Los estudiantes británicos derrotan al algoritmo de Johnson
Las manifestaciones fuerzan al Gobierno a rectificar el modelo matemático alternativo a los exámenes de selectividad, adoptado a causa de la pandemia y considerado injusto y elitista
Los estudiantes británicos decidieron plantar batalla y han acabado ganando la guerra contra un algoritmo. Aunque el gran perdedor de la disputa es en realidad el Gobierno de Boris Johnson, que acaba de encajar su primer revés político del verano al verse obligado a aceptar que el frío método de cálculo elegido para determinar las notas de selectividad –una vez cancelados los exámenes a causa de la pandemia– es injusto y perjudica al alumnado de los centros más mod...
Los estudiantes británicos decidieron plantar batalla y han acabado ganando la guerra contra un algoritmo. Aunque el gran perdedor de la disputa es en realidad el Gobierno de Boris Johnson, que acaba de encajar su primer revés político del verano al verse obligado a aceptar que el frío método de cálculo elegido para determinar las notas de selectividad –una vez cancelados los exámenes a causa de la pandemia– es injusto y perjudica al alumnado de los centros más modestos.
El algoritmo de la discordia esconde tras un aparente tecnicismo un sesgo discriminatorio, según sus numerosos críticos. Una vez cancelados por razones de seguridad sanitaria los exámenes finales de secundaria (o A-Level), la Oficina de Regulación de Calificaciones y Exámenes (Ofqual, en sus siglas inglesas) fijó un modelo para determinar las notas de los estudiantes basado en estadísticas. Ese algoritmo acabó rebajando al menos en un 40% de los casos las evaluaciones de los profesores porque en el cálculo pesó menos el historial individual de cada estudiante y el juicio de sus docentes que otros factores externos, como la calidad del centro educativo. Es decir, que ninguneaba a los estudiantes brillantes de escuelas con un currículo de bajo rendimiento. Los de menores recursos.
Las manifestaciones estudiantiles contra este sistema por considerarlo injusto, clasista y una amenaza para su futuro han venido acaparando los titulares de la prensa nacional de la última semana. Las críticas han procedido también de las propias filas parlamentarias del Partido Conservador en el Gobierno, encabezadas por el influyente sir Iain Duncan Smith. “Debemos garantizar que ese grupo de estudiantes, jóvenes brillantes y capaces que ya han perdido mucho, tengan la capacidad de seguir adelante”, subrayó el exlíder tory sobre los miles de alumnos despojados de la posibilidad de acceder a la Universidad por el cálculo del algoritmo. Otras voces, sin embargo, siguen defendiendo el sistema en aras de preservar un alto nivel educativo en el Reino Unido. Pero muchos responsables de los centros educativos coinciden con Duncan Smith en que la implantación de ese sistema de cálculo fue “injusta e incomprensible”.
Entre acusaciones de avalar un elitismo endémico del modelo educativo y exigencias de dimisión del titular de Educación, Gavin Williamson, el Gobierno se vio obligado finalmente a derogar el modelo este lunes.
Días antes ya habían dado marcha atrás Escocia, Irlanda del Norte y Gales, que utilizaron su autonomía en materia educativa para intentar sofocar la revuelta estudiantil en sus territorios. Nicola Sturgeon, ministra principal escocesa y quizá la dirigente más valorada de las islas en su gestión de la crisis de la covid-19, pidió públicamente disculpas hace una semana. Boris Johnson, que está de vacaciones precisamente en Escocia para animar el turismo nacional, delegó el conflicto en su ministro, quién desde entonces viene pidiendo perdón de forma reiterada por la “angustia” causada a alumnos y progenitores. Su puesto está en la cuerda floja.
Williamson ha tenido que aceptar públicamente el fracaso de un sistema que personalmente defendió hasta el último minuto. Su inflexibilidad frente a las denuncias y su resistencia a introducir cambios se han traducido, a la postre, en un mayor desgaste político para el Gobierno de Johnson que para el Ejecutivo galés (coalición liderada por el laborismo) o el escocés, controlado por los independentistas del SNP.
El asunto ha dado nuevos bríos al laborista Keir Starmer, quien tras un brillante estreno como líder de la oposición el pasado abril, estaba últimamente casi desaparecido de la escena política. El Gobierno “se ha visto forzado a un giro de 180 grados después de muchos días de confusión”, ha declarado Starmer, lo que supone “una victoria para los miles de jóvenes que nos han hecho oír sus voces bien alto” y un tremendo “fiasco” para el primer ministro Johnson.
Tal ha sido ese grito del alumnado que en las notas finales que se difundirán el próximo jueves primará la opinión de los profesores frente a la sentencia del algoritmo. Esos estudiantes han sido los primeros en infligir una derrota a Boris Johnson, elegido el pasado diciembre con una aplastante victoria electoral y quien hasta ahora había conseguido zafarse de la discutida gestión inicial de su Gobierno en la crisis de la covid-19.