Ir a votar con uno menos por el coronavirus en Bolivia
Los ciudadanos del país andino asisten a unos comicios decisivos en medio de una pandemia que se ha cobrado más de 8.000 muertos
Sabina Pardo viajó a San Vicente, su pueblo, durante la cuarentena estricta a mediados de junio por el coronavirus. Su padre estaba enfermo y ni la pandemia o las restricciones pudieron detenerla. Acompañada de sus dos hijos se desplazó un poco más de 200 kilómetros desde la ciudad de Cochabamba, capital del departamento de mismo nombre ubicada al centro de Bolivia, hasta llegar casi a la frontera de esta región, que colinda con el norte de Potosí, ubicado al suroeste, una de las zonas más pobres de la nación andina. Su progenito...
Sabina Pardo viajó a San Vicente, su pueblo, durante la cuarentena estricta a mediados de junio por el coronavirus. Su padre estaba enfermo y ni la pandemia o las restricciones pudieron detenerla. Acompañada de sus dos hijos se desplazó un poco más de 200 kilómetros desde la ciudad de Cochabamba, capital del departamento de mismo nombre ubicada al centro de Bolivia, hasta llegar casi a la frontera de esta región, que colinda con el norte de Potosí, ubicado al suroeste, una de las zonas más pobres de la nación andina. Su progenitor desde hace años padecía del mal de chagas y parecía que su condición había empeorado. Al ser una enfermedad de base, Pardo temía por su padre, ya que la covid-19 podía ser letal para él. Era difícil tomar previsiones o asumir medidas de bioseguridad en una localidad donde “era imposible” siquiera conseguir un cubrebocas, peor acceder a medicinas o un tratamiento si es que alguien se enfermaba de gravedad.
Pensaron que el virus no llegaría a lo más profundo del área rural, sin embargo, uno a uno comenzaron a enfermarse. De las 500 personas que viven en San Vicente, al menos 100 se enfermaron. Pardo cuidó de su padre durante varias semanas hasta que lo inevitable sucedió, las fuerzas no le alcanzaron para permanecer en este mundo. Sin pruebas y con un trámite burocrático complejo, que podía extenderse días o semanas, para que le hagan un análisis que determine si su progenitor murió a causa de coronavirus, lo sepultaron con la incertidumbre. Su madre presentó síntomas más adelante, así que la hizo revisar. El médico le dijo que su madre tenía la covid-19, pero que ya había pasado la etapa más crítica. Con ese diagnóstico, Pardo pudo confirmar sus sospechas. Los síntomas de su padre, en los últimos días –dolor de huesos, garganta, de cabeza, entre otros–, fueron a causa del coronavirus que, junto a su enfermedad de base, terminaron por causarle la muerte.
Casi cuatro meses después, Bolivia se encuentra en la etapa de desconfinamiento y, a pesar de que el virus sigue ahí afuera y se teme por un rebrote como el que está sucediendo en diferentes países del mundo, Pardo tiene algo claro en su cabeza, que este domingo 18 de octubre asistirá a votar para elegir un nuevo presidente. A casi un año de la crisis postelectoral a causa de las irregularidades en los anteriores comicios, que derivaron en una situación de inestabilidad política y social; además de la renuncia y posterior exilio del expresidente Evo Morales, el país asiste a las urnas a unas elecciones decisivas para su futuro. “Dicen que nos podemos contagiar por ir a votar. Yo creo que depende de cada uno cuidarnos. Casi ya no me asusta, no tengo ya miedo porque también quiero recuperar la democracia”, afirma Pardo, de 35 años y que se gana la vida como trabajadora del hogar.
Pardo será una de los más de siete millones de votantes inscritos habilitados para esta elección, según datos del Órgano Plurinacional Electoral (OEP). De acuerdo con los lineamientos planteados por el OEP, para los comicios de este año se habilitaron más recintos de votación para limitar las aglomeraciones y se amplió el horario de la jornada de votación en una hora desde las 8.00 a 17.00. Las personas asistirán a sufragar en dos turnos de acuerdo con la terminación del número de su cédula de identidad. Además, determinó que el uso de cubrebocas es obligatorio en todo momento y recomendó que cada ciudadano se lleve su bolígrafo y el uso de alcohol en gel al 70% en caso de tocar el ánfora o alguna superficie.
