La ola de incendios mete el cambio climático en la campaña de Estados Unidos
Las imágenes de la costa Oeste ardiendo devuelven al primer plano uno de los grandes temas sepultados por la pandemia. Oregón y California buscan víctimas mortales bajo las cenizas
Cuando Chris Bruno empezó a trabajar como bombero en Fresno, California, hace 20 años, sus instructores le hablaban de los incendios brutales que se producían en el sur y el norte del Estado por los rayos y las rachas de viento alrededor de octubre. Eran ejemplos de cosas que sucedían en otros sitios, no en Fresno. “Aquí la preocupación eran los incendios en praderas, no en los bosques”. Pero el incendio que consume desde hace una semana la sierra al noreste de la ciudad californiana es “ese incendio”. Está quemando zonas que nunca habían ardido. “Este es un fuego del que los bomberos de esta ...
Cuando Chris Bruno empezó a trabajar como bombero en Fresno, California, hace 20 años, sus instructores le hablaban de los incendios brutales que se producían en el sur y el norte del Estado por los rayos y las rachas de viento alrededor de octubre. Eran ejemplos de cosas que sucedían en otros sitios, no en Fresno. “Aquí la preocupación eran los incendios en praderas, no en los bosques”. Pero el incendio que consume desde hace una semana la sierra al noreste de la ciudad californiana es “ese incendio”. Está quemando zonas que nunca habían ardido. “Este es un fuego del que los bomberos de esta zona llevan hablando años. Y ahora, ha ocurrido”, decía el capitán Bruno el viernes en el centro de mando del llamado Creek Fire, que ha quemado ya 80.000 hectáreas de bosque y sigue descontrolado.
Este es solo uno del centenar de incendios que asolan la costa Oeste, desde Seattle hasta Los Ángeles. Pero no es el único que ha dejado atónitos a los bomberos locales. No solo hay muchos incendios, sino que muchos de ellos son fenómenos nunca vistos, por tamaño, por velocidad, por el tipo de terreno, por la cantidad de focos simultáneos. En solo una semana se ha batido el récord de hectáreas quemadas en Oregón y en California a la vez, y en los dos, la diferencia con la anterior marca es enorme. Las imágenes de satélite muestran los 2.000 kilómetros de costa cubiertos de humo.
En el caso de Oregón, además, los incendios pueden haber producido la mayor tragedia en vidas de la historia del Estado, según temen las autoridades. Los equipos de rescate apenas han empezado a buscar entre los restos de cinco pueblos enteros (más de 600 casas) arrasados por uno de estos incendios repentinos. En California se habían confirmado hasta el sábado 19 muertos y al menos hay una veintena de desaparecidos en un incendio que en apenas unas horas arrasó el mismo bosque en el que murieron 85 personas en 2018.
“El espesor de la maleza, la baja humedad, la alta temperatura, los árboles secos y enfermos, todos esos elementos han confluido para convertir este incendio en un suceso único en mi generación”, decía a EL PAÍS el capitán Bruno, de 46 años. “Cada año debatimos si estos son los peores incendios que hayamos visto, y a la temporada siguiente se superan”. Bruno afirma que ha visto endurecerse las condiciones climáticas en esta zona de California con sus propios ojos. “Es inevitable que esto vaya a peor”.
Los bomberos están viendo sobre el terreno las consecuencias de un cambio en las condiciones climáticas que hasta hace poco era teórico. La catástrofe ha llenado portadas en Estados Unidos y ha devuelto con fuerza al debate nacional uno de los grandes temas políticos que iban a formar parte de esta campaña electoral, pero quedó sepultado por la pandemia de covid-19 y la crisis económica resultante. El cambio climático y sus consecuencias es muy difícil de definir como argumento político, porque la gente no lo ve en su día a día. Hasta esta semana.
“No tengo ninguna paciencia con los negacionistas del cambio climático”, dijo esta semana el gobernador de California, Gavin Newsom, visiblemente irritado al referirse a la crisis de incendios en el Estado. El viernes visitó una de las zonas quemadas, al norte de Sacramento, y volvió a decir: “El debate sobre el cambio climático ha terminado. Simplemente, vengan a California. Véanlo con sus propios ojos. No es un debate intelectual. Ni siquiera es un debate. Es una maldita emergencia climática. Esto es real”.
