China sanciona a la empresa de armas estadounidense Lockheed Martin por ventas a Taiwán
Trump firma horas después una orden ejecutiva para responsabilizar a Pekín "de la opresión del pueblo de Hong Kong"
El deterioro de la relación entre China y Estados Unidos aumenta casi a diario. Este martes, Pekín ha anunciado la imposición de sanciones contra la empresa armamentística Lockheed Martin, con sede en el Estado de Maryland, por su papel en la última venta de armas que Washington ha acordado con Taiwán. Horas antes, el Gobierno del presidente Donald Trump daba al de Xi Jinping en uno de los puntos donde más le duele: ...
El deterioro de la relación entre China y Estados Unidos aumenta casi a diario. Este martes, Pekín ha anunciado la imposición de sanciones contra la empresa armamentística Lockheed Martin, con sede en el Estado de Maryland, por su papel en la última venta de armas que Washington ha acordado con Taiwán. Horas antes, el Gobierno del presidente Donald Trump daba al de Xi Jinping en uno de los puntos donde más le duele: el mar del Sur de China, que Pekín considera uno de sus intereses clave. El secretario de Estado, Mike Pompeo, anunciaba un cambio en la posición estadounidense, para rechazar la mayor parte de las reclamaciones de soberanía de China en esas aguas.
Hasta el momento, Pekín no ha precisado la naturaleza de las sanciones que adoptará contra el gigante aeronáutico, aunque esto en sí no es una novedad. Ya en otros casos de venta de armamento estadounidense a Taiwán anunció represalias contra las empresas suministradoras, aunque nunca ha estado claro qué tipo de medidas exactas acabó tomando.
En este caso, Lockheed Martin es una de las principales empresas beneficiarias de la venta que Washington aprobó la semana pasada, por la que Estados Unidos modernizará los misiles tierra-aire Patriot taiwaneses, en una operación por un monto de 620 millones de dólares.
En la rueda de prensa diaria de Exteriores en Pekín, en la que ha anunciado la represalia, el portavoz del ministerio Zhao Lijian ha instado a Estados Unidos a “evitar el seguir perjudicando tanto los lazos chino-estadounidenses como la paz y la estabilidad en el estrecho de Taiwán”. “Para salvaguardar los intereses nacionales, China ha decidido tomar los pasos necesarios e imponer sanciones al principal suministrador”, ha declarado.
Donald Trump respondió con un ataque por partida doble. Por un lado, el presidente estadounidense firmó una orden ejecutiva para “responsabilizar a China por sus acciones opresoras al pueblo de Hong Kong”, informa Antonia Laborde. El Congreso aprobó de forma unánime la normativa que respalda a los manifestantes que han participado en las marchas multitudinarias desde el año pasado contra Pekín. El republicano también informó de que había retirado oficialmente el trato preferencial a la antigua colonia británica, tal y como había anunciado a finales de mayo. A partir de ahora Washington tratará al enclave “sin privilegios especiales ni exportación de tecnología estratégica”, lo que supondrá un golpe para la plaza financiera internacional y para el gigante asiático.
El republicano aseguró que no tiene planeado hablar con Xi Jinping. Horas antes, el mandatario dijo en una entrevista con la CBS que no estaba interesado en hablar con China sobre otro acuerdo. “Hicimos un gran acuerdo comercial. Pero apenas se cerró, la tinta no se había secado siquiera y nos golpearon con la plaga”, afirmó el mandatario, refiriéndose al coronavirus.
China considera a Taiwán parte inalienable de su territorio y no renuncia a una unificación por la fuerza. Desde su punto de vista, las ventas de armamento estadounidenses a la isla de régimen democrático representan una injerencia intolerable en sus asuntos internos. Estados Unidos no mantiene relaciones diplomáticas oficiales con Taipéi, aunque es el principal valedor de la isla en el terreno militar, y su legislación le obliga a proporcionar medios a la isla para que se pueda defender de una hipotética invasión.
La presidenta taiwanesa, Tsai Ing-wen, que ganó la reelección en enero con la promesa de marcar distancias frente a una China cada vez más asertiva en su política exterior, prometió en su discurso de investidura en mayo reforzar el ejército local. “Al tiempo que aumentamos nuestra capacidad defensiva, el desarrollo de la capacidad de combate futura también pondrá el énfasis en la movilidad, contramedidas y capacidades asimétricas no tradicionales”.
El Ejército Popular de Liberación (EPL, las fuerzas armadas chinas) es el tercero del mundo, mientras que el de Taiwán se encuentra en la posición 26, según la web especializada GlobalFirePower.com. Las fuerzas taiwanesas llevan a cabo esta semana sus maniobras anuales llamadas Han Kuang, en las que ensayan cómo repeler una posible invasión desde China.
Las tropas del EPL han realizado, por su parte, varias tandas de maniobras en las cercanías de las aguas taiwanesas y han hecho sobrevolar sus aviones en la proximidad de la isla. Según la agencia Kyodo, el EPL planeaba para no más tarde de agosto unos ejercicios militares de grandes dimensiones en las cercanías de la isla de Hainan, en el mar del Sur de China, para simular la toma del islote de Pratas, controlado por Taiwán. El islote se encuentra a mitad de camino en la ruta entre Hainan ―donde tienen su base los submarinos nucleares chinos― y la salida al Pacífico.
Maniobras en el mar del Sur de China
El mar del Sur de China, donde Pekín se atribuye la soberanía sobre el 80% de las aguas, se ha convertido en otro de los grandes motivos de fricción entre Pekín y Washington, especialmente en las últimas dos semanas. China lleva a cabo maniobras cerca de las islas Paracel, cuya propiedad también reclama Vietnam, mientras que Estados Unidos envió la semana pasada dos portaaviones a la zona, el Nimitz y el Ronald Reagan, ostensiblemente para defender la libertad de navegación en aguas internacionales.
La atmósfera ha quedado aún más cargada después de que el secretario de Estado de EE UU, Mike Pompeo, anunciara la noche del lunes el cambio en la posición oficial de Washington respecto a las reclamaciones de soberanía chinas en ese mar, que chocan con las de otros cinco países en la región: Vietnam, Filipinas, Taiwán, Malasia y Brunéi. Para Pekín, esa zona ―estratégica para el paso del Índico al norte de Asia, y rica en recursos naturales― es uno de sus intereses primordiales, junto con Taiwán, Hong Kong, Tíbet y Xinjiang.
Hasta ahora, Estados Unidos, que no mantiene disputas territoriales en esas aguas, se había limitado a asegurar su neutralidad al tiempo que defendía la libertad de navegación por unas aguas estratégicas, por cuyos pasajes marítimos cruzan anualmente cerca de cinco billones de euros en productos comerciales. Ahora se une a las reclamaciones de Vietnam y Filipinas. Así, declara que el arrecife Mischief y el banco de arena Second Thomas, en las islas Spratly, “están completamente bajo los derechos soberanos y la jurisdicción de Filipinas”.
Se alinea, con ello, con una decisión de la Corte Permanente de Arbitraje de La Haya, siguiendo la Convención de Naciones Unidas sobre el Derecho de Mar (Unclos, por sus siglas en inglés) en 2016, que rechazó la gran mayoría de las reclamaciones chinas en la región. Pekín, que ha construido una cadena de islas artificiales para apuntalar sus reclamaciones, nunca ha aceptado esa decisión. También denuncia las reclamaciones de China sobre las Spratly, donde Pekín ha establecido este año dos distritos administrativos con los que quiere consolidar sus afirmaciones de soberanía.
Estados Unidos rechaza, según el comunicado, las reivindicaciones chinas en las aguas que rodean el Vanguard Bank frente a Vietnam; los bancos de arena Lucania frente a Malasia; aguas consideradas en la zona económica exclusiva de Brunéi, y Natuna Besar frente a las costas de Indonesia. “Lo queremos dejar claro: las reclamaciones de Pekín sobre recursos en aguas no costeras a lo largo de la mayor parte del Mar del Sur de China son completamente ilegales, como lo es su campaña de coerción para controlarlos”, ha indicado Pompeo. “El mundo no permitirá que Pekín trate el mar del Sur de China como su imperio marítimo”.
En su rueda de prensa, el portavoz de Exteriores chino Zhao Lijian ha negado que Pekín tenga ninguna intención de convertir esas aguas en su “imperio marítimo”, y ha exigido a Washington que deje de intentar crear divisiones entre China y sus países vecinos. “China trata a sus vecinos de igual a igual y ejerce la mayor contención posible”, sostuvo Zhao.
Japón acusa a China de incursiones "implacables" en las islas que ambos se disputan
Japón también ha arremetido contra China. En su revisión anual de Defensa, el Gobierno del primer ministro Shinzo Abe ha expresado su “gran preocupación” por las reclamaciones de soberanía de Pekín en el mar del Sur y en el mar del Este de China. Allí, Tokio mantiene una disputa con su vecino por la propiedad de las islas Senkaku (en japonés) o Diaoyu (en mandarín), un microarchipiélago deshabitado bajo control efectivo de Japón y cuyo fondo marino puede albergar grandes recursos naturales.
China “prosigue de manera implacable sus acciones unilaterales para imponer un cambio en el status quo de las Senkaku”, asegura el libro blanco. “Pese a las protestas de nuestro país, barcos oficiales chinos han incursionado reiteradamente en nuestras aguas territoriales en torno a las islas”, agrega.
Un choque entre los dos países que quedara fuera de control podría arrastrar a Estados Unidos. En 2014, el presidente Barack Obama declaró que, aunque Washington no toma partido por ninguno de los dos países en la disputa territorial, las Senkaku están incluidas en el tratado de Seguridad EE UU-Japón, por el que la primera potencia mundial está obligada a defender a su aliado asiático.
El mes pasado, el Ministerio de Defensa nipón denunció haber avistado un submarino chino cerca de las islas. A finales del mes pasado, Tokio aseguraba haber detectado la presencia de barcos chinos durante más de 70 días seguidos. Es el mayor número desde que ambos países se enzarzaron en duros roces por las islas en 2012, que causaron un deterioro a las relaciones bilaterales que se prolongó durante años.
Japón, afirma el libro blanco, está supervisando cuidadosamente las acciones de Pekín en el mar del Sur, donde denuncia la creación de los dos distritos administrativos en las Paracel y las Spratly como parte de los intentos para cambiar también allí el statu quo. China “se ha estado aprovechando” además de su asistencia a otros países durante la pandemia para hacer avanzar sus intereses políticos y económicos, considera Tokio.