Las elecciones fueron postergadas en dos ocasiones. Inicialmente debían realizarse en mayo y posteriormente en septiembre. Desde el Gobierno interino argumentaron que los aplazamientos se hicieron para cuidar la salud de los bolivianos. Primero ante la inminente presencia del virus desde marzo y después porque la segunda fecha coincidiría con el pico de la pandemia, según dio a conocer el ministerio de Salud. Desde la oposición, encabezada por el Movimiento Al Socialismo (MAS), solo vieron “intenciones prorroguistas” por parte de la presidenta interina, Jeanine Áñez.
Críticas a la gestión sanitaria
Bolivia llega a la cita del domingo con más de 139.000 contagios, de los cuales se han recuperado más de 103.000, y se ha registrado más de 8.000 muertos a causa del coronavirus, según datos proporcionados por la cartera de Salud. Sin embargo, a pesar que Áñez repitió en más de una alocución que “en los últimos tres meses hicimos más por la salud de lo que se hizo en décadas”, aludiendo a los casi 14 años en el poder del MAS, los cuestionamientos y la dudas hacia el Ejecutivo no se hicieron esperar. Un informe del New York Times puso en entredicho la gestión de la crisis sanitaria del país, dando a conocer que el número de muertes por la covid-19 fue cinco veces mayor de lo que realmente dieron a conocer. Según datos de la Universidad Johns Hopkins en Estados Unidos, el país andino se encuentra entre los 10 con más muertes per cápita del mundo.
Asimismo, la gestión de la crisis sanitaria del Gobierno interino estuvo salpicada por acusaciones de uso indebido de bienes del Estado durante el confinamiento, corrupción y críticas por parte de organizaciones internacionales por uso “excesivo e innecesario” de la fuerza pública en contra de las protestas que se opusieron a la asunción de Áñez a la Presidencia, así como amenazas a la libertad de expresión durante la pandemia. “Siguen diciendo [el Gobierno interino] que ‘hemos hecho las cosas bien’, pero para mí no. De inicio la apoyábamos porque era una mujer [Áñez], pensábamos que iba a hacer bien las cosas, pero su gestión ha sido lo peor”, afirma Pardo.
La Constitución de Bolivia establece la obligación del voto a partir de los 18 años, sujeto a sanciones que, en caso de no sufragar, no permite realizar a ningún ciudadano cualquier trámite en entidades públicas y en la banca privada durante los tres meses posteriores a las elecciones. Sin embargo, no todos comparten el entusiasmo de Pardo. Leticia Vargas, nombre ficticio para preservar su identidad, admite que no piensa asistir el domingo a emitir su voto. Su hermana falleció recientemente por la covid-19 y ahora está a cargo de sus dos sobrinos. Adicionalmente, su madre se encuentra en grave estado de salud debido a un cuadro depresivo del que no puede recuperarse tras la muerte de su hija. “No iré el domingo. No sé qué hacer. Si me pasa algo, ¿quién se hace cargo de mi mamá, de mis sobrinos?”, dice afligida.
El miedo latente en la población es que tras los resultados del domingo, que no se oficializarán al menos hasta el 21 o 22 de octubre, la convulsión vuelva a estallar en el país. Según datos de la Defensoría del Pueblo y del Instituto de Investigaciones Forenses, durante la convulsión social postelectoral, que se extendió durante 21 días, se registraron 35 muertos y 500 heridos. “Por eso es importante elegir un presidente que le haga bien a nuestra democracia, para ya no ver toda la violencia en la que hemos estado. Ya no queremos vivir eso. Es lo que da miedo”, finaliza Pardo, dubitativa y con cierta incertidumbre en el rostro, pero decidida, como muchos bolivianos de cara a los comicios.