La policía federal de EE UU mata a un militante antifascista sospechoso de asesinar a un fan de Trump
La muerte de Michael Reinoehl, al que los agentes dispararon cuando lo iban a detener, alimenta la espiral siniestra que encaja en el relato del presidente sobre la degradación del país
Un nuevo episodio de violencia ligado a las protestas antirracistas en Estados Unidos añadió un tronco más a la hoguera de extremismo y polarización que amenaza con prender en cualquier momento durante la campaña electoral. Agentes federales mataron el jueves por la tarde a un autodenominado militante antifascista cuando lo iban a detener, acusado de haber matado a un seguidor del presidente Donald Trump en Portland. Lo que podría ser una simple detención fallida, cuyos detall...
Un nuevo episodio de violencia ligado a las protestas antirracistas en Estados Unidos añadió un tronco más a la hoguera de extremismo y polarización que amenaza con prender en cualquier momento durante la campaña electoral. Agentes federales mataron el jueves por la tarde a un autodenominado militante antifascista cuando lo iban a detener, acusado de haber matado a un seguidor del presidente Donald Trump en Portland. Lo que podría ser una simple detención fallida, cuyos detalles aún son confusos, supone en el contexto actual un paso más en la dirección de la profecía autocumplida del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, que ve reforzado con cada episodio de violencia su relato sobre la degradación de las ciudades norteamericanas.
El suceso se produjo alrededor de las 19.30 (hora local). Fuerzas de seguridad federales compuestas por agentes del FBI y de los Marshals (la policía de los juzgados), se presentaron en el domicilio de Michael Forest Reinoehl, un hombre blanco de 48 años, en Lacey, un municipio a las afueras de Seattle, en el Estado de Washington. Según la información de los Marshals, “el sospechoso sacó un arma y amenazó la vida de los agentes”. “Los miembros del equipo respondieron a la amenaza y dispararon al sospechoso, que murió en el acto”, dijo la agencia en un comunicado. La oficina del sheriff local confirmó el relato.
Reinoehl estaba acusado de asesinato. El mismo jueves, la revista Vice había publicado una entrevista en vídeo con él en la que reconocía haber matado a un militante de un grupo de extrema derecha que el pasado sábado estuvo en Portland, Oregón. En esa ciudad, grupúsculos extremistas de izquierda llevan meses buscando el enfrentamiento con las fuerzas de seguridad aparados en las manifestaciones antirracistas por la muerte de George Floyd. Donald Trump aprovechó esta situación para enviar fuerzas federales a la ciudad que actuaron al margen de las autoridades locales y encendieron aún más el ambiente de violencia callejera.
El sospechoso decía en la entrevista que había actuado en defensa propia. Asegura que Aaron Danielson, un miembro del grupo Patriot Prayer, seguidores de Trump, iba a apuñalar a un amigo suyo. “No tenía opción. Bueno, tenía opción, que era quedarme ahí viendo como mataban a un amigo mío de color. Pero no iba a hacer eso”. Reinoehl se define como antifascista y ha participado en las protestas de Portland durante meses.
La muerte de Danielson fue el primer episodio de violencia extrema contra un seguidor de Donald Trump en el actual contexto. Se producía además después de que un adolescente de 17 años llamado Kyle Rittenhouse, seguidor del presidente y abiertamente extremista en las redes sociales, disparara contra manifestantes que aseguraba que le iban a agredir durante las protestas en Kenosha, Wisconsin, por la muerte de un afroamericano a manos de la policía. Rittenhouse está detenido.
Se trata de episodios aislados, a muchos kilómetros de distancia unos de otros, pero que contribuyen a la sensación de que hay dos bandos de extremistas violentos en EE UU que han decidido citarse en las calles, en un país cada vez más asfixiado por la crisis económica y con una tensión política no vista en décadas y alimentada desde la Casa Blanca. Los personajes como Reinoehl o Rittenhouse nadan en esa retórica. “Honestamente, odio decirlo, pero veo una guerra civil a la vuelta de la esquina”, decía Reinoehl en la entrevista con Vice. “Ese disparo sonó como el principio de una guerra”.
La muerte de Reinoehl horas después a manos de la policía no entra formalmente en la categoría de violencia política, sino en el de violencia policial durante una detención. Los cuerpos de seguridad de Estados Unidos (donde las competencias de seguridad ciudadana son municipales) matan a tiros a alrededor de mil personas al año en incidentes como este. Sin embargo, el contexto en el que se produce y el perfil de la víctima lo convierten en un suceso político.
Prácticamente a la vez que los agentes federales empezaban la operación, el presidente Trump escribió en Twitter: “¿Por qué la policía de Portland no detiene al asesino a sangre fría de Aaron Jay Danielson? Haced vuestro trabajo, hacedlo rápido”. Es fácil ver la composición de lugar que se puede hacer parte del público: la policía de Trump (no la del Estado de Washington ni la del pueblo donde vivía) ha matado a tiros a un antifascista, al tiempo que el presidente le señalaba en Twitter.
A dos meses de las elecciones, la concatenación de sucesos de este tipo alimenta el relato de Donald Trump de que las ciudades de Estados Unidos son focos de violencia fuera de control por culpa de las políticas demócratas. Trump se ofrece para ser el presidente de la ley y el orden que apague esta violencia. La inmensa mayoría de las grandes ciudades de Estados Unidos votan demócrata. Trump, cuya base se está reduciendo según las encuestas, aspira a ganar votos en los suburbios de clase media, con un mensaje que alerta contra la violencia y el caos que supuestamente los amenazan. En el relato de Trump, cualquier episodio de violencia callejera (en un país con unos 20.000 homicidios al año) es un ejemplo de lo que pasaría en todo Estados Unidos si los demócratas ganan en noviembre.
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