desde entonces por haberla defendido.

El éxito de los servicios secretos de la Guardia Revolucionaria en capturar a Zam en 2019, los ha alentado a repetir la fórmula. Al menos otros dos opositores han sido secuestrados fuera de Irán este año: Jamshidi Sharmahd (iranoalemán), en Omán a principios de agosto, y Farajollah Chaab (iranosueco), en Turquía en octubre. El régimen les atribuye sendos atentados terroristas. Los activistas alertan de que ambos afrontan el mismo destino que Zam.

“Diplomacia de rehenes”

“Tomar rehenes, secuestrar y ejecutar a disidentes es una táctica de la República Islámica para tener el control en las negociaciones con Occidente”, interpreta Alinejad que la califica de “diplomacia de rehenes”. Destaca que Irán ahorcó a Zam mientras se temía por la vida del médico irano-sueco Ahmadreza Djalali, cuya condena a muerte acababa de ser ratificada en el Supremo. En su opinión, la ejecución de Zam era “un mensaje al Gobierno de Suecia” para presionarle a que le ayude a “conseguir la liberación de sus terroristas” encarcelados en Europa.

Algunas informaciones apuntan a que Teherán pretende canjear a Djalali por un diplomático que está siendo juzgado en Bélgica acusado de atentar contra opositores en 2018. Se trataría de una operación similar a la que le permitió repatriar a tres iraníes, condenados en Tailandia por un ataque contra diplomáticos israelíes, a cambio de liberar a la profesora universitaria australiana Kylie Moore-Gilbert, el pasado noviembre.

“Es una señal de alarma para todos los periodistas y activistas fuera de Irán, se trata de una estrategia para crear miedo y mantenernos en silencio”, advierte Alinejad que ha visto cómo las peticiones para acabar con su vida en las redes sociales van acompañadas de su dirección en Nueva York. “No se trata solo de mí o del resto de los opositores. Si finalmente cumplen sus amenazas, será la seguridad de Occidente la que quedará en entredicho”, concluye mientras intenta mantener el ánimo e insiste en que no tiene miedo.

Una aventura romántica como gancho

Los servicios secretos iraníes utilizaron a una mujer espía como señuelo para atraer a Estambul a Farajollah Chaab, dirigente en el exilio de un grupo separatista árabe. La treta ha sido revelada en un reportaje difundido por Sky News con información del departamento antiterrorista de Turquía. La reconstrucción de los hechos con imágenes de cámaras de seguridad turcas muestra la llegada al aeropuerto de una pasajera iraní, identificada como Saberin Saeidi, y un supuesto cómplice, pocas horas antes que Chaab. Este, al parecer persuadido de que acude a una cita romántica, coge un taxi y se dirige al punto de encuentro, una gasolinera a 77 kilómetros del aeropuerto. Allí, se reúne con la mujer, pero en vez de ofrecerle una noche de pasión, lo droga y lo secuestra. Dos días después, aparece en la televisión estatal iraní confesando su responsabilidad en el atentado contra un desfile militar en Ahvaz en 2018, que mató a 24 personas, al menos la mitad de ellas miembros de la Guardia Revolucionaria.

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