Bruno Covas, el alcalde que lucha contra el cáncer y el coronavirus en São Paulo

El socialdemócrata, que se recupera tras ser diagnosticado con la covid-19, va por la reelección en la metrópolis brasileña

El alcalde de Sao Paulo (Brasil), Bruno Covas, camina por el Parque Nair Belo.Edson Lopes Jr./ Secom

El primer fin de semana en que se abrieron los bares y restaurantes en São Paulo después de más de cien días, el alcalde de la ciudad, el socialdemócrata Bruno Covas, cumplió una una promesa: llevó a su hijo Tomás, de 14 años, a almorzar. “Fui a un restaurante el sábado y a otro el domingo”, dice. “No solo para ver cómo estaba la situación, sino también para llevar a mi hijo, que hacía mucho tiempo que me pedía que, tan pronto como r...

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El primer fin de semana en que se abrieron los bares y restaurantes en São Paulo después de más de cien días, el alcalde de la ciudad, el socialdemócrata Bruno Covas, cumplió una una promesa: llevó a su hijo Tomás, de 14 años, a almorzar. “Fui a un restaurante el sábado y a otro el domingo”, dice. “No solo para ver cómo estaba la situación, sino también para llevar a mi hijo, que hacía mucho tiempo que me pedía que, tan pronto como reabrieran, lo llevara”, cuenta en una entrevista virtual con EL PAÍS. Cumplió la promesa, pero tuvo cuidado de no convertirse en un titular. “Llamé antes para reservar y evitar tener que hacer cola en la puerta. ¿Se imagina que genero una aglomeración en la puerta? Entonces sí que me convertía en noticia”.

Covas, de 40 años, asumió en abril de 2018, cuando João Doria, su predecesor, lo dejó para presentarse a las elecciones a gobernador. Más de cuatro meses después de la llegada del coronavirus a São Paulo, donde se registró el primer caso de Brasil, el alcalde enumera algunos desafíos que ha tenido que enfrentar. “Se cayó un puente en la ciudad, los camioneros hicieron huelga y faltó combustible, luego un edificio se derrumbó y se incendió”, dice en referencia a hechos que ocurrieron entre mayo y noviembre de 2018.

”Fueron varios episodios en una especie de escalada hasta llegar a una pandemia que, sin duda, hará historia”, dice. Y para poder enfrentar a la covid-19, Covas recurre al equipo con el que trabaja. “Si no tienes un buen equipo que te dé tranquilidad, seguro que estás mucho más ansioso, nervioso y estresado”, afirma. “Cuando voy a casa, trato de olvidar [el trabajo] todo lo que puedo. He aprendido a desconectar”.

En su casa, donde vive con un staffordshire bull terrier y su hijo, cuando le toca —tiene la custodia compartida—, en lugar de noticias lee libros y ve series en la televisión. “Estoy leyendo otra biografía de [Winston] Churchill, que me regaló [Ricardo] Trípoli [secretario ejecutivo del Ayuntamiento], y estoy viendo la serie Dark (Netflix)”, dice. Habla con una voz un poco gangosa, como si tuviera catarro, que atribuye a un ataque de rinitis. “Es algún producto de limpieza que utilizan en el Ayuntamiento, que hace que me pase el día rascándome la nariz”.

Quizás si la conversación fuera con cualquier otro alcalde o funcionario público, el problema pasaría inadvertido. Pero la salud de Bruno Covas se convirtió en una cuestión pública incluso antes de que asumiera el cargo. Cuando aún era suplente de Doria, empezó una dieta y una rutina de ejercicios que le hicieron perder unos 20 kilos. La prensa publicaba fotos y artículos comentando lo que había dejado de comer y cuántas horas al día se ejercitaba. En octubre del año pasado, ya como alcalde, anunció que le habían diagnosticado un cáncer en el sistema digestivo con metástasis en el hígado, algo raro en personas de su edad. Aun así, no dejó el cargo para someterse al tratamiento.