En Oregón se han quemado en la última semana el doble de hectáreas que la media anual de la última década. La gobernadora, Kate Brown, dijo que “esto no va a ser un evento aislado, desgraciadamente es un aviso del futuro”. “Estamos viendo el impacto del cambio climático”, dijo Brown. En el Estado de Washington, el gobernador Jay Inslee, que se presentó a las primarias demócratas con un programa centrado en la lucha contra el cambio climático, ha empezado a llamar a los incendios forestales “incendios climáticos”. “Esto no es un acto de Dios, esto ocurre porque hemos cambiado el clima del Estado de Washington de forma dramática”, afirmó Inslee.
Este tipo de declaraciones comienzan a saltar al debate nacional. “La madre naturaleza está enfadada y nos lo está diciendo con incendios y huracanes”, ha dicho Nancy Pelosi, californiana de San Francisco y líder de los demócratas en la Cámara de Representantes. “La crisis climática es real”. La situación se puede convertir así en un factor de movilización más ante un presidente que abraza el negacionismo sobre el cambio climático, ha sacado a Estados Unidos del Acuerdo de París para reducir emisiones contaminantes y ha peleado en los juzgados por anular los límites de contaminación de la industria automovilística.
El currículum de Trump en este asunto es irreversible a estas alturas. El del candidato demócrata, Joe Biden, es muy insuficiente para el ala izquierda de su partido, pero al menos ha prometido acciones contundentes en la lucha contra el cambio climático. “La ciencia es clara y las señales mortales son inequívocas”, dijo Biden en un comunicado este sábado que convierte definitivamente el asunto en tema de campaña. La Casa Blanca anunció el sábado que Trump visitará California el lunes para conocer la situación de primera mano. Será la primera vez que se exponga en este debate en este periodo electoral.
Las causas de los incendios de esta semana han sido algunas espontáneas, como una tormenta eléctrica seca que descargó rayos en California, y de largo plazo, como una gestión de los bosques que no permite los incendios naturales y que se está tratando de revertir. Un tercer factor que explica la pérdida de vidas es el empeño por construir casitas de madera en medio de los bosques. Pero de fondo de todo esto está el cambio climático, que hace que todos estos factores juntos supongan un peligro extremo.
“El calentamiento global ha hecho que sitios como California hayan tenido problemas de sequías fuertes que han quitado humedad a los suelos y la vegetación”, explica Ricardo Álvarez, consultor sobre adaptación al cambio climático e investigador de la Universidad Atlántica de Florida. “A eso le añadimos temperaturas más altas y rayos secos”. “Paulatinamente hay más meses de incendios y son más en número”, afirma Álvarez, lo que a su vez agrava el problema de las sequías y la contaminación. De los 20 incendios más grandes de la historia de California, 17 se han producido en este siglo, 10 en la última década. De los diez más grandes de la historia, cuatro son de este año. Se seguirán batiendo récords. “Se tardarán cientos de años” en revertir la tendencia, afirma Álvarez.
“Todo eso es una patraña”, opinaba el viernes Jim Kimble, de 79 años, veterano de Vietnam y partidario de Trump. Kimble tuvo que abandonar su casa el pasado lunes y vive desde entonces en una caravana con su esposa en el aparcamiento de una iglesia de Fresno. Opina que todo es culpa de una mala gestión de los bosques y del buenismo medioambiental demócrata. Los alrededores de Fresno son un bastión republicano dentro de la muralla azul del Oeste, que no está en juego en estas elecciones y no va a cambiar políticamente de aquí a noviembre. Los Kimble de Estados Unidos tampoco van a cambiar de opinión ni con sus casas ardiendo. Pero las imágenes de los cielos rojos y amarillos, la evidencia de que la situación va a ir a peor, y el récord de Trump en este asunto abren de pronto un nuevo flanco para preguntar a los norteamericanos moderados, en los Estados clave, si se pueden permitir cuatro años más de negación.