La segunda visita al hospital en una semana alimenta las dudas sobre el liderazgo de Shinzo Abe
El índice de aprobación del Gabinete del primer ministro japonés ha caído hasta el 36% tras casi ocho años de mandato
La segunda visita al hospital en una semana ha reavivado las dudas sobre el estado de salud del primer ministro de Japón, Shinzo Abe, y su capacidad para liderar el país en este tiempo de zozobra. Japón se encuentra sumido en una marcada recesión tras registrar la semana pasada su peor resultado trimestral en siete décadas; consecuencia del impacto de la ...
La segunda visita al hospital en una semana ha reavivado las dudas sobre el estado de salud del primer ministro de Japón, Shinzo Abe, y su capacidad para liderar el país en este tiempo de zozobra. Japón se encuentra sumido en una marcada recesión tras registrar la semana pasada su peor resultado trimestral en siete décadas; consecuencia del impacto de la pandemia en una economía, la tercera del mundo, ya de por sí debilitada. Mientras tanto, el índice de aprobación del primer ministro ha descendido a niveles mínimos el mismo día en que se ha convertido en la persona que más tiempo ha ostentado el cargo de manera ininterrumpida en el país: 2.779 días, casi ocho años.
En su camino al interior del Hospital Universitario Keio, en Tokio, Abe se ha dirigido al grupo de periodistas apostados en la puerta para asegurar que solo venía a recoger los resultados de las últimas pruebas y realizar un “chequeo adicional”. El lunes de la semana pasada acudió a este mismo centro, tras varias semanas alejadas del ojo público y con una agenda menos recargada de lo habitual, para someterse a “una revisión médica”.
A pesar de los interrogantes que despertó entonces esa primera visita, su equipo no emitió ninguna declaración oficial al respecto. Este lunes, en cambio, él mismo ha indicado sin entrar en detalles que dará más información en el futuro. Por su parte, el portavoz principal del Gobierno, Yoshihide Suga, ha intentado acallar la especulación. “Lo veo todos los días, pero no he notado nada raro”, ha afirmado durante su rueda de prensa diaria.
La inquietud popular encuentra precedente en el mandato inicial de Abe. En septiembre de 2007 renunció al cargo tras apenas un año, una decisión vinculada a problemas de salud, en concreto un empeoramiento de la colitis ulcerosa que padece de manera crónica.
Cuando en 2012 se presentó de nuevo como candidato a las elecciones generales, sus allegados anunciaron que la aparición de un nuevo fármaco le había permitido poner su enfermedad bajo control. Algunos indicios apuntan ahora que habría sufrido una recaída; otros, que podría haberse exprimido en demasía durante estos meses de frenética actividad.
Todo ello incide en la posibilidad de que Abe no busque un quinto mandato en las elecciones generales programadas a priori para octubre de 2021. A eso se suma que el índice de aprobación de su Gabinete ha caído hasta el 36% según la encuesta más reciente de Kyodo News, la segunda cifra más baja desde 2012, año en que volvió a tomar el poder. En Nagatacho, el distrito que acoge las instituciones estatales y corazón político del país, se oyen susurros que deslizan una inminente dimisión junto una lucha de poder intestina en las filas del Partido Liberal Democrático entre los aspirantes a sucederle.
Esta exigencia sanitaria ha empañado una fecha señalada en el calendario de Abe. Desde este lunes es el primer ministro de Japón que más tiempo ha ostentado el cargo de manera interrumpida –ya lo era en el cómputo total–. Bate de este modo el récord establecido por su tío abuelo, Eisaku Sato, premio Nobel de la Paz en 1973, quien fuera primer ministro durante 2.778 días entre 1964 y 1972. Muchos aducen su longevidad en el poder a la falta de alternativas creíbles en la bancada contraria más que a su carisma. “En política lo que importa no es cuántos días has estado en el puesto, sino lo que has conseguido”, declaraba esta mañana con respecto a su marca.
En ese extremo, precisamente, Abe flaquea. Durante sus casi ocho años al frente del país, no ha logrado reformar la constitución pacifista impuesta por Estados Unidos ni resolver las disputas territoriales con Rusia; y sus Juegos Olímpicos están aplazados. El pilar más importante de su obra política, la economía, es ahora más acuciante que nunca. Su programa –bautizado como Abenomics– llevó a Japón a su segunda etapa de crecimiento más larga desde el final de la II Guerra Mundial, pero la coyuntura vuelve a ser complicada.
El producto interior bruto (PIB) del país se desplomó un 7,8% en el segundo trimestre del año. Esta cifra, desvelada la semana pasada, supone su mayor caída en siete décadas y alarga a tres los periodos consecutivos en números rojos. El Gobierno ha reaccionado con un robusto programa de estímulos que ha permitido que la mala marcha económica no se traduzca en un aumento del desempleo o la quiebra generalizada de negocios. Por ahora ha aprobado dos paquetes, movilizando en cada ocasión hasta 117 billones de yenes (casi un billón de euros), cantidad total equiparable al 40% de su PIB.