Hoy, dice que lo peor ha pasado. “He hecho ocho sesiones de quimioterapia que hicieron retroceder al máximo dos de los tres tumores. Uno persistió, así que ahora hago inmunoterapia”, dice. “La expectativa es hacer al menos seis sesiones más hasta fin de año”. Las sesiones de quimioterapia finalizaron en marzo, pero la salud del alcalde siguió siendo un tema de actualidad.

El 11 de ese mes, Covas celebró que reanudaría su agenda externa, después de pasar cinco meses con limitaciones médicas debido al tratamiento. ”Cada día una victoria, hasta que termine la guerra”, escribió en una red social. Pero el día que tenía que volver a su apretada agenda, el 16 de marzo, estuvo marcado por otro hecho: la primera muerte confirmada como consecuencia del coronavirus en la ciudad, la primera en Brasil. El día de la esperada libertad se convirtió, en realidad, en la fecha en que Covas se mudó al Ayuntamiento, no solo para trabajar sino también para vivir. Y allí estuvo confinado unos tres meses, “teletrabajando”, como dice.

Positivo de coronavirus

Mientras estuvo viviendo en el edificio de Gobierno, el alcalde recibió periódicamente visitas de su hijo, celebró —sin fiesta— los 40 pidiéndole a la población que se quedase en casa y decretó el estado de emergencia en la capital, paralizando una “ciudad que nunca se detiene”. El 7 de junio, anunció que volvía a casa. Una semana después, informó que había dado positivo de coronavirus.

Pasó dos semanas en casa, sin tener contacto físico con nadie, excepto el perro. “Durante los 14 días que estuve aislado por el coronavirus, solo hablé con mi hijo por teléfono, videollamada o WhatsApp”, dice. Y acabó entrando en la estadística más reciente del Ayuntamiento: el 10% de la población de São Paulo ha estado en contacto con el virus. “Ya tenemos a 1,2 millones de personas inmunizadas en la ciudad, pero la gran discusión ahora es cuánto dura esta inmunidad”, dice. Nadie tiene la respuesta. El Ayuntamiento aseguró el lunes que ha registrado 179.401 casos de la covid, además de 8.443 muertos.

La gestión de la pandemia por parte del Estado de São Paulo y del Ayuntamiento, administrado por Covas, fue elogiada al inicio. Se levantaron hospitales de campaña rápidamente y se implementaron medidas drásticas, como el cierre de comercios. La postura era la opuesta a la del presidente Jair Bolsonaro, contrario a las cuarentenas por temor a una crisis económica. Pero cien días después, con los números de la enfermedad todavía altos, tanto el alcalde como el gobernador João Doria se echaron atrás y permitieron la apertura gradual de algunos sectores, con un horario reducido. Primero las tiendas, incluidos los centros comerciales, luego los bares y restaurantes. Y, finalmente, los gimnasios.

Los epidemiólogos criticaron la medida. “Normalmente, cuando nos dan palos por los dos lados, tanto los que no quieren que se vuelva a abrir como los que quieren que se abra, es porque conseguimos un término medio entre lo que se puede y lo que no se puede”, dice Covas, que afirma que, si es necesario, confinará de nuevo la ciudad. “Lo prioritario es preservar vidas. Si todo el mundo se muere, no habrá consumidores”.

Las decisiones, sean las que sean, le pasarán factura en exactamente cuatro meses, el tiempo que falta para las elecciones municipales, pospuestas hasta el 15 de noviembre. Covas garantiza sin pestañear que se presentará a las elecciones. “Por supuesto”, dice.

En un año normal, julio sería un mes en que las agendas de los candidatos echarían humo, llenas de actos de contacto directo con el votante. Besos, abrazos y poses para fotos que estamparían los periódicos y las redes sociales. Pero, definitivamente, 2020 no es un año normal. El único tema, por ahora, es la pandemia. “No tenemos un manual de cómo pasar una pandemia”, dice, “solo sabemos que, para celebrar que efectivamente se ha acabado, es probable que tengamos que esperar a la vacuna. Me gustaría saber la fecha”.

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