André Ventura, el ultra portugués que busca su hueco entre los grandes partidos

El diputado de Chega procura captar votos de cara a unas elecciones presidenciales en las que quiere crecer para hacerse necesario en la derecha, al estilo de Vox

El líder del partido Chega, André Ventura, en una protesta contra quienes dicen que Portugal es racista, el pasado 27 de junio en Lisboa.RAFAEL MARCHANTE (Reuters)

Pocos países quieren tanto a su presidente como Portugal a Marcelo Rebelo de Sousa, un profesor universitario con una discreta carrera política que dejó la cátedra de Derecho en 2016 para ocupar la jefatura del Estado y quien hoy, si finalmente oficializa su candidatura para las presidenciales de enero, sería reelegido con el 65% de los votos, según los sondeos más recientes. Marcelo —no hay quien lo llame de otra manera en el país— hace...

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Pocos países quieren tanto a su presidente como Portugal a Marcelo Rebelo de Sousa, un profesor universitario con una discreta carrera política que dejó la cátedra de Derecho en 2016 para ocupar la jefatura del Estado y quien hoy, si finalmente oficializa su candidatura para las presidenciales de enero, sería reelegido con el 65% de los votos, según los sondeos más recientes. Marcelo —no hay quien lo llame de otra manera en el país— hace fila en el súper, ha dado entrevistas sumergido en un río para promover el turismo rural, es el rey de los selfis e incluso sus adversarios políticos reconocen que tiene un gran sentido de Estado. Una campaña con un candidato así no tendría mayores sobresaltos a no ser porque la ultraderecha de Portugal, que en las legislativas del año pasado logró por primera vez un escaño con el 1,29% de los votos, se ha propuesto cobrar protagonismo en la campaña.

Lo hará de la mano de André Ventura, un abogado de 37 años que se dio a conocer como comentarista deportivo del Benfica —uno de cada dos aficionados portugueses es seguidor del equipo, según un sondeo del año pasado— y quien desde octubre es parlamentario por el partido de derecha radical Chega (Basta). Ventura daba el pasado domingo el pistoletazo de salida oficioso a la carrera electoral en una manifestación contra los grupos antirracistas a la que asistieron dos centenares de personas.

Chega participa en las presidenciales con los ojos puestos en unas hipotéticas legislativas. En sus cálculos está que el desplome de la economía, que ha caído un 16,5% el segundo trimestre de este año, provoque una crisis política y, con ella, un adelanto electoral del que todo el espectro de la derecha salga beneficiado. La formación suma alrededor de un 7% de la intención de voto tanto para las presidenciales como para unas eventuales parlamentarias. El plan del partido es alcanzar al menos el 10% de los votos para ser un actor a tener en cuenta en la próxima legislatura y ser tomado en consideración para formar un eventual Gobierno junto al PSD, la formación mayoritaria en la derecha.

Con el protagonismo mediático en el bolsillo por sus desafiantes intervenciones en el Parlamento y las redes sociales, Ventura se ha fijado como objetivo estratégico la conquista de las plazas. “Siempre que la izquierda salga a la calle a decir que Portugal es un país racista, nosotros saldremos con el doble de fuerza a mostrar que no. Las calles son de la derecha desde que apareció Chega”, lanzó el político tras la convocatoria de varias protestas por el homicidio a sangre fría del actor negro Bruno Candé Marques en una concurrida calle de la periferia de Lisboa a plena luz del día el pasado 25 de julio. El asesino, un jubilado de 76 años y veterano de las guerras coloniales, había amenazado a la víctima con insultos racistas tras una discusión por la perra que acompañaba siempre al actor.

El líder del PSD, Rui Rio, hizo un guiño a Chega la semana pasada sobre una posible coalición si el partido ultra adopta posiciones más moderadas. Rio ha recalcado, al igual que Ventura, que no hay racismo en Portugal y el ultra lo había invitado a unirse a la movilización de este domingo, a la que finalmente no asistió, aunque sí fueron otros miembros del PSD.

“La estrategia de dejar entrar a la derecha radical en los Gobiernos, como en el caso de Vox en la Comunidad de Madrid, a la espera de que así moderen sus posiciones es muy arriesgada”, señala André Freire, profesor de Ciencia Política del Instituto Universitario de Lisboa. “Lo que hemos visto es que en un panorama más general conduce a lo contrario, a que la derecha tradicional se radicalice. El PSD está mucho más al centro que el PP, pero la opción de que aumente la polarización en el sistema político está abierta”, agrega.

El primer ministro, el socialista António Costa, maniobra mientras tanto para alejar el fantasma del adelanto electoral. La crisis por la pandemia lo acercó al PSD y aumentó las tensiones con los comunistas y el Bloco de Esquerda, sus antiguos socios de Gobierno, pero en las últimas semanas ha recalcado su compromiso con los grupos progresistas para evitar un hipotético naufragio electoral a medio plazo. Costa gobierna en minoría, con 108 de los 230 escaños de la Asamblea de la República, y tiene por delante un panorama postcoronavirus muy difícil.

Ventura presume de que se propone llevar a Rebelo de Sousa a una segunda vuelta que a estas alturas se antoja casi imposible. Pero, de momento, al menos podrá aprovechar la visibilidad que proporciona la campaña electoral. En marzo, cuando anunció su candidatura y la covid-19 todavía no se había revelado en toda su devastación, el porvenir era bien diferente y los baños de masas no pertenecían aún al pasado remoto como hoy. El diputado, que cederá su escaño temporalmente entre septiembre y enero a su número dos, Diogo Pacheco de Amorim, ha resuelto esta circunstancia asistiendo a cenas con aforo limitado, según la prensa portuguesa. Una de ellas, de acuerdo con una investigación de la revista Visão, se celebró con un grupo de destacados empresarios interesados en escuchar de primera mano los proyectos del diputado ultra, de cuyas propuestas poco se conoce más allá de su discurso anticorrupción, los ataques a las minorías y propuestas populistas como la castración química de pedófilos.

La estrategia comunicativa de Chega recuerda la del presidente de Estados Unidos, Donald Trump. Ventura se despacha en exabruptos que después matiza, desestima o directamente contradice. “Lo que pasó con George Floyd no fue racismo”, escribió el diputado portugués en Twitter el pasado junio en referencia a la muerte de un hombre negro asfixiado por un oficial en Minneapolis, “fue exceso de fuerza policial y homicidio. En Seixal (zona metropolitana de Lisboa), con Winston Rodrigues (un negro al que un grupo de gitanos asesinó), hubo racismo y nadie se indignó”.

Tras la muerte del actor Marques el mensaje fue en cambio el siguiente: “Bruno Candé fue asesinado y eso es una tragedia. Como lo sería el asesinato de un blanco o de un chino. Paren ya con el sonsonete del racismo. ¡No somos un país racista! Nada en este crimen apunta a que haya sido por odio racial”.

Ventura divulgó una publicación en Facebook de una mujer que asegura que el actor negro asesinado solía agredir a los ancianos del barrio. “¡Gracias por el valiente testimonio! La verdad sirve siempre para desenmascarar la hipocresía del racismo en Portugal. ¡Teníamos razón!”. Un par de días después convocaba la marcha celebrada este domingo.